Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Los jesuitas admiten por carta que tuvieron un cura abusador en Madrid
Radiografía y mapas de los ataques de Israel en Líbano: “Llevamos años esperando”
Opinión - La fiesta acaba de empezar. Por Esther Palomera

El Confital es suyo

Tremenda pelotera la que se armó este Jueves Santo en El Confital, la joya de la corona adquirida por el Ayuntamiento de Las Palmas. El personal, mayormente isletero, que pretendía acceder a la zona, se encontró con la desagradable sorpresa de que una valla se lo impedía. Así que, como no se le pueden poner puertas a la playa, arrancaron con el obstáculo tan ricamente. Alguien debió denunciar lo ocurrido porque de inmediato se presentó allí una amplia dotación de la Policía Local que colocó sus coches para impedir el paso de los vehículos privados. Fue entonces cuando se montó porque, al pedir una explicación, los vecinos sólo encontraron una respuesta de los agentes: “Hay una orden por la que no puede entrar en esta zona”. Eso sí, no explicaron los motivos de esa orden ni a qué se debía tanto celo. Alguien, quizá la misma persona que ordenó la prohibición, produjo la contraorden, y cuando el ambiente se tensaba al límite, a eso de las tres menos diez de la tarde, la Policía Local, reculó y permitió la entrada de la gente.

Tremenda pelotera la que se armó este Jueves Santo en El Confital, la joya de la corona adquirida por el Ayuntamiento de Las Palmas. El personal, mayormente isletero, que pretendía acceder a la zona, se encontró con la desagradable sorpresa de que una valla se lo impedía. Así que, como no se le pueden poner puertas a la playa, arrancaron con el obstáculo tan ricamente. Alguien debió denunciar lo ocurrido porque de inmediato se presentó allí una amplia dotación de la Policía Local que colocó sus coches para impedir el paso de los vehículos privados. Fue entonces cuando se montó porque, al pedir una explicación, los vecinos sólo encontraron una respuesta de los agentes: “Hay una orden por la que no puede entrar en esta zona”. Eso sí, no explicaron los motivos de esa orden ni a qué se debía tanto celo. Alguien, quizá la misma persona que ordenó la prohibición, produjo la contraorden, y cuando el ambiente se tensaba al límite, a eso de las tres menos diez de la tarde, la Policía Local, reculó y permitió la entrada de la gente.