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Verdades mentirosas

Gabriela Maestre

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En las últimas semanas, incluso meses, he venido comprobando una tendencia que aún no tengo claro si es positiva o negativa, ni si me gusta o no. Me refiero al hecho de que personas que ocupan cargos políticos de todos los niveles parecen estar más echados para adelante de lo normal y terminan diciendo cosas que en condiciones normales probablemente no dirían.

No me refiero al “coño” que soltó Pablo Casado al referirse a los problemas de convivencia que supuestamente hay en entre el castellano y el catalán en las escuelas de esa comunidad autónoma, aunque la verdad es que creo que nos sorprendió mucho todos porque él siempre es tan correcto, tan pulcro, tan en su sitio… que no le pegó nada. No sé si lo soltó porque, en realidad, no es tan perfecto como aparenta y ese es su verdadero yo, o si precisamente lo hizo con la idea de querer romper esa barrera que le distancia de tanta gente que lo ve pijo, frío e inaccesible. Sea como sea, no le pega nada y, puestos a elegir alguna palabrota, pues hubiera sido mejor otra que no hiciera referencia en negativo al órgano sexual femenino. Pero, en fin, esa ya es una apreciación mía…

Volviendo al tema que les comentaba sobre salidas de tono un poco raras, en concreto me refiero a ciertas promesas y anuncios que hemos ido escuchando y que una no sabe muy bien ya cómo tomarse ni a quién creer.

Lo de que íbamos a pagar lo mismo en luz a finales de año que al principio nos dimos cuenta desde hace muchas semanas que era más bien imposible. No sé exactamente qué pudo llevar a Pedro Sánchez a hacer semejante anuncio que tenía todos los visos de venirsele encima poco después. Supongo que confiaba en que revirtiendo los impuestos que forman buena parte de la factura podría controlar la situación, pero nada más lejos de la realidad. Vamos a terminar el año con nuevos precios máximos históricos y parece que lejos de mejorar la situación, en 2022 la factura puede seguir creciendo y creciendo sin que ni en España, ni en Europa, sepan bien qué decisiones tomar para frenar este ascenso que afecta a toda la ciudadanía pero que se ceba con las personas con más dificultades económicas y con las pequeñas empresas y los autónomos. Desde aquel anuncio no hemos vuelto a oír ninguna otra propuesta del Gobierno en este sentido, lo que puede ser incluso peor, por lo menos a mí me preocupa más, porque mucha gente lo está pasando realmente mal y no se ve una salida pronta. A los demás partidos tampoco se le escuchan demasiadas propuestas al respecto, salvo alguna que otra salida de tono que mejor es no recordar sobre si las placas solares funcionan por la noche o cuando está nublado, lo que todavía me preocupa más. ¿Será que no hay ninguna solución y esto va para rato? No quiero ni pensarlo…

Sobre si va a haber Cabalgata de Reyes o no, o cómo va a ser el panorama COVID-19 en Navidad y Fin de Año, mejor ni hablar porque ya tenemos un cacao armado que no hay quien nos los aclare. Si una escucha a Isabel Díaz Ayuso parece que no pasa nada. Queda con quien te dé la gana, vete donde quieras y haz lo que quieras porque la normalidad ya está aquí y la sexta ola esa de la que todo el mundo habla y el temeroso virus tipo Ómicron afecta a todo el mundo menos a quien está en Madrid. Si escuchas a Julio Pérez o a Blas Trujillo terminas pensando que mejor ni salir de casa hasta mediados de 2022 (como pronto) e incluso te llegas a plantear que tampoco es tan mala idea celebrar la Nochebuena online con cada uno en su casa y Dios en la de todos. Pero luego piensas que si el año pasado no había vacunas y cenamos en familia, este año tenemos que buscar la manera de hacerlo igual, así que coges un poco de lo que se dice aquí y otro poco de lo que suena por allá, estás pendiente de lo que dicen personas como Amós García Rojas y Fernando Simón y te haces tus propias cábalas sobre qué hacer, dónde, cómo y con cuántas personas para poder sentir que por fin estás celebrando algo y que eso no se traduzca en ningún contagio o en algo todavía peor. ¡Y después que salga el sol por donde quiera!

Respecto al anuncio de que el Gobierno de Canarias iba a repartir más de mil millones de euros entre los autónomos y las empresas canarias más afectadas por la crisis antes de que acabara el año, seamos sinceros, prácticamente nadie se lo creyó. No es que seamos mal pensados, (que también) lo que sucede es que la experiencia te dice que las cosas de la administración pública que tienen que ver con el dinero son tan lentas que uno acaba por desesperar. Pero mira tú por donde que ya todo el mundo tiene el dinerito en sus cuentas corrientes. Lo nunca visto. Obviamente el Ejecutivo canario ha sacado pecho por tal hazaña y la oposición -que está a la búsqueda de cualquier fallo- lleva días missing. El problema que veo es que si esto se ha podido hacer y ha funcionado tan bien, ahora tiene que funcionar razonablemente mejor todo lo demás y eso no sé si va a ser posible. Desde luego el presidente Torres ha ganado puntos en credibilidad, eso no se le puede negar.

Tanto es así que hasta ha acertado cuándo sería la finalización de la crisis volcánica de La Palma. Mientras todos y cada uno de los portavoces del Pevolca, Involcan e IGN todavía no se atreven a decir ni siquiera hoy que esto ya está terminando, el presidente canario aseguró hace varias semanas que el Cumbre Vieja no llegaba vivo a 2022. Dicho y hecho. ¿Sabe más Ángel Víctor de volcanes que los expertos que llevan toda la vida estudiando las erupciones? ¿Tiene el presidente una bola de cristal o se asesora con algún tipo de vidente? Bueno, esto seguro que no, porque con todo lo que le ha ido sucediendo desde que llegó a la Presidencia de Canarias no creo que hubiera optado por salir elegido si lo hubiera sabido de antemano. Entonces, ¿es acaso un imprudente y ha verbalizado algo que nadie más se ha atrevido a decir? Pues tampoco parece probable porque alguien que siga de cerca su trayectoria sabe que se le ha podido coger en poquitos renuncios. Misterio, misterio…

Y así llegamos a la última polémica en la que uno ya no sabe qué pensar: la situación del rey emérito. Sobre su posible regreso a España se ha dicho de todo y se sigue diciendo. Hay dirigentes políticos que insisten en que España está en deuda con el monarca por lo mucho que contribuyó en sus años como Jefe del Estado y que lo mejor es olvidar sus líos amorosos, sus elefantes, los millones sin declarar y facilitarle un digno final en su país, mientras que otros dicen que de eso nanay de la china, que nadie le dijo que se marchara, que lo hizo por temor a tener que sentarse en un banquillo y para alejarse de todas las polémicas que le persiguen y que a una persona cuyo papel principal y por el que vivió (y vive) a cuerpo de rey era el de representar a España y ser ejemplar en todos los aspectos no se le puede permitir que haya sido precisamente el menos ejemplar de todos en su vida financiera… porque en su vida privada, seamos sinceros, ningún político se mete, salvo quizás Anasagasti y Rufián.

No deja de ser paradójico que la figura que representó durante casi 40 años la unidad de España sea ahora mismo el protagonista de un montón de desencuentros y discusiones entre los propios españoles y españolas.

Si me lo preguntan a mí, la verdad es que no entiendo su salida, me pareció más una huida que otra cosa y me recordó a lo mismito que hizo su abuelo en los años 30.  Y considero que aquello de “pido perdón; no volverá a suceder” nos los creímos muchos, pero todo lo que hemos sabido después pues ya no. En mi opinión, su mayor castigo ya no tiene marcha atrás y es haber perdido la admiración y el respeto de la ciudadanía, así que si quiere venir que venga y si no, pues que se quede dónde está. 

En realidad, ahora que lo pienso, si tuviera la oportunidad me gustaría preguntarle al presidente Torres a ver qué cree que va a pasar con este tema, y también por cuándo cree él que pasaremos página con la COVID y, quizás, ya que estoy, por el número de la Lotería de Navidad y el Niño. Por probar no pierdo nada.

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