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Tibieza frente a Marruecos

La primera y mayor responsabilidad del atropello sufrido por Haidar es, sin duda, del gobierno del Reino de Marruecos, que saltándose su propia legislación, vulnerando los más elementales derechos humanos, impidió a Aminatou regresar a su casa tras recibir en Estados Unidos un reconocimiento a su lucha pacífica a favor del pueblo del Sáhara.

Una decisión despótica, propia de dictaduras, que ha desprestigiado a Marruecos y ha desatado una ola de solidaridad sin precedentes con la pacifista saharaui. Colocando, de paso, el tema del Sáhara, las repetidamente incumplidas resoluciones de Naciones Unidas que plantean que este pueblo debe ejercer su derecho a la autodeterminación, su derecho a decidir su futuro, en el centro de la agenda política.

Por eso resulta cínico que el ministro de Justicia marroquí hable de que su país y España son las víctimas de esta situación, mientras que Haidar parece ser, para él y su régimen, la culpable; en todo caso, sólo será culpable de no dejarse pisotear sus derechos, de pretender ejercer su ciudadanía, sus libertades individuales, en un Estado que ha dejado al descubierto sus profundas carencias democráticas.

Amenazas

Y lo es aún más que estén aprovechando la actual crisis para amenazar a la Unión Europea y a España sobre lo que podría significar un cambio de actitud del reino alauita respecto a su implicación en asuntos como la lucha contra la inmigración irregular, el control del tráfico de drogas o la vigilancia de los movimientos fundamentalistas islamistas en el norte de África.

Curioso aliado el que plantea sus relaciones desde el chantaje, la amenaza y la presión. Y curiosa Europa, la de los derechos y las libertades, que lo permite sin inmutarse lo más mínimo.

Tiempo habrá para analizar en profundidad todas las torpezas del Gobierno de España desde el origen del actual conflicto, iniciadas en el momento en que posibilitaron que Haidar fuera trasladada a las Islas en condiciones absolutamente irregulares y culminada con el fracasado intento de repatriación. Pero lo que más llama la atención es la enorme debilidad de la diplomacia española, incapaz de exigir a Marruecos un comportamiento leal.

España y Europa han sido absolutamente tibias ante los desvaríos cometidos en el 'caso Haidar' y ante las amenazas y las provocaciones constantes de Marruecos, desde las planteadas por su cónsul en Canarias hasta las realizadas por distintos ministros de su Gobierno, que no han encontrado la firme respuesta que corresponde por parte del Ejecutivo de Zapatero.

No es de recibo mirar hacia otro lado ante semejantes dislates. No se sostiene que se negocie con Marruecos sobre distintos aspectos de cooperación sin exigirle, a un tiempo, el cumplimiento de la legalidad internacional y el respeto a los más elementales derechos humanos, como si Mohamed VI tuviera patente de corso para alardear de su autoritarismo sabiendo que no va a recibir la menor amonestación por ello.

Gobierno canario

Otro actor de este conflicto ha sido el Gobierno de Canarias. Su intervención la de sus portavoces, responsabilizando únicamente al Gobierno español y silenciando cualquier crítica al Reino de Marruecos resulta del todo improcedente. Los intereses de mantenimiento de una buena relación de vecindad, que pueden ser compartidos por la inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas del Archipiélago, incluso los puros intereses económicos en las relaciones del Archipiélago con el reino alauita, no pueden llevarse a cabo a costa de tolerar las violaciones a los derechos humanos, máxime cuando lo que está en juego es la vida de una persona.

El Gobierno canario ha eludido por completo su responsabilidad ante un hecho que sucede en nuestro territorio y se ha mostrado incapaz de elevar la menor protesta ante el comportamiento del reino de Marruecos. Cuando lo que corresponde es que exija a las autoridades marroquíes la resolución inmediata del mismo. Además, callarse los atropellos hoy no sólo supone legitimar acciones que deben producir la más absoluta de las repulsas a cualquier demócrata. Supone, asimismo, dar carta de naturaleza a los mismos y posibilitar que se sigan repitiendo en el futuro, al aprender sus responsables la lección de que los mismos no tienen consecuencia alguna. Y eso es lo que, lamentablemente, ha hecho el Ejecutivo canario.

Cuando Aminatou Haidar está cercana a cumplir un mes de ayuno urge la movilización sincera y contundente de España, la Unión Europea, Estados Unidos y las organizaciones internacionales para presionar a Marruecos, para que rectifique el grave error cometido y vuelva a la senda del respeto a las personas, su dignidad y libertad.

Todos los esfuerzos que se hagan son pocos para restablecer la justicia y para evitar, eso es lo prioritario en estos momentos, la pérdida de una vida humana, única e irrepetible como todas; e imprescindible, por su pacífico compromiso y sus enormes convicciones, para seguir defendiendo los derechos de un pueblo arbitrariamente olvidado y condenado ya casi cuatro décadas a la represión en los territorios ocupados y al exilio.

Román Rodríguez

La primera y mayor responsabilidad del atropello sufrido por Haidar es, sin duda, del gobierno del Reino de Marruecos, que saltándose su propia legislación, vulnerando los más elementales derechos humanos, impidió a Aminatou regresar a su casa tras recibir en Estados Unidos un reconocimiento a su lucha pacífica a favor del pueblo del Sáhara.

Una decisión despótica, propia de dictaduras, que ha desprestigiado a Marruecos y ha desatado una ola de solidaridad sin precedentes con la pacifista saharaui. Colocando, de paso, el tema del Sáhara, las repetidamente incumplidas resoluciones de Naciones Unidas que plantean que este pueblo debe ejercer su derecho a la autodeterminación, su derecho a decidir su futuro, en el centro de la agenda política.