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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El disputado voto de Quevedo: algo más que presupuestos

Ni Román Rodríguez ni ninguno de sus compañeros de la dirección de Nueva Canarias dudaron jamás de la rentabilidad del acuerdo electoral que alcanzaron para concurrir en la lista del PSOE a aquellas elecciones generales de 2015. Ni a las de 2016. Ni tuvo ninguna duda el PSOE de Canarias, que pudo sumar un supuesto diputado a sus resultados en unos aciagos momentos en los que Podemos le pisaba (y le pisa) peligrosamente los talones. Ninguno de los dos partidos llegaba en solitario y ambos se hicieron de muleta.

Pero, como siempre, ha sido Nueva Canarias la que ha sacado petróleo de sus acuerdos con el PSOE, como ocurriera en el mandato de José Miguel Pérez y Román Rodríguez al frente del Cabildo de Gran Canaria, que finalmente -previo paso fugaz del PP- ha desembocado en una disposición de poder inversa, con un presidente nacionalista al frente de la Corporación y el PSOE de segundo socio de tres. O con otro gobierno tripartito al frente de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria donde Nueva Canarias ya tiene una presencia destacable pese a ser el más débil del equipo que comanda el socialista Augusto Hidalgo.

Nueva Canarias siempre saca tajada. Lo está haciendo también en el Parlamento de Canarias, donde hace valer de una manera altamente rentable su cualidad de penúltima fuerza política, solo por delante de la Agrupación Socialista Gomera, de Casimiro Curbelo. En ocasiones da la sensación de que es Román Rodríguez el líder de la oposición, el que encabeza acciones tan decisivas como la reforma del sistema electoral, la remoción (cada vez más urgente) de la dirección de la Radiotelevisión Canaria, la renovación en los organismos dependientes del Parlamento (Diputado del Común, Audiencia de Cuentas, Consejo Consultivo) y hasta una moción de censura al Gobierno de Fernando Clavijo.

Pero donde indiscutiblemente se ha consagrado la estrategia de intermediación de Nueva Canarias ha sido en el Congreso de los Diputados. Ni siquiera la sempiterna Ana Oramas ha podido con la capacidad táctica de los de Román. El ansia por apuntarse los primeros a los presupuestos de Mariano Rajoy llevó a Coalición Canaria a desperdiciar minutos y minutos de telediarios y toneladas y toneladas de bytes, a pesar (y eso hay que reconocerlo) de haber arrancado un buen acuerdo de partida que, sin embargo, ahora quedará sepultado por lo que obtenga el disputado diputado Pedro Quevedo.

Porque, evidentemente, cortada la loncha de los 200 millones de inversión y la desvinculación de la financiación a Canarias de su Régimen Económico y Fiscal (REF), viejas aspiraciones despreciadas por el PP estos últimos cinco años, a Nueva Canarias le queda el terreno para el lucimiento político.

Una vez superadas las enmiendas a la totalidad y disparado el pistoletazo para la tramitación parlamentaria, a los Presupuestos Generales del Estado les queda poca capacidad para la maniobra. Ya se ha encargado el PNV de sacar la mayor mordida territorial con un acuerdo de financiación y de inversiones que -de haberlo alcanzado el PSOE- haría bramar a Fraga desde su tumba. Y a Rajoy y a sus hooligans en sus escaños en épocas no tan pretéritas. ETA volverá a ser “movimiento vasco de liberación” (Aznar, 1999) y los nacionalistas rupturistas, políticos leales y patrióticos socios. Con la misma población de Canarias, menos de la mitad de paro, más del doble de renta y un tercio de la pobreza que sufre Canarias (para lo que dedica tres veces más presupuesto), Euskadi ha hecho valer sus seis escaños para llevarse un acuerdo que ya quisiera Catalunya para sí. Y Canarias, por supuesto.

Pero a Mariano Rajoy le falta un voto, y salvo tamayazo en las filas de la oposición de izquierdas o en la oposición independentista catalana (y dos piedras), ese voto habrá de ser el de Pedro Quevedo. El PP tendrá que pasar por el aro de lo que pida el parlamentario de Nueva Canarias, y todo hace presumir que no será un voto inquietante para las cuentas del Estado porque de lo que se hablará estos próximos días será de política, de la política que gusta a la gente de Román Rodríguez.

Por ejemplo: la tramitación del Estatuto de Autonomía de Canarias no se paraliza ni de coña en el Congreso de los Diputados, y eso incluye devolver al primer plano la reforma del sistema electoral, una imposición que hará temblar a Coalición Canaria y que le recordará el principio político básico del sosiego y la templanza. O la imposición de una moción de censura en Canarias a la que, de momento, solo se oponen los dos principales aspirantes a la secretaría general del PSOE, Susana Díaz y Pedro Sánchez, tanto monta, monta tanto, contrarios a un acuerdo con el PP para gobernar juntos la autonomía. Y un guiño a los irreductibles defensores de la triple paridad: más que diputados, la barrera que han de vencer los canarios y las canarias de las islas menores en su día a día es la del transporte. Así que, Mariano, prepara un 75% de descuento en los billetes aéreos porque eso te va a tocar aflojarlo. Y se lo anotará Nueva Canarias justo cuando se dispone a celebrar, este mismo fin de semana en que Rajoy recala por aquí, su congreso nacional. Estar en el momento adecuado en el sitio adecuado. Como Morete.

Ni Román Rodríguez ni ninguno de sus compañeros de la dirección de Nueva Canarias dudaron jamás de la rentabilidad del acuerdo electoral que alcanzaron para concurrir en la lista del PSOE a aquellas elecciones generales de 2015. Ni a las de 2016. Ni tuvo ninguna duda el PSOE de Canarias, que pudo sumar un supuesto diputado a sus resultados en unos aciagos momentos en los que Podemos le pisaba (y le pisa) peligrosamente los talones. Ninguno de los dos partidos llegaba en solitario y ambos se hicieron de muleta.

Pero, como siempre, ha sido Nueva Canarias la que ha sacado petróleo de sus acuerdos con el PSOE, como ocurriera en el mandato de José Miguel Pérez y Román Rodríguez al frente del Cabildo de Gran Canaria, que finalmente -previo paso fugaz del PP- ha desembocado en una disposición de poder inversa, con un presidente nacionalista al frente de la Corporación y el PSOE de segundo socio de tres. O con otro gobierno tripartito al frente de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria donde Nueva Canarias ya tiene una presencia destacable pese a ser el más débil del equipo que comanda el socialista Augusto Hidalgo.