Guanches: 'El héroe propio o la otra cara de la historia', por Teodoro Ríos
No cabe la menor duda de que los acontecimientos históricos son contados por los vencedores en su relato global y que la versión de los vencidos queda disminuida y relegada a datos más o menos constatados y testimoniales. Pero ¿dónde nacen los relatos? ¿Quiénes los construyen? ¿Por qué su necesidad? La respuesta, en orden inverso, sería: son necesarios como pegamento para un colectivo, una sociedad, una cultura; los construyen los creadores, pensadores y personas con capacidad de análisis a raíz de las tradiciones orales y las experiencias vitales colectivas; nacen de la propia necesidad de una identidad.
Los guanches, parte importante de nuestra historia
Etnia que fue derrotada tras la confrontación de dos culturas desiguales. Una, la más avanzada, entrando en el Renacimiento, y la otra, la más atrasada, en la protohistoria, en un Neolítico forzado, pero no por ello despreciable o menos válida. Etnia de procedencia norteafricana, líbico- bereber, que llevaba un par de milenios asentada en estas Islas, que tenía su cultura, su organización social, su religión, sus dioses, que observaba gran respeto por las mujeres y que momificaba a sus muertos, como los antiguos egipcios o lo peruanos precolombinos, dando alto significado y trascendencia al concepto de la vida después de la vida.
En desesperado esfuerzo intentaron parar su destino; lo consiguieron temporalmente. Lucharon con bravura para defender sus islas, sus familias, sus hijos, sus creencias. Después, el rodillo de la historia, implacable, les pasó por encima.
Pero, atención, no estoy haciendo un acto de presentismo, es decir, juzgar la historia con la visión de hoy, más de 500 años después. La historia es la que es y no podemos pretender cambiarla, ni siquiera juzgarla, solo entenderla, estudiarla e interpretarla, por la misma razón implícita en el lema de nuestro Festival Internacional de Cine Histórico de San Cristóbal de La laguna (FICHLA) que a finales de 2018 hizo su tercera edición.
“Conocer la historia es importante para entender el presente y prever el futuro”
El cine, y el audiovisual en general, como gran medio de comunicación de masas, es esencial para visualizar relatos y reconstruir hechos pasados, la historia.
La historia tiene, inicialmente, una cara: la escribe el vencedor y se repite sistemáticamente. Pero, en realidad, suele tener dos caras. Lo importante es conocer y entender ambas para ser justos y tener una visión más certera de lo que realmente ocurrió.
En nuestra cinematografía (Teodoro y Santiago Ríos) hemos tocado siempre temas relacionados con nuestra tierra, con historias propias y originales. Como ejemplo, los largometrajes Guarapo (1988), Mambí (1998) y El Vuelo del Guirre (2007), o el documental histórico Los Guanches (1996), que es el vídeo oficial del Museo de la Naturaleza y Arqueología, o el videoclip La Cantata del Mencey Loco (1994) o la recreación histórica Nelson, el Ataque (2008), sin olvidar el villancico Una sobre el mismo mar (1994). Estas, junto a muchas otras obras, reflejan nuestro compromiso con nuestra tierra y nuestra historia, tras 40 años de trabajo.
Aporto estos antecedentes, para decirles que estoy hablando de cultura, de historia, de autoestima, de identidad, y de reconocimiento de lo propio. No estoy hablando de revanchismo, ni de independencia, ni de violencia, ni de separatismo. Vivimos, en una época de gran avance social, de paz y de libertades como nunca ha vivido la humanidad y de la que somos afortunados protagonistas. Estoy hablando de reconocimiento y de amor hacia una cultura extinguida, que merece todo nuestro respeto y cariño, especialmente para esas madres primigenias que sufrieron más que nadie y que nos legaron, como si de un mensaje por el espacio tiempo se tratase, a través del ADN mitocondrial, la herencia genética que aún portamos hasta en un 56%, según las últimas investigaciones.
Es decir, también somos guanches. Después del drama y la violencia de la Conquista, el tiempo pasó, cicatrizaron las heridas, se olvidó el horror, se olvidaron los agravios y el mestizaje hizo el resto, para hacer de nuestro pueblo uno y traernos al día de hoy. Y planteo esta necesidad de amor y reconocimiento por algo muy importante: porque reconociéndolas a ellas nos vamos a reconocer a nosotros mismos.
El imaginario humano necesita identificarse con algo o con alguien que nos sirva de referente, es natural y recurrente. La primera aparición en la literatura occidental de la idea de unas “islas dichosas, felices o afortunadas” en las que residen héroes o almas tiene lugar hacia la segunda mitad del siglo VIII a. C. en Los Trabajos y los Días de Hesíodo. Así, la mitología y las referencias de los clásicos griegos como Platón, Apolodoro, Eurípides, etc., nos conectan, de forma directa, con los Campos Elíseos, las Islas Afortunadas, el Jardín de las Hespérides, la Atlántida y con los héroes que en ellas habitaban.
¿Y nosotros? ¿Por qué no aceptamos como referente a Bencomo, Tinguaro, Tegueste, Acaymo, Beneharo, Guacimara, Bentor, Doramas, Maninidra, Bentejuí, Tanausú...? Después de la dura resistencia ofrecida en Gran Canaria con la muerte de Doramas y la rendición de Maninidra y Tenesor Semidán (rebautizado Fernando Guanarteme) (1481), le tocó el turno a La Palma (1492). Tanausú ofreció encarnizada batalla en La Caldera de Taburiente (Aceró) para ser, finalmente, derrotado y apresado. Ya solo faltaba por conquistar Tenerife.
Gloria guanche en Acentejo
Hubo un momento de gloria guanche en el barranco de Acentejo (La Matanza, en mayo de 1494) cuando lograron derrotar y poner en huida a un Alonso Fernández de Lugo herido y diezmar gravemente a las fuerzas invasoras, ocasionándoles una de las mayores derrotas nunca sufrida por los conquistadores españoles, incluida la conquista de América.
Hubo un momento de heroísmo sublime en la batalla de Aguere (noviembre de 1495) en el mayor enfrentamiento habido en Canarias entre ambos bandos, con el sacrificio de Bencomo y Tinguaro. Y hubo un momento de amarga derrota y pérdida de toda esperanza, nuevamente en Acentejo (La Victoria, en diciembre de 1495), último acto de resistencia significativo en Tenerife.
Pero también cayó Troya y también murieron Héctor y Aquiles. ¿Por qué no conectarnos de forma decidida con ese imaginario que es parte de nuestra cultura occidental?
Hay un sentimiento en el canario que le lleva a la duda en cuanto a su identidad, que refleja su baja autoestima, más o menos generalizada, un sentimiento de inferioridad que le hace sentirse huérfano de algo intangible, y se nos nota. ¿Y entonces? ¿Dónde se oculta nuestra identidad, que no somos capaces de encontrarla? Se oculta en la otra cara de la historia, la que padeció y sufrió el pueblo vencido, cuyo relato fue sustituido a hierro y fuego por el relato del vencedor.
Nos miramos al espejo del relato impuesto y no nos reconocemos del todo, algo nos falta. No nos sentimos orgullosos de lo ocurrido, no lo tenemos como un ejemplo a seguir, no es edificante ni especialmente memorable. Consecuentemente, es necesario, sin duda, mirarnos al espejo de la otra cara de la historia, con detenimiento, sin prisas, con sinceridad, con autocrítica, sin tabúes, sin prejuicios y, quizá, posiblemente ahí, intuyo, nos reconoceremos. Ese espejo reflejará nuestra imagen real, nuestra identidad, que incluye nuestro pasado precolonial, que se traducirá, como siempre ha sido a lo largo de la humanidad, en nuestra identificación como colectivo, dejando atrás débiles autoestimas y sentimientos de inferioridad.
'Tinguaro, el Héroe Propio'
Al conversar sobre el tema he encontrado cierto miedo o aprehensión en autoridades, en amigos, en desconocidos. Pero, por otro lado, también interés, afirmación y apoyo al mismo nivel. No cabe duda de que es un tema controvertido y que lleva a sentimientos encontrados. Precisamente, a mi entender, esos miedos justifican el argumento. La historia hay que afrontarla en toda su plenitud, nos guste o no, porque no lograremos avanzar cultural ni socialmente si no lo hacemos. Ni siquiera evolucionar como individuos.
Hace dos años que estamos tratando de levantar un proyecto titulado Tinguaro, el Héroe Propio sobre la batalla de Acentejo, en una versión que incluye varias disciplinas del audiovisual, como son teatro, cine, escenografía al aire libre y utilización de proyecciones digitales. Pero cuando ya se había dado luz verde al proyecto, surgen impedimentos misteriosos que lo abortan, además, sin muchas explicaciones, con excusas poco sustanciadas.
Si seguimos encontrando dificultades provenientes, a mi entender, de miedos inadmisibles, tendremos que ir a buscar el apoyo a través de un crowdfunding. Estamos seguros de que el tema despertará gran interés en muchas personas. ¿Y qué sucederá? ¿Se caerá el mundo? Pues no creo. Sucederá lo que siempre ha sucedido, que entonces se fijarán en nosotros, se sorprenderán con una historia desconocida y nos admirarán, y tendremos, por fin, un relato propio por el que se interesarán, porque es distinto, sugerente, nos verán con otros ojos, en otra dimensión, con respeto.
Y este será nuestro relato al mundo. Nuestra nueva, sorprendente, atractiva, mítica y única marca de identidad, íntimamente ligada a nuestra historia real y completa. Podemos decir que nuestro presente es brillante. Ya no necesitamos emigrar, por el contrario, recibimos millones de turistas y muchos se quedan a residir. Vivimos en unas islas que, en verdad, se asemejan al Jardín de las Hespérides de Hesíodo, aunque aún haya mucho trabajo por resolver para las necesidades que se consideran socialmente inexcusables hoy en día (los servicios sociales, la sanidad, la educación, el paro, etc.). Pero el pasado tiene lo que no tiene el presente, ni se le espera, épica y héroes.
Hay que poner en valor nuestra protohistoria, no ocultarla. El pasado precolonial, el histórico y el presente son nuestra realidad y han de ir de la mano, son nuestros valores.
No hay que confrontar, aunque haya habido confrontación, hay que actuar con generosidad y sentido de la historia. La ecuación no es silencio o independencia, ignorancia o revanchismo. España es hoy una nación nueva, moderna, democrática, con todas las libertades esenciales reconocidas en su Constitución, totalmente integrada en Europa, con una muy importante, rica y densa historia, llena de hechos y acontecimientos de gran trascendencia universal, con todas sus luces y sus sombras, al igual que cualquier otro país, nación o estado.
Aportemos esa otra cara de la historia, que es la nuestra, e integrémonos, sin prejuicios, en la historia universal.
“La historia se conoce, los héroes existieron, ahora solo hemos de contarlo al mundo”.
Teodoro Ríos Marrero