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La culpa es de la anarquía

Desde que ETA no es un peligro inminente, el PP anda sumido en un mar de dudas tratando de encontrar un enemigo interior que pueda servirle para justificar sus indisimulados deseos de reprimir las protestas de la gente. Estos últimos días ha hecho correr la suerte de que detrás de determinados grupos violentos que estropean las manifestaciones están elementos de la anarquía organizada, antisistemas, vamos. No vamos a ponernos a discutir aquí la calidad de los datos que manejan las brigadas de Información de las distintas jefaturas superiores, y mucho menos de la central en Madrid, pero sí la facilidad con la que se extienden las primeras sospechas a todas las comunidades autónomas donde se protesta y, lo que es peor, la facilidad con la que se tiende a colgar la etiqueta de anarquista a todo bicho desafecto al régimen. En Canarias, donde las protestas se reproducen por encima de la media de las demás comunidades autónomas de nuestra dimensión por el lío en el que se ha metido el Gobierno con el petróleo, poco tardaron los sesudos jefes de la Supercomisaría en lanzar insinuaciones sobre la procedencia anarquista de determinados grupos de manifestantes. Tras los incidentes del miércoles en Telde y preguntados esos sabios policiales sobre el hostión que uno de los suyos propinó indebidamente a un manifestante, la respuesta fue muy elocuente: sí, vamos a investigar eso y todo lo ocurrido ese día. Es decir, se trata de investigar quién o quiénes pudieron estar detrás de la cacerolada que le montaron al ministro Soria en su ciudad natal al ir “sin pedir permiso” (obvio) a leer el pregón de las fiestas de San Juan. Porque de la investigación al policía de la mano ligera verán qué pronto se olvidan. Y nos olvidamos todos.

Ni ser ni estar

Un concejal del PP en Telde lo soltó la misma noche de autos en su cuenta en Twitter, aunque después borró su mensaje ante la evidencia del disparate: “Los alborotadores vinieron en guaguas fletadas, está confirmado”. Si nos fiamos de las fuentes, previsiblemente policiales, que alimentaron la teoría del edil en cuestión, estamos apañados. Menos mal que siempre tendremos a mano el brazo valiente y fornido del jefe superior de Policía, que ha pasado de no pegar ni un sello a ocuparse personalmente de las detenciones, retenciones o evacuaciones (no podemos precisar el término empleado porque la Policía no proporciona información) cuando hay ministro en los alrededores. Ya habrán visto la versión (que no podemos contrastar por cerrazón policial) que ofrece el dirigente de CCOO que asegura haber sido desalojado de la zona caliente el día de autos ni más ni menos que por el jefe superior, Valentín Solano. Y no podemos tener la versión policial porque, una vez solicitada por teléfono y vía mail, nos contestan con que no hay comentarios que hacer. Que un jefe tan dado al verbo como Solano, capaz de explicar a un inspector de policía purgado por haber investigado la corrupción del PP los motivos de su defenestración, debería ser un poco más diligente a la hora de ofrecer explicaciones públicas de los comportamientos de su gente. Menos mal que el PP de Telde ya se ocupó en un comunicado de salir en defensa de la Policía con argumentos como este: “Desde el Partido Popular de Telde queremos agradecer la labor callada que realizan los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que, con su mejor hacer, tratan de que todos puedan ejercer el derecho de estar donde quieren estar y mantener así el mayor nivel de convivencia cívica posible”. Es una pena que la labor no haya sido precisamente “callada”, porque el soplamocos propinado al manifestante por un agente sonó como una sacudida de alfombra de cuatro por cuatro. Y es otra pena que la Policía haya garantizado el derecho de las personas a estar donde quieren porque ni se podía estar donde no quería Solano, ni se podía entrar al pregón si no lo autorizaba el PP.

Cosas que sí debería hacer Solano

En vez de dedicarse a detener, retener o expulsar personalmente a ciudadanos que le resultan molestos, el jefe superior de Policía de Canarias debería dedicarse a cosas mucho más propias de su cargo y condición. Le sugerimos humildemente algunas:

1) Resolver con los sindicatos el criterio de las medallas y las distinciones, de manera que realmente se premie a los compañeros que lo merecen, y no a los que traen el café con leche.

2) Aparcar, aunque sea en horas de servicio, su fervor por la milicia y recordar que dirige un cuerpo que no está –de momento- militarizado.

3) Aclarar de manera inmediata, a ser posible ante el juez que instruye la causa, qué pasó con el hijo de un alto mando policial que soplaba a los malos lo que la Policía hacía en la causa en cuestión.

4) Aclarar de manera inmediata por qué se archivó el expediente abierto al hijo de ese alto mando policial

5) Informar sobre las soluciones que ha negociado para el traslado de la comisaría centro de su actual ubicación en el edificio de Usos Múltiples I

6) Permitir al gabinete de prensa de la Jefatura Superior que informe con más diligencia, o que por lo menos informe, de los casos de gran repercusión social en los que no está en juego ninguna causa penal

7) Explicar de dónde han sacado sus servicios de información eso de que estamos invadidos por peligrosas células anarquistas.

López Aguilar se lo piensa

Pues ya lo ven, empezó la carrera de primarias para la secretaría general del PSOE, con al menos cuatro candidatos confirmados: Eduardo Madina, Pedro Sánchez, Alberto Sotillos y Pérez Tapia. Habrá más, no se preocupen, y algunos menos después, porque es probable que alguno de los postulados se retire si no consigue los 10.000 avales necesarios o vea flaquear sus apoyos al acercarse el momento crucial. Las primarias socialistas, un experimento que tiene tanto de incierto como de expectante, ya está causando zozobra en la prensa de la derechona, que lo descalifica de principio a fin invocando –ahora- la importancia de tener un PSOE fuerte. Y seguramente en manos de dirigentes dóciles que negocien lo que nunca debió haber negociado ese partido, verbigracia, la reforma capitalista de la Constitución y la entrega al PP del Poder Judicial. Pero volvamos a lo que importa. A esos candidatos se podría unir el lunes Juan Fernando López Aguilar, que ha anunciado que se toma este fin de semana en Las Palmas para pensárselo. Ahora que nada depende del aparato del partido ni de las baronías, el canario vuelve a tener alguna posibilidad de hacerse un hueco en esa carrera. Tiene un discurso brillante, que enlaza con los sectores más a la izquierda del núcleo duro en aspectos tales como la lucha contra la corrupción y contra los poderes ocultos y su irreductible posicionamiento en pro de la igualdad y del reparto equitativo de la riqueza. Sus debilidades están en la distancia corta, en su incapacidad para transformar ese discurso en complicidades, lo que automáticamente se convierte en una apariencia de egocentrismo que tira para atrás a muchos. Su pérdida de apoyos orgánicos la puede contrarrestar con los de la militancia, pero se enfrenta a adversarios con más tirón mediático con los que tendrá que combatir descrestando un poco sus cargadas frases y volcándose en una campaña nacional en la que está más ducho que el resto. Su otra duda es vital: además del esfuerzo que habría de hacer en esa campaña de primarias, en el caso de ganar tendría que trasladarse a vivir a Madrid y compaginar el cargo de secretario general con el de eurodiputado. Y luego, congreso del partido, y luego elecciones, y luego diputado nacional… Hay que tener muchas ganas.

Desde que ETA no es un peligro inminente, el PP anda sumido en un mar de dudas tratando de encontrar un enemigo interior que pueda servirle para justificar sus indisimulados deseos de reprimir las protestas de la gente. Estos últimos días ha hecho correr la suerte de que detrás de determinados grupos violentos que estropean las manifestaciones están elementos de la anarquía organizada, antisistemas, vamos. No vamos a ponernos a discutir aquí la calidad de los datos que manejan las brigadas de Información de las distintas jefaturas superiores, y mucho menos de la central en Madrid, pero sí la facilidad con la que se extienden las primeras sospechas a todas las comunidades autónomas donde se protesta y, lo que es peor, la facilidad con la que se tiende a colgar la etiqueta de anarquista a todo bicho desafecto al régimen. En Canarias, donde las protestas se reproducen por encima de la media de las demás comunidades autónomas de nuestra dimensión por el lío en el que se ha metido el Gobierno con el petróleo, poco tardaron los sesudos jefes de la Supercomisaría en lanzar insinuaciones sobre la procedencia anarquista de determinados grupos de manifestantes. Tras los incidentes del miércoles en Telde y preguntados esos sabios policiales sobre el hostión que uno de los suyos propinó indebidamente a un manifestante, la respuesta fue muy elocuente: sí, vamos a investigar eso y todo lo ocurrido ese día. Es decir, se trata de investigar quién o quiénes pudieron estar detrás de la cacerolada que le montaron al ministro Soria en su ciudad natal al ir “sin pedir permiso” (obvio) a leer el pregón de las fiestas de San Juan. Porque de la investigación al policía de la mano ligera verán qué pronto se olvidan. Y nos olvidamos todos.

Ni ser ni estar