Cuando el lugar ideal para vivir se convierte en una irrespirable tormenta de arena, machaqueo de áridos y degradación ambiental

Polvo en suspensión volando hacia Castillo del Romeral desde el Norte.

Adrián Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Un centenar de familias se instaló en la urbanización Santa Cruz del Romeral buscando comodidad y tranquilidad a buen precio en la costa de San Bartolomé de Tirajana, el municipio turístico por excelencia de la isla de Gran Canaria. Muchos creyeron haber encontrado el enclave ideal, con espacio, sol y buena accesibilidad, pero con el tiempo han visto sus sueños convertidos en un infierno de viento y arena.

“Cuando le enseño la casa a mi familia, es difícil explicarles lo que vivo”, dice Miriam, que compró una casa en esta extensión del tradicional barrio de pescadores de Castillo del Romeral un año después de su llegada a la isla desde su Paraguay natal. “En invierno esto es un paraíso, pero en cuanto empieza el viento en verano, aquí no se puede vivir”.

Como todos sus vecinos, tiene que barrer múltiples veces al día y busca maneras de mantener el polvo a raya. Algunos tienen aspiradoras industriales en sus casas y otros han optado por instalar puertas dobles, poner redes en las ventanas o incluso sellar con pegamento algunos de los accesos a sus viviendas, pero sus esfuerzos a menudo son en balde.

“Con que haya un agujero del tamaño de la cabeza de un alfiler, el polvo se va a colar”, dice Joseph, un vecino jubilado de origen británico que se lamenta de no poder pasear por el barrio ni usar los exteriores de su vivienda. “En casi cinco años que llevo aquí, he utilizado la piscina tres veces. Si le quito la cobertura, en cuestión de horas se convierte en barro”, dice.

El problema no es solo cuestión de limpieza y comodidad, ya que el polvo puede entrar en los ojos, la garganta y los pulmones de los habitantes de la zona, causando irritación y agravando las afecciones respiratorias, lo cual es de especial preocupación durante la pandemia de COVID-19. Victorio Perera, médico especialista en medicina familiar y comunitaria que fuera director del centro de salud de Castillo de Romeral durante cinco años, alerta del impacto del polvo en suspensión. Señala que, además de causar irritación y elevar la prevalencia del asma y las alergias, sirve de transporte para otros contaminantes como las emisiones tóxicas de la autopista y la central térmica cercanas.

Perera apunta que, de acuerdo con los informes de la OMS, la polución atmosférica reduce en ocho meses la esperanza de vida en la Unión Europea, y advierte que “ahora nos hemos tenido que encerrar por un virus, pero en el futuro puede ser por la degradación ambiental”. Mientras, los vecinos bromean sobre su amplio conocimiento sobre el uso de mascarillas: “Ahora las lleva todo el mundo, pero nosotros nos las tenemos que poner cada día”.

Los vecinos ven en el Barranco de Tirajana el origen de sus problemas. De las cuatro empresas mineras que había en su momento en la zona, tras el traslado de Ramos Gil y el cierre por orden orden del Ayuntamiento de Machacadora Domínguez - que ha sido recurrido por la empresa - quedan dos en activo: Pedro Mendoza y Horcasa. El Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana ordenó el cierre de Horcasa en 2017, pero la empresa ha recurrido la decisión ante los tribunales y continúa machacando minerales en el barranco. Los vecinos denuncian que incumple la normativa al tener cúmulos de sedimentos de más de tres metros de altura.

Es más, el abogado de los vecinos, Antonio Hernández, denuncia que la invasión del polvo de las industrias en las casas vulnera los derechos fundamentales de sus representados y la inviolabilidad de sus viviendas.

El polvo proveniente de la industria es un polvo muy fino y, por lo tanto, especialmente nocivo para la salud y difícil de mantener a raya. Sin embargo, gran parte del polvo que cubre la urbanización es más grueso y proviene de los terrenos colindantes, muchos de ellos campos abandonados.

Los vecinos aseguran que el problema se ha agravado en los últimos cinco años, y puede que se deba a la aceleración de la desertificación debido al abandono del campo y al cambio climático. Imágenes aéreas muestran cómo los invernaderos de la zona se han abandonado progresivamente, desapareciendo los cultivos que agarraban los sedimentos al suelo y los invernaderos que los cubrían.

Leví García, geólogo del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG), advierte que este es un problema que afecta a gran parte del sureste grancanario, lugar de fuertes vientos durante los meses verano donde solía haber grandes plantaciones de tomates antes del desarrollo turístico de la isla. “Aquí había entradas de arena donde crecían matorrales pequeños que se adapta a la aridez, pero la agricultura intensiva usaba químicos que esterilizaron la arena y la tierra, haciendo imposible que crezca ya ninguna vegetación que agarre la arena”, dice.

El investigador añade que la estructura de la prisión y sus muros exteriores, contra cuya construcción protestaron fervientemente los vecinos de Castillo del Romeral por el arena que levantaba, también puede haber afectado los flujos del viento en la zona, agravando el problema.

Un posible remedio sería plantar árboles o crear zonas verdes que creen una barrera vegetal rodeando la urbanización, como se ha hecho en otros espacios del sureste de la isla. Los vecinos denuncian que el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana ha abandonado la verja que colocó y los árboles que plantó en su momento, dejando que el viento y la falta de agua los destruyeran.

El concejal de Vivienda de San Bartolomé de Tirajana, Alexis Moreno (CC), dice que ha discutido la situación con el grupo de gobierno [formado por PSOE, Nueva Canarias, CC y Ciudadanos] y están buscando una solución. Asegura también haber visitado a los afectados, aunque la presidenta de la Asociación de Vecinos dice no recordarlo.

A la espera de soluciones, los vecinos que pueden, huyen de sus casas los meses de verano. Los que no, se arman de paciencia, se cubren todo lo posible e intentan seguir con su día a día viviendo en bajo el acoso de una tormenta de arena constante. 

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