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Al dentista sin pijama

Claro que refería a otro petróleo Nacho González, concretamente al que quiere que se explote en las costas lanzaroteñas para solaz y disfrute de las compañías que logren extraerlo. Pero no parece que ese sea en estos momentos el asunto más candente de la sociedad canaria. El asunto más candente es, créanlo, saber si los consejeros del Cabildo de Gran Canaria que se arreglaron la dentadura con cargo de los presupuestos públicos fueron en pijama al dentista. Así se apreció este lunes después de que Canarias7 publicara los datos ofrecidos por Rosa Rodríguez, consejera de Hacienda del Cabildo, sobre lo que costó a todos los grancanarios que los altos cargos de la Corporación se arreglaran la boca o se pusieran gafas en el pasado mandato, unos 105.000 euros los cuatro años. Con la muy saludable y encomiable intención de quitarlo del presupuesto y, de paso, meter un dedo en el ojo a la oposición, la irrefrenable Rosa Rodríguez filtró unos datos que producen sonrojo, no ya por las cantidades, sino por la confirmación de que en tiempos de crisis quizás debió la Corporación renunciar a esos privilegios, históricamente recogidos en los presupuestos tanto para los cargos públicos como para los funcionarios insulares. Legales, sí; inmorales, seguramente también. Pero en su inquietud indómita, Rosa Rodríguez se ha llevado por delante otras cosas.

Claro que refería a otro petróleo Nacho González, concretamente al que quiere que se explote en las costas lanzaroteñas para solaz y disfrute de las compañías que logren extraerlo. Pero no parece que ese sea en estos momentos el asunto más candente de la sociedad canaria. El asunto más candente es, créanlo, saber si los consejeros del Cabildo de Gran Canaria que se arreglaron la dentadura con cargo de los presupuestos públicos fueron en pijama al dentista. Así se apreció este lunes después de que Canarias7 publicara los datos ofrecidos por Rosa Rodríguez, consejera de Hacienda del Cabildo, sobre lo que costó a todos los grancanarios que los altos cargos de la Corporación se arreglaran la boca o se pusieran gafas en el pasado mandato, unos 105.000 euros los cuatro años. Con la muy saludable y encomiable intención de quitarlo del presupuesto y, de paso, meter un dedo en el ojo a la oposición, la irrefrenable Rosa Rodríguez filtró unos datos que producen sonrojo, no ya por las cantidades, sino por la confirmación de que en tiempos de crisis quizás debió la Corporación renunciar a esos privilegios, históricamente recogidos en los presupuestos tanto para los cargos públicos como para los funcionarios insulares. Legales, sí; inmorales, seguramente también. Pero en su inquietud indómita, Rosa Rodríguez se ha llevado por delante otras cosas.