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Arcadio, de sancocho pendiente

Ellas sospechaban que no iba a tener un hueco en su apretada agenda electoral para dejarse caer por allí, pero al final apareció. Arcadio Díaz Tejera tenía pendiente un sancocho con un nutrido grupo de ex alumnas del internado de Fátima, en Ciudad Jardín, que acudieron a él cuando ejercía de Diputado del Común. Las doñas estaban muy preocupadas por el futuro que esperaba a ese centro una vez fuera abandonado por las madres Oblatas, que lo dirigieron durante muchos años. Y convocaron a Díaz Tejera a una reunión que, a juicio de las ex alumnas, fue muy fructífera. Así que se conchabaron para obserquiarle con un sancocho en Tafira “antes de que sea concejal” -dijeron unas- o “antes de que sea alcalde”, dijeron otras. Él no pronunció discurso alguno, ni sentado ni de pie; se limitó a reir, a comer cherne y a partir el enorme pan que le pusieron delante para distribuirlo entre los presentes.

Ellas sospechaban que no iba a tener un hueco en su apretada agenda electoral para dejarse caer por allí, pero al final apareció. Arcadio Díaz Tejera tenía pendiente un sancocho con un nutrido grupo de ex alumnas del internado de Fátima, en Ciudad Jardín, que acudieron a él cuando ejercía de Diputado del Común. Las doñas estaban muy preocupadas por el futuro que esperaba a ese centro una vez fuera abandonado por las madres Oblatas, que lo dirigieron durante muchos años. Y convocaron a Díaz Tejera a una reunión que, a juicio de las ex alumnas, fue muy fructífera. Así que se conchabaron para obserquiarle con un sancocho en Tafira “antes de que sea concejal” -dijeron unas- o “antes de que sea alcalde”, dijeron otras. Él no pronunció discurso alguno, ni sentado ni de pie; se limitó a reir, a comer cherne y a partir el enorme pan que le pusieron delante para distribuirlo entre los presentes.