La carrera ficticia de las empresas por hacerse con un hueco en la ‘mina de oro’ de la eólica marina
El mito de El Dorado llevó a miles de personas a emprender viajes suicidas a través de las selvas y montañas de Sudamérica. Se creía que había una ciudad perdida en algún lugar del continente hecha de oro y esmeraldas gracias a los ricos minerales que guardaba, una especie de lugar soñado expuesto por primera vez en el siglo XVI en los textos del escritor Juan Rodríguez Freyle (Colombia, 1566). Hubo decenas de expediciones, especialmente de ingleses y españoles, para conquistar la tierra prometida. Pero nunca se encontró. Y la leyenda de El Dorado se marchitó con el tiempo.
En Canarias, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha recuperado la historia para referirse a la eólica marina. El Archipiélago es la mina de oro de esta nueva tecnología gracias a sus “alisios benditos” y desde hace años se encuentra “en el radar de los desarrolladores”. Con el reciente impulso que ha dado el Gobierno autonómico al publicar su estrategia de las renovables marinas, las compañías se frotan las manos ante el inminente despegue que le espera al sector. Pero aún quedan muchos puntos por definir y todos los proyectos que están anunciando las empresas, en la teoría pintan muy bien, pero en la práctica significan poco. Nadie tiene garantizado un puesto en el mar de las Islas.
“La sensación es que hay mucho ruido y pocas nueces”, resume el director general de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), José María González. “Hay empresas que han iniciado procedimientos porque la ley de 2007 se los permite. Pero en todo caso, falta decisión por parte del Gobierno nacional para saber cómo se va a ordenar todo esto. Las compañías están defendiendo sus intereses, pero no sabemos mucho más”.
Hay un documento clave que aún no se ha hecho oficial: el plan de ordenación del espacio marítimo de la demarcación canaria (POEM). En 2020 se publicó un borrador de 365 páginas que anticipa por dónde irán los tiros y en qué zonas quedará encuadrada la eólica marina, pero su aprobación final se ha retrasado, como asegura Tomás Romagosa, director técnico y coordinador del grupo de trabajo de Eólica Marina en la Asociación Empresarial Eólica (AEE).
“Aún se debe marcar el camino. ¿Qué condiciones van a tener que cumplir los parques eólicos? ¿Se va a convocar una subasta? El Gobierno debería, para evitar toda la confusión, lanzar un borrador de calendario y unas reglas para que los agentes empresariales y políticos sepan cómo se va a desarrollar todo esto”, apunta.
Demasiada oferta para la poca demanda
La “confusión” que menciona Romagosa es la que ha llevado a la población canaria a creer que sus postales veraniegas en las playas se verán embarradas por la aparición de molinos de viento en el agua. A que las instituciones locales, cabildos y ayuntamientos, también piensen lo mismo. Se han presentado tantos planes, que algunos de ellos se interfieren entre sí. Otros están fuera de los emplazamientos de interés que define el POEM. Y la suma de todos ellos da una potencia en megavatio-hora (MW) inasumible por parte de las Islas.
Dice José Antonio Valbuena, consejero de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias, que el Archipiélago necesita 2.500 MW de eólica marina para 2040. Lo sorprendente es que hay potencial para alcanzar hasta los 14.000 MW, casi el doble de la demanda de eléctrica registrada en la comunidad autónoma en 2020. La patronal está aprovechando ese recurso explotable para levantar la mano y presumir de ser la bandera para la descarbonización. Más ahora, cuando la guerra en Ucrania ha disparado el precio del gas y ha vuelto a retratar las lagunas históricas del mercado eléctrico.
Esta semana pasada, la empresa gallega Greenalia ha realizado un tour en Canarias para reunirse con el presidente autonómico, Ángel Víctor Torres, y el consejero Valbuena para trasladar sus intenciones en el sur de Gran Canaria: construir cinco parques eólicos marinos (denominados Gofio, Dunas, Mojo, Guanche y Cardón) con una potencia estimada de 250 MW.
La iniciativa ya ha obtenido la autorización en materia de servidumbres aeronáuticas por parte de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) y prevé una inversión, solo con el primer parque, de entre 175 y 200 millones de euros. La compañía ha pedido el apoyo de los fondos de reconstrucción europeo Next Generation para su construcción. “Es el que cuenta con mayor madurez en España, especialmente tras la moratoria establecida por el Gobierno estatal en 2021 para nuevas propuestas”, apunta la mercantil.
Por qué las empresas están preocupadas por los POEM
El responsable de la firma Blue Lines Renewables, socio de Greenalia en Canarias, Juan Amate, ha criticado en la Cadena SER el laberinto burocrático con el que se están topando y ha deslizado la idea de que la implantación de aerogeneradores flotantes en el agua se apruebe sin los planes de ordenación. De hecho, ha sugerido que son “un problema”. “En Europa”, ha dicho Amate, “a día de hoy hay 40 GW en operación y 150 GW en un avanzado estado de tramitación sin POEM, sin política de espacios marítimos. Estamos hablando de mares mucho más condensados de los que tenemos tanto en la España peninsular como en Canarias. No tiene sentido esperar a todo este tipo de elementos”.
Tanto la APPA como la AEE también han criticado los POEM. Saben que debido al importante número de actividades marítimas que rodean a las Islas se acorta la franja de explotación de la actividad eólica. “El sector está un poco alarmado por un posible recorte de zonas con respecto a los primeros borradores. Ha habido alegaciones de muchas entidades, pero últimamente la pesca está ejerciendo una presión muy agresiva”, explica Romagosa. “Además, si las zonas están alejadas de la costa y a mucha profundidad, los parques eólicos no van a ser económicamente eficientes”. El de Greenalia, por ejemplo, contaría con molinos de viento a dos kilómetros de la playa en Pozo Izquierdo, Santa Lucía de Tirajana (Gran Canaria).
El tema de los planes de ordenación no es ningún capricho. Lo que se haga en el mar es competencia del Estado. Y sin normativa previa, podría reinar la ley de la selva que ya ha imperado en Canarias. Fuentes del Cabildo Insular de Gran Canaria advierten de esta situación, conscientes de que la instalación de los primeros molinos de viento en tierra se hizo de forma descoordinada favoreciendo el nacimiento del fenómeno SPAN (en inglés NIMBY), que significa “sí, pero aquí no” como rechazo a la penetración de energías renovables en el entorno más cercano. Existe el temor de que pueda pasar lo mismo en el océano.
“Las renovables en tierra están siendo demonizadas en toda España”, confiesa Valbuena. “Cuando se empezaron a colocar, cogió a todas las administraciones con el pie cambiado porque no había planificación. Con los POEM, eso se pretende evitar. El Gobierno de Canarias está pendiente de una reunión con la Secretaría de Estado de Medioambiente para pulir los últimos detalles del plan”. El consejero admite que, según el borrador, hay algunas regiones de interés prioritario para la actividad eólica que no serían aprovechables por distintos motivos, como las pendientes del fondo marino o la profundidad del mar.
Sin reglas ni Chira-Soria no habrá parques eólicos marinos
Lo primero que llegará es el POEM. Luego, el Gobierno nacional deberá planificar cómo y quién va a acceder a los espacios que delimite el documento estratégico. Lo más probable, según apuntan tanto Romagosa como González, es que se convoquen subastas competitivas o concursos y que la mejor empresa, la que cuente con el proyecto más económico, así como de generación de empleo e impacto social, se lleve la puja.
De ahí que todo lo que se esté promocionando ahora caiga en saco roto, porque ni siquiera se han definido los criterios del procedimiento de contratación que vertebrará al sector. Se desconoce si un parque específico en un lugar concreto lo va a montar Enerocean o Iberdrola o Greenalia o Equinor o Bluefloat Energy y Sener. “Las empresas están analizando la zona para cuando llegue la subasta. Pero solo habrá un ganador”, recuerda Romagosa.
Y por otro lado, aún faltan mínimo cinco años para empezar a ver movimiento de verdad. Según Valbuena, Canarias no puede absorber en estos momentos la energía que produciría un molino flotante porque el sistema eléctrico en las Islas es muy débil. Lo que generaría el aerogenerador podría terminar sin llegar a las casas. Así que solo con Chira-Soria, la central hidroeléctrica que pretende almacenar energía en forma de agua y espera estar operativa a partir de 2027, remarca el consejero, tendría sentido ver parques eólicos marinos en las aguas de las Islas.
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