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El jefe de prensa del todo vale

No todo debería valer en esto de la política y su relación con el periodismo, por mucho que cada día nos sorprendamos con un nuevo maridaje o con una sonada ruptura de relaciones, con devolución de rosarios y otras reliquias demostrativas de lo que hubo. Lo de Soria con la prensa lo hemos venido relatando aquí desde hace muchos años, para regocijo de muchos de nuestros lectores y hartazgo de algunos otros, que insisten aún en que lo nuestro con este personaje es majadería personal. Les aseguramos que hemos buscado parangón y no existe. Porque no hay nadie que en la política de Canarias se haya atrevido jamás a traspasar los límites que ha traspasado de modo arrogante y soberbio este sujeto, ni ser humano capaz de las mayores tropelías conocidas por mantenerse en el machito, pisando cabezas, troncos y extremidades. Lo malo es que, en su arrebatadora y perturbada trayectoria pública ha conseguido contagiar a sus colaboradores de unos modales muy poco recomendables, cuando no directamente delictivos. Es el caso del pobre Juan Santana, ese maletilla que tiene a su lado para que le haga los vídeos de Youtube, le lleve la agenda de prensa y amenace a los medios con no se sabe muy bien qué irremediables males.

No todo debería valer en esto de la política y su relación con el periodismo, por mucho que cada día nos sorprendamos con un nuevo maridaje o con una sonada ruptura de relaciones, con devolución de rosarios y otras reliquias demostrativas de lo que hubo. Lo de Soria con la prensa lo hemos venido relatando aquí desde hace muchos años, para regocijo de muchos de nuestros lectores y hartazgo de algunos otros, que insisten aún en que lo nuestro con este personaje es majadería personal. Les aseguramos que hemos buscado parangón y no existe. Porque no hay nadie que en la política de Canarias se haya atrevido jamás a traspasar los límites que ha traspasado de modo arrogante y soberbio este sujeto, ni ser humano capaz de las mayores tropelías conocidas por mantenerse en el machito, pisando cabezas, troncos y extremidades. Lo malo es que, en su arrebatadora y perturbada trayectoria pública ha conseguido contagiar a sus colaboradores de unos modales muy poco recomendables, cuando no directamente delictivos. Es el caso del pobre Juan Santana, ese maletilla que tiene a su lado para que le haga los vídeos de Youtube, le lleve la agenda de prensa y amenace a los medios con no se sabe muy bien qué irremediables males.