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VOX, los herederos de la falange española

Cándido Rodríguez Ruano

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Si es usted persona de mentalidad fascista, racista, que aún aspira a la Unidad de Destino en lo Universal joseantoniana, que desea triunfar en la lucha con solo las fuerzas sujetas a la disciplina de Vox y tiene pensado votar a este partido, debe hacer un análisis algo más profundo del fascismo joseantoniano y del actual.

El fascismo joseantoniano (por más que José Antonio no se considerase a sí mismo fascista) es heredero de las esencias del imperialismo español; aún conservaba la ilusión de gobernar el mundo. Desfasado pero ilusionado, pues, quedaría obsoleto ante la victoria franquista.

Franco era, ante todo, militar y monárquico. Él mismo se consideraba un monarca de sangre azul-rojiza; y se sentía feliz de poder dejar el legado (en ocasiones, incluso con ensoñaciones) en un nieto unido a la Casa Real. Pero le bastaba, en todo caso, con que don Juan Carlos (nunca su padre, don Juan, que hacía ascos del dictador) siguiera sus enseñanzas para legar a los españoles vencedores de la Guerra Civil una España regida por un rey franquista: Todo está atado y bien atado, decía.

Franco no podía prever que su monarca-hijo político daría un nuevo Golpe de Estado en febrero de 1981 que acabaría en la España juancarlista, supuestamente democrática, pero en el fondo igual de militarista que la España franquista.

Pasados cuarenta años de la muerte del dictador, el juancarlismo fracasa por falta de rigor y honradez y resurge con fuerza en la etapa siguiente, la España de Felipe VI, un fascismo de corte joseantoniano, que ya venía gestándose desde principios del siglo XXI. Este nuevo fascismo, igual de reivindicativo en materia de violencia y falsas expectativas que el anterior, arrostra una mácula que lo divide en dos mitades: Una, los seguidores del sueño de pervivencia joseantoniano; y, dos, el sector que se siente incómodo porque denuesta, en silencio, al dictador.

Los primeros seguían aceptando que la única culpable del fusilamiento de José Antonio era la República, sin importar su legalidad jurídica e histórica (y por ello era justo fuera fusilado cuatro años más tarde el abogado que firmó su sentencia de muerte), ya que a juicio de ellos la justicia que condenó a muerte a su líder político era ilegal. Pero los otros, la otra mitad aceptó con entusiasmo la idea de que “el Ausente” apareciera de alguna manera al final del conflicto, por lo que colaboraban, adicta, ciega y totalmente, entregados a la victoria del dictador alzado, olvidando que, según el ideario ramiro-ledesmiano y joseantoniano, “El nacionalsindicalismo no es una dictadura. ¡Toma!

La primera fracción, la de los convencidos del fusilamiento, ocultaban, en silencio, su descontento porque Franco tuvo la oportunidad de canjear a José Antonio -así lo creían- por algún personaje republicano del entorno socialista, decían, y nunca -aunque colaborasen calladamente- perdonaron a Franco que abandonase a su líder en el último tramo, ya que aquel, conforme a su filosofía del poder, no podía dejar que los políticos rigiesen la España de Dios, Patria y Rey que él estaba forjando a través del Glorioso Movimiento Nacional; y que lo mejor era “no meterse en política”.

Pues bien, Vox tiene el dilema de su subyacente germen de la división, algo que no se notaba mientras estuvo vegetando y alimentándose en silencio a la sombra de Alianza Popular (AP) o del partido Popular (PP). Pero ahora que se manifiesta libremente (por más que ya esté pensando en acabar con la libertad de prensa), comienza a observar que no todos sus seguidores piensan igual, que no todos son franquistas puros, que los hay también joseantonianos doloridos. Eso preocupa a la jerarquía, y unos prefieren parecerse a Primo de Rivera, en tanto que otros prefieren continuar en la cómoda senda de los posfranquistas, juancarlistas y, quizá, ¿felipistas? El Tiempo, que es sabio, nos lo dirá.

Por ello, aquellas personas que conservan la mentalidad caduca de una España con Destino en lo Universal (conforme a los 27 Puntos de FE y de las JONS) deben tener claro que quienes apoyan a Abascal se hacen cómplices del nuevo racismo y el nuevo franquismo que subyace en muchos de los fundadores de Vox. Y ello no significa que sean inocentes y honrados (quizás herencia del PP), como hemos visto en estos días por algunos casos de dirigentes “voxistas” que carecen de toda ética cívica para regir en el machito o continuar en él y, como decían sus creadores hace cerca de un siglo: “Afirmamos que la plenitud histórica de España es el Imperio”.

Bueno, quizá les sirva para que se den cuenta de que, en Europa, torres más altas han caído, y de que en Canarias, donde aquel fascismo mató y asesinó a mucha gente inocente aun sin guerra, no olvidamos que no hay enemigo pequeño, y en las preteridas elecciones dimos una lección de pacífico civismo al no elegir a ningún representante de quien tanto daño hizo a nuestro pueblo.

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