Ni infanticidio ni sacrificio ritual, la dura realidad de nacer hace mil años en Canarias

Un recién nacido conservado en una vasija cerámica (siglo XI a XII) que se recuperó del yacimiento de Cendro

Efe

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La presencia de recién nacidos en los lugares funerarios de los antiguos canarios es tan escasa que, cuando en un yacimiento aborigen afloran los restos de bebés, se disparan las teorías. Es el caso de Cendro, en Telde, cuyo nombre se ha asociado con un supuesto sacrificio ritual de niños o, al menos, con un control de la población a base de infanticidios.

Sin embargo, seis investigadores de la sociedad Tibicena Arqueología y Patrimonio, el Museo Canario, la Universidad de La Laguna y el Cabildo de Gran Canaria publican este mes un artículo en la revista International Journal of Osteoarchaeology que no solo refuta esas dos hipótesis, sino que formula una explicación alternativa sobre lo que evidencian esos restos óseos de bebés: así de duro era nacer en la Canarias aborigen de hace mil años.

Las crónicas de la Conquista de Canarias recogen en varios pasajes el relato de cómo los primeros habitantes de las islas practicaban un control poblacional cuando la supervivencia del grupo se veía comprometida por una larga sequía o por una falta de alimentos, control que solía consistir en matar a las niñas recién nacidas.

Eso es lo que algunos historiadores han querido ver en los restos de Cendro, una de las “ciudades” más importantes de Gran Canaria cuando llegaron a la isla los castellanos en el siglo XV junto a su vecina Tara, con la que llegó a sumar 14.000 casas, parte levantadas sobre suelo, parte excavadas en cuevas (Leonardo Torriani, 1592).

En ese lugar, hace años que el desplome del terreno en una zona de grutas ha dejado al descubierto numerosos restos humanos, todos de niños pequeños y recién nacidos, cuyos huesos fueron conservados en su día por sus familiares en un contexto doméstico, no funerario.

El control de la población

Para quienes sostienen la teoría del infanticidio, los recién nacidos de Cendro son las víctimas de uno de esos momentos en los que se asesinaba a las niñas para contener el crecimiento de la población. Los restos no presentan lesiones ni rastros de heridas, pero los autores admiten que se puede matar de varias formas a un neonato sin dejar rastro de esa acción en los huesos.

Ahora bien, apuntan, el 75% de los huesos de neonatos recuperados en Cendro corresponden a varones. ¿Cómo casa eso con la práctica del feminicidio infantil como fórmula de control de la población?

La segunda teoría sobre ese yacimiento de Telde lo describe como un tofet; es decir, como el lugar donde se depositaban los restos quemados de niños pequeños víctimas de un sacrificio ritual colectivo en las antiguas culturas fenicias y púnicas, con las que en ocasiones se ha pretendido relacionar a los antiguos canarios.

Los arqueólogos y especialistas en ADN antiguo que firman este artículo recuerdan que no solo el supuesto origen púnico de los canarios ha sido rebatido hace tiempo (la genética acredita que los aborígenes de las islas eran bereberes), sino que además los primeros habitantes de las islas llegaron a Canarias en el primer milenio de nuestra era, cuando ya hacía mucho tiempo que ese tipo de sacrificios infantiles rituales habían caído en el olvido en las culturas mediterráneas que los habían practicado.

Pero, además, ninguno de los huesos infantiles de Cendro está quemado. Otro detalle que no encaja en un supuesto tofet.

Un 30% de mortalidad al nacer

¿Qué muestra, entonces, ese yacimiento de Gran Canaria? Los autores de este trabajo ven en esos restos infantiles el reflejo claro de lo duro que era parir, y nacer, en aquellas sociedades aborígenes. A su juicio, esta tesis la apuntalan varios datos objetivos de contexto, al contrario que la de los infanticidios.

Esos restos no están en urnas, ni junto a otros restos animales u objetos que delaten una finalidad votiva (no parecen “ofrendas” a los dioses); la mayoría corresponde a niños nacidos entre las semanas 36 y 37 de gestación, las mismas en las que la literatura médica sitúa la mayoría de las muertes naturales de neonatos; y el 75 % son niños, lo que concuerda con la mayor exposición genética y biológica de los varones a la muerte perinatal, “lo que parece ser un fenómeno universal y atemporal”, subrayan los autores.

“Ante la falta de evidencias directas de infanticidio, teniendo en cuenta las elevadas tasas de mortandad natural que serían de esperar en esta población y la distribución de edades de muerte descritas, todo apunta a que los depósitos de Cendro reflejarían un patrón natural de mortandad perinatal. Individuos fallecidos en un rango muy concreto (mortinatos, fetos a término o poco después de nacer) a los que, además, se les confiere un tratamiento mortuorio particular, al ser inhumados en un contexto doméstico”, exponen.

De hecho, hoy hay estudios que sugieren que en aquellos momentos, siglos X a XIV, morían en Canarias del 20 al 30 % de los recién nacidos.

¿Por qué los enterraban “en casa”? Es un comportamiento habitual en las sociedades bereberes del norte de África de las que descendían los antiguos canarios, responden los investigadores, testimonio de “un sistema de creencias sobre fertilidad, protección y perpetuación del nexo con el grupo de origen”. En la actualidad, Cendro no es ya un caso aislado y han aparecido en Canarias más restos de bebés conservados en contextos domésticos, no funerarios.

Este trabajo es el resultado de una investigación impulsada por el Museo Canario, a cargo de Verónica Alberto (Tibicena), Teresa Delgado (Museo Canario), Alejandra C. Ordóñez (ULL), Javier G. Serrano (ULL), Rosa Fregel (ULL), Javier Velasco (Servicio de Patrimonio del Cabildo de Gran Canaria). 

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