Nuestra única frontera: los Derechos Humanos

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Invasión, crisis migratoria, devoluciones, ocupación de hoteles, privilegios, negros, inmigrantes ilegales, muelle de Arguineguín, cayucos, fronteras, derivaciones, pateras, muertes, menores, silencio, mar, primero Canarias y para los canarios.

Estas son algunas de las perlas que escuchamos últimamente en nuestras calles, ante la grave crisis humanitaria que vive el archipiélago canario en estos meses por el aumento significativo de la llegada de migrantes desde las costas africanas: más de un 1.000% en lo que va de año, millares de seres humanos llegando a nuestras costas en busca de una vida digna.

Durante los largos meses de confinamiento, ante la más grave crisis sanitaria, económica y social que hemos vivido en décadas, pensamos que saldríamos de esta situación siendo mucho mejores personas, que aumentaría nuestra solidaridad, generosidad y empatía, que nos comportaríamos, por fin, fraternalmente las unas con las otras, como reza el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Y en algunos casos, lamentablemente, nos equivocamos.

Como sociedad deberían avergonzarnos las manifestaciones y marchas racistas que recorren nuestras calles en estas semanas, auspiciadas por la extrema derecha más rancia y oportunista que hemos conocido y sorprendentemente publicitadas también en algunos periódicos canarios.

Debería abochornarnos que el Ministerio del Interior aún no haya depurado responsabilidades ante la expulsión de centenares de migrantes del muelle de Arguineguín hace unas semanas.

Debería invadirnos la rabia ante la actitud egoísta de la imputada alcaldesa de Mogán, que amenaza con multas a los hoteles que acogen a migrantes para brindarles un lugar digno donde vivir.

La semana pasada, Abascal tuvo la desvergüenza de decir en Lanzarote que la inmigración está destruyendo Canarias. Y lo dijo en la misma isla en cuyas costas habían muerto ocho personas apenas una semana antes, al volcar la embarcación en la que viajaban.

Se equivoca señor Abascal, lo que destruye Canarias no es la inmigración, son las muertes incesantes de seres humanos en nuestras costas, la vulneración de sus derechos más básicos, la falta de respuestas desde las instituciones competentes y su propaganda política oportunista.

Lo que destruye Canarias es el racismo, señor Abascal.

Por suerte, hay una Canarias que nos llena de orgullo cada día, con el trabajo incansable que hacen las ONGs para la protección de las personas migrantes, la generosidad demostrada por tantas personas canarias que no miran con desprecio o asco a las que pisan esperanzadas nuestras orillas para sobrevivir, las muestras de solidaridad espontáneas, la comunicación fluida entre quienes ostentan responsabilidades sobre derechos sociales de los gobiernos español y canario para la protección de las personas menores y también los esfuerzos desinteresados de otras administraciones locales y autonómicas para acoger a personas migrantes en sus latitudes y brindarles las mejores oportunidades.

Canarias no soporta ni una muerte más en nuestras costas, no soporta más racismo en nuestra tierra, no soporta más silencio amordazado.

Y es que, cuando hablamos de Derechos Humanos, no hay palabras que valgan, solo valen los hechos.

Desde Podemos Canarias, estamos convencidas de que no hay nada que esté por encima de los derechos sociales de las personas, vengan éstas de donde vengan, que no hay pacto político que valga, que no hay frontera que pueda traspasarse.

Porque nuestra única frontera, nuestro único límite infranqueable son los Derechos Humanos