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La negligencia del alcalde Bermúdez

23 de junio de 2021 23:17 h

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Algunos ya comparan a José Manuel Bermúdez, alcalde de Santa Cruz de Tenerife, con la recientemente reelegida presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La presidenta ha sabido explotar muy bien el casticismo y el madrileñismo como valor electoral, hasta el punto de haber acuñado sin acuñarlo una suerte de nacionalismo mesetario que ha triunfado acompañado de invocaciones mágicas a la libertad. Entendida casi exclusivamente como libertad de horarios para la hostelería.

El pase a la fase 3 de la isla de Tenerife era una decisión que estaba cantada desde que se fue confirmando la tendencia alcista de los contagios en la isla, y muy particularmente en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Por motivos que nadie ha logrado explicar muy bien, la capital de la isla ha disparado de manera brutal los índices acumulados hasta situarse a la cabeza de las urbes de más de 40.000 habitantes,

Lejos de asumir una actitud responsable y serena, el alcalde de la capital tinerfeña, acompañado a la batería por el portavoz del Partido Popular y concejal de Urbanismo, Carlos Tarife, se dedicó la tarde misma de este miércoles, en el minuto siguiente de la decisión del Gobierno de elevar a nivel de alerta 3 a toda la isla, a incendiar a la ciudadanía y a echarla contra el Ejecutivo, con la muy específica mención al  presidente y al vicepresidente, ambos naturales y vecinos de la isla de Gran Canaria. Una suerte de trasnochado victimismo insularista que tiene el recorrido que tiene, dada la orfandad en la que se han quedado los nostálgicos del despojo tras la desaparición del insustituible José Rodríguez Ramírez, editor y director de la penúltima etapa del periódico El Día.

Es una táctica tan antigua como burda. Cargar sobre la espalda del enemigo exterior, especialmente si es canarión, los males propios, los males que ha generado la ciudadanía tinerfeña con el concurso inestimable de sus autoridades. Porque ha sido José Manuel Bermúdez y su grupo de gobierno los principales instigadores de que la gente de Santa cruz creyera que la pandemia ya había pasado, o lo que es peor, que en esa cuidad ya nadie más se iba a contagiar desde que Coalición Canaria regresó al poder. Veamos algunos ejemplos.

1.- El expediente caducado a la jefa de la Policía Local. Nada más retomar el poder, Coalición Canaria consiguió un clásico de la casa: que el expediente abierto a la jefa de la Policía Local, Carmen Delia González, por haber participado en una fiesta de cumpleaños en la jefatura sin respetar las más elementales medidas de prevención anti-COVID, se caducara y quedara por lo tanto sin efecto. Bastó con retrasarse en el nombramiento del funcionario que debía tramitar el expediente para que, cuando llegara el momento, prevaleciera el derecho de la afectada a la caducidad de la acción administrativa. Se trata de la jefa del cuerpo que ha de denunciar y sancionar a los ciudadanos y ciudadanas que incumplen las normas de seguridad sanitaria durante la pandfemia. Mal ejemplo.

2.- 10.000 multas, 148 cobradas. El panorama al que se enfrenta la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife, ahora mismo en las manos políticas de la concejala tránsfuga Evelyn Alonso, es desolador. Sus agentes se enfrentan a la cruda realidad de pasarse el día empapelando a personas que incumplen las normas para que, a continuación, los servicios administrativos relajen su trabajo. De las casi 10.000 sanciones iniciadas por los agentes de la Policía Local, tan solo 148 acabaron siendo cobradas por el Ayuntamiento. Son datos oficiales hasta mayo pasado. Si a esto unimos que el grupo de gobierno de Coalición Canaria con el PP decidió desarbolar la Unipol, una división de la Policía Local creada por el alcalde Zerolo, del mismo partido que Bermúdez, para fortalecer sobre todo la vigilancia nocturna, que es cuando más infracciones suelen producirse a las restricciones COVID, ya tienen todos los números de la rifa al completo.

3.- En defensa de la hostelería. Al igual que la presidenta Díaz Ayuso, el alcalde Bermúdez ha puesto todo su empeño en defender al sector de la hostelería de cualquier inclemencia que pueda presentarse frente al disparo de los contagios. Los técnicos y los rastreadores que han analizado lo ocurrido en la isla y en su capital estas últimas semanas han concluido que gran parte de esos contagios se están produciendo en las reuniones sociales, incluidas las que se celebran en los locales cerrados. De ahí que hayan recomendado la drástica reducción de su actividad y su aforo, una medida dura pero que se considera necesaria para salvaguardar nuevamente el bien de la salud pública. El alcalde Bermúdez no quiere que el nivel de alerta 3 afecte a la hostelería, por ser más precisos, a los locales cerrados de la hostelería, mientras mantiene incoherencias como los parques públicos cerrados a partir de las siete de la tarde o se niega a aceptar la decisión del Gobierno de España de permitir la relajación en el uso de las mascarillas en espacios abiertos. Es el mismo alcalde que cuando Tenerife estaba en nivel 2 ya reclamaba que bajara a nivel 1 porque él consideraba que no iba a pasar nada, y ya vemos cómo son de fiables sus estimaciones.

Algunos ya comparan a José Manuel Bermúdez, alcalde de Santa Cruz de Tenerife, con la recientemente reelegida presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La presidenta ha sabido explotar muy bien el casticismo y el madrileñismo como valor electoral, hasta el punto de haber acuñado sin acuñarlo una suerte de nacionalismo mesetario que ha triunfado acompañado de invocaciones mágicas a la libertad. Entendida casi exclusivamente como libertad de horarios para la hostelería.

El pase a la fase 3 de la isla de Tenerife era una decisión que estaba cantada desde que se fue confirmando la tendencia alcista de los contagios en la isla, y muy particularmente en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Por motivos que nadie ha logrado explicar muy bien, la capital de la isla ha disparado de manera brutal los índices acumulados hasta situarse a la cabeza de las urbes de más de 40.000 habitantes,