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La salud mental, los Rolling y los Reyes Magos

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Con un psicólogo para cada 13.000 personas el sistema de salud mental público en Canarias está colapsado. Así que lo que se hace, básicamente, es dar pastillas a la gente, a ver si así se tranquiliza, como reflejaba un artículo publicado el último día de 2023 sobre las historias de las personas que sufren carencias en atención por salud mental. Según la Encuesta de Salud de Canarias de 2021, más de un 15% de la población declaró haber tomado tranquilizantes y pastillas para dormir las dos semanas antes de contestar a la entrevista, y un 7% más declaró haber tomado antidepresivos. Estamos “Sedados”, y al igual que en el Reino Unido, como señala James Davies, no es descabellado estimar que al menos una cuarta parte de la población necesita tomar medicamentos que les dejen sedados para soportar la vida que les toca vivir.

Y no es nada nuevo, pasa desde hace décadas. “Hacerse vieja es un rollo, los niños ya no son como los de antes, dicen todas las madres/por eso necesitan algo que las calme, y aunque en realidad no está malilla/ hay una pastilla, amarilla, que, si se va corriendo a la mesilla, la deja más calmadilla y le ayuda a soportar su día”. Más o menos así podría traducirse el inicio de la letra de una canción de 1966 de los Rolling Stones, Mother’s Little Helper. Si entonces la madre a la que cantaban los Rolling tenía 25 años, en 2024cumplirá 83 años. Y es bastante probable que lleve décadas tomando ansiolíticos y antidepresivos, que en teoría no deberían de tomarse más que durante períodos cortos y puntuales. Consumidos durante décadas, los ansiolíticos y antidepresivos dejan de ser efectivos.

Como el café, el alcohol u otro tipo de drogas, lo que antes tenía un efecto potente y alteraba nuestro estado de ánimo acaba por no afectarnos, necesitamos dosis cada vez mayores, y al final ni aun así logramos el efecto que queríamos. Y si bien el café, el alcohol, el tabaco y otro tipo de drogas han sido consumidas durante siglos, y ya tenemos experiencia de lo que sucede con su consumo a largo plazo, ahora estamos viviendo un momento histórico: si los expertos en la materia consideran que la farmacología, tal y como hoy la conocemos, tuvo su origen en la década de 1950-1960, recién estamos enfrentándonos a las consecuencias de lo que le pasa a la gente cuando la tratamos durante medio siglo con drogas tan potentes como son los ansiolíticos y los antidepresivos.

Cuando en 1932 Aldous Houxley escribió “Un mundo feliz” la historia de la soma, una droga que permite regular las emociones, parecía una distopía de ciencia ficción. Pero hace ya bastante tiempo en que muchas de las cosas que entonces parecían exageradas las hemos incorporado a nuestro día a día: la industria de la felicidad, como señalaba otro Davies (William) en el libro del mismo nombre, se ha convertido en un elemento importante del sistema social en el que tenemos la suerte o la desgracia de vivir, el capitalismo contemporáneo. “Si eres bueno y te portas bien, es decir, haces lo que la gente que manda (que es la que sabe) te dice que tienes que hacer, te irá bien y serás feliz. Y si no eres bueno, te portas mal, y no haces lo que te dicen que tienes que hacer, te irá mal, y serás infeliz”.

Este es el argumento resumido que está detrás del mito de los Reyes Magos, Papá Noel, y tantas otras historias que han jugado un papel clave en el proceso de socialización de tantas generaciones, mediante el cual las sociedades han convertido a los “cachorritos de seres humanos” en miembros funcionales de esas sociedades. Las madres a las que cantaban los Rolling educaban a sus hijos (e hijas) en la idea de que beber, fumar y meterse en el mundo las drogas, el sexo y el rock acababa teniendo consecuencias negativas en el largo plazo.

Al fin y al cabo, era hacer lo contrario de lo que la gente que sabía te decía que tenías que hacer. Quienes fuimos niños a principios de la década de 1980 vivimos una época marcada por los devastadores efectos que las drogas tuvieron en toda una generación, por lo que nuestras madres estaban muy preocupadas porque nos portáramos bien. Y esas mismas madres, al tomar su pequeña ayudita, como la llamaban los Rolling, creían estarse portando bien, pues al fin y al cabo estaban haciendo lo que la gente que sabía, los médicos, sus padres y madres, sus maridos, la sociedad en su conjunto, les decía que tenían que hacer.

Claro que, en el fondo, ellas también estaban tomando drogas, aunque legales. A las madres, ahora ancianas, a las que cantaran los Rolling, les diría que es normal que echen de menos al marido o al hijo que ya no tienen, no haber podido estudiar, o tantas otras cosas que, salvo que uno sea de una insensibilidad supina, generan al menos lo que los portugueses llamarían saudade. Que es normal que, quien más, quien menos, necesite tomarse algo para poder sobrellevar las fiestas y el inexorable paso del tiempo que el Año Nuevo nos recuerda, pero ellas no pueden tomarse nada, porque toman pastillas, que después de haberlas tomado durante años, ya no les hacen nada. A las madres a las que cantaran los Rolling no se las educó para desarrollar la capacidad crítica (si acaso, para reprimirla).

¿Por qué estoy así, si siempre he hecho lo que me decían que tenía que hacer? Yo, que he tenido la suerte de poder desarrollarla (gracias, mamá), les podría decir: porque no siempre quien manda tiene la razón. Y por eso quizá no es siempre bueno comportarte como te dicen que te tienes que comportar. Y si por eso los Reyes te dejan carbón, quizá, a largo plazo eso no acabe siendo tan malo.

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