El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Anglicismos en Santa Catalina
Los textos del folleto de LPAVisit son correctos, incluso aceptables, quizás demasiado chovinistas con una ciudad que tiene muchos atractivos que no necesitan exageraciones ni postizos de ningún tipo. Por eso parece un poquito pretencioso (o pueblerino) comparar, aunque sea tomando la prevención del tamaño y la lejanía, el puente de El Rincón con el de San Francisco, que ya lo hicieron de manera verdaderamente socarrona los sevillanos, cuando bautizaron el puente V Centenario como El Paquito. En un relato en el que se transforma al turista en “peregrino”, el catálogo turístico se columpia en algunos conceptos (y sus correspondientes tópicos) que difícilmente podrá comprobar el visitante que quiera conocer la ciudad basándose en sus recomendaciones. Del parque de Santa Catalina se dice que es “cosmopolita, de animada vida social, socarrona como el alma de los canarios”, donde “podemos tropezarnos con gentes de todas las lenguas y razas, culturas y nacionalidades convocados (sic) allí para negociar, jugar a cartas o a dominó o simplemente pasar un rato de tertulia y terraza”. Una sucesión de nostalgias, sin duda, salpimentadas por algunos anglicismos innecesarios (“jugar a cartas o a dominó”) y algunas imprecisiones gramaticales que son ampliamente superadas por la traducción que de este párrafo se hace en uno de los paneles del parque.
Los textos del folleto de LPAVisit son correctos, incluso aceptables, quizás demasiado chovinistas con una ciudad que tiene muchos atractivos que no necesitan exageraciones ni postizos de ningún tipo. Por eso parece un poquito pretencioso (o pueblerino) comparar, aunque sea tomando la prevención del tamaño y la lejanía, el puente de El Rincón con el de San Francisco, que ya lo hicieron de manera verdaderamente socarrona los sevillanos, cuando bautizaron el puente V Centenario como El Paquito. En un relato en el que se transforma al turista en “peregrino”, el catálogo turístico se columpia en algunos conceptos (y sus correspondientes tópicos) que difícilmente podrá comprobar el visitante que quiera conocer la ciudad basándose en sus recomendaciones. Del parque de Santa Catalina se dice que es “cosmopolita, de animada vida social, socarrona como el alma de los canarios”, donde “podemos tropezarnos con gentes de todas las lenguas y razas, culturas y nacionalidades convocados (sic) allí para negociar, jugar a cartas o a dominó o simplemente pasar un rato de tertulia y terraza”. Una sucesión de nostalgias, sin duda, salpimentadas por algunos anglicismos innecesarios (“jugar a cartas o a dominó”) y algunas imprecisiones gramaticales que son ampliamente superadas por la traducción que de este párrafo se hace en uno de los paneles del parque.