Nunca tengas sueños pequeños

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Hoy se ha muerto doña Manuela. Tenía 93 años y padecía cáncer de ovario terminal. Fue al hospital buscando alivio para su dolor y tuvo la mala suerte de ser positiva para “COVID”. La ingresaron en la planta COVID, en una habitación con tres pacientes más de avanzada edad y le impidieron las visitas, tal como es norma en cualquier planta COVID. Doña Manuela no tenía sintomatología COVID, solo tenía dolor por su cáncer de ovario; no comprendía por qué estaba ingresada, ya que le habían informado que, por su edad y su cáncer avanzado, no la iban a realizar ningún tratamiento en relación con su infección. Doña Manuela quería morir tranquila, sin dolor, en su casa y acompañada de su familia. Murió en un hospital, en una habitación con tres desconocidos separada por un biombo. Antes de ser sedada, le encomendó a la médica que la atendió que le comunicara a su familia que no se entristecieran, que estaba satisfecha de cómo había transcurrido su vida y que aceptaba con calma sus últimas horas; también le hizo una segunda encomienda, expresada de la siguiente forma: “Yo ya me voy a morir, pero, por favor, arregle usted esto, no permita que sigamos terminando así, solos, en un hospital, rodeados de desconocidos y sin nuestra familia”. La médica, considerando la larga vida de la señora y la serenidad y aceptación que mostraba en sus últimas horas, le solicito un consejo. Doña Manuela le dijo: “NUNCA TENGAS SUEÑOS PEQUEÑOS”.

En el ámbito de los cuidados sanitarios y sociales se está abriendo paso un nuevo paradigma, “Humanización de los cuidados y atención centrada en la persona”. Sin entrar a discutir si este “nuevo” paradigma debería ser un “viejo” paradigma, no creo que la norma que obliga a morir en soledad, impidiendo el mutuo consuelo de la persona que está muriendo y sus seres queridos sea exponente de ese nuevo concepto de cuidados. ¿Quién le restituye a doña Manuela el derecho, que no tuvo, de morir acompañada de sus seres queridos? ¿Cómo se le restituye a la familia de doña Manuela? No se puede restituir, se ha ocasionado a doña Manuela y a su familia un daño irreparable.

Con la excusa de la pandemia se han quitado derechos fundamentales para la persona en el ámbito de los cuidados, tales como el derecho a morir acompañado, el derecho al apoyo familiar en la enfermedad, el derecho a estar presente en el nacimiento de un hijo, el derecho al mantenimiento del vínculo madre-hijo, el derecho a que el médico me vea y me toque en el transcurso del proceso diagnóstico de una enfermedad, y otros muchos de larga enumeración.  

Esta limitación de derechos fundamentales para la persona se ha expresado en diferentes foros sin que se haya obtenido una respuesta satisfactoria. Pero es doña Manuela, con su recomendación de “Nunca tengas sueños pequeños”, la que ha hecho que, de nuevo, escriba sobre la pérdida de derechos fundamentales de la persona, esperando que la sociedad y los responsables de los cuidados sanitarios y sociales sean consciente del problema y se planteen dar una solución.