'La Partida' también puede estar en tus manos

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

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Esta vez La Partida es triple. No sólo hay sobre la mesa una trama tres veces más compleja que la de Pacheco, su anterior novela publicada en 2018 también por la editorial Mercurio. Una vez más, la vida vuelve a estar sobre el tapete y aunque parezca que las cartas están echadas, su lectura podría animar al lector a jugar (vivir) sin menospreciar las cartas malas. Puede ser la vida como una partida al Póker, el póker un juego del que no todos sabemos las reglas y el ganador simplemente, alguien que se arriesga. Así que adelante, La Partida puede estar de tu mano o de la quien menos se espera. 

Que la vida nos puede sorprender es evidente, no siempre es fácil saber el papel que nos toca jugar, menos lo es saber contra quién te la estás jugando, por no hablar de saber cuál será el desenlace. Lo que sí está claro es que quien no juega, no gana.  La Partida, es una invitación a no dejarse achantar por los protagonistas, nadie sabe cuándo podrían dejar de serlo. Los que se rinden nunca ganan y hay quien, sin contar con buenas cartas podría dejarnos con cara de Póker.

El “cosmos” del autor va creciendo. Asegura que podría confundir esta novela con la anterior y no acordarse de situaciones concretas. El océano en el que nadan sus novelas son los clásicos, las pasiones, el drama. Sus personajes se enfrentan a la mala suerte, cargan con la pesada mochila que les toca, a veces sin culpa ni responsabilidad en una sociedad que no perdona.

Una historia más real de lo que nos gustaría y no tan ficticia. En La Partida, como en la vida también están en juego la realidad y la ficción. Puede que las sacudidas de las que habla Christian sean más necesarias que difíciles de soportar.

En esta última novela vuelven a desfilar las escenas escabrosas, violentas y sangrientas. “Me seduce más un personaje que sale de las cloacas, es más meritorio el éxito”, comenta Santana. 

El uso de armas o de venenos con los que se cometen los crímenes obliga a Christian a bucear en informaciones poco habituales. “Si alguien revisa el historial de mi ordenador podría asustarse”. (Risas)

“Mi deuda moral es aportar, es mi deseo o mi aspiración. Cuando yo me vaya me gustaría que quede un zarandeo, yo no quiero ser plano o simplemente entretenido”. La congoja, la angustia y el miedo le interesan. Asegura que se pueden señalar los excesos desde la ternura o desde la violencia. “Mi forma de moralizar es dejar ver, mostrar en lo que se pueden convertir las personas, ponerlo delante y provocar la reflexión. La gente necesita mascullar las cosas y airearlas”. 

A pesar de que La Partida tiene una trama compleja cuyas piezas no encajan hasta el final, la disposición de los capítulos cortos a modo de relatos lo pone fácil al lector.

La dificultad que plantea la obra de Christian es mirar a los personajes y permitirlos ser con toda la maldad, tropelías, abusos y engaños que son capaces de llevar a cabo.  Son escenas que planteadas de una forma visual como es la suya y con la sonoridad de los diálogos de un lector e investigador de la obra de Sheakespeare cobran una fuerza que, a juzgar por mi propia visión, podrían llevar al lector a cerrar a veces los ojos. Sus novelas son crudas y no esconden un ápice de la violencia del ser humano. Confiesa que debido a su influencia el gen del drama lo lleva en la sangre.

En Pacheco, el escenario y el tiempo tenían tanto peso o más que los propios personajes, en esta novela el escritor pone el peso en la sociedad. 

Una sociedad vil, mezquina. Aparece la figura del inmigrante y su vulnerabilidad, así como los juicios y castigos a los homosexuales, la violencia de género, el abuso de poder, el tráfico de influencias, la corrupción.

“Cuando se miente, las palabras pierden su valor. Solo hay incomprensión”. Esta frase la dice Lupe, un personaje que sin saber jugar al póker y siendo mexicana, migrante y por lo tanto en una situación vulnerable como la mayoría de personas que han dejado atrás su lugar natal, sale adelante sin medios, sin autoridad alguna y sin distinciones, es decir, ni una sola carta a su favor y alejada del tapete por eso de ser inmigrante. No son sus cartas, es ella quien demuestra que la suerte nunca estuvo echada, un simple matiz o movimiento puede echar abajo una y mil partidas. 

“Estando Escocia de por medio me hace olfatear a Iglesia, protestantes y católicos. Todos los personajes menos el malo malísimo vienen de países en los que la Iglesia ha tenido un papel importante”, reseña el autor gran canario

Christian se detiene en situaciones irreversibles y hace paladear al lector sensaciones que evitaríamos a toda costa. “El policía hubiera dado lo que fuera por revertir la situación. Pero la vida, cuando menos te lo esperas, es una

ingrata arpía“. Esas circunstancias que no están en nuestro control y de buenas a primeras te ves abocado a una desgracia donde no has tenido ni arte ni parte y es entonces cuando cobra importancia cómo jugar las cartas, sean las que sean.

El espacio físico en esta ocasión importa menos, aunque no por ello abandona detalles que hacen que cada pieza del puzle termine encajando.

 Los escenarios se suceden consecutivamente de Inverness, una ciudad en la costa noreste de Escocia, a Edimburgo, capital del país y, finalmente a Nueva Orleans, ciudad de EEUU y conocida como la capital del Jazz. ¿Qué tiene ese ritmo que no tengan los otros? Improvisación. 

Según vaya el lector avanzando en la lectura, conociendo a sus personajes y las jugadas y ya en este tercer escenario verá que la improvisación, no siempre avalada, cobra especial sentido y reconocerá con sorpresa cuál de los personajes lleva la batuta en esta Partida.

No sólo hay referencias a la música, también al cine. Entre otras, los nombres de los personajes, Lonnegan, Hooker, Gondorff  y Snyder son un guiño a la película El Golpe  dirigida por George Roy Hill. 

La vida es como una partida de póker, no hace falta tener las mejores cartas para ganar, lo que hay es que jugar. 

En esta ocasión y a pesar del lleno en anteriores presentaciones de sus libros, Christian ha preferido no hacer presentación física. “Por muy mínima que sea la posibilidad de exponer a la gente prefiero no arriesgarme.