Las aseguradoras de casas ganan popularidad entre los canarios tras los estragos del volcán de La Palma

Toni Ferrera

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Las aseguradoras de casas ya están empezando a notar un aumento del interés en Canarias por el seguro del hogar después de la erupción del volcán de La Palma. Empresas como Mapfre o AXA, de las más asentadas en el Archipiélago, reconocen que el flujo de llamadas se ha incrementado en los últimos días por decenas de familias de las Islas, la comunidad autónoma con un menor porcentaje de viviendas aseguradas, según el último informe anual de Unespa.

La explosión del volcán de La Palma, que ya ha arrasado con cerca de 1.000 edificaciones, ha subrayado en la cabeza de los canarios que solo los domicilios con un seguro del hogar privado son cubiertos por el Consorcio de Compensación de Seguros, un organismo público que funciona como aseguradora ante daños causados por hechos extraordinarios, como inundaciones, terremotos, maremotos o, en este caso, erupciones volcánicas.

En las Islas habría un amplio margen para extender este tipo de contratos. Según los datos de la Unión Española de Entidades Aseguradoras y Reaseguradoras (Unespa), el 46,95% de las familias canarias tieneN asegurada su casa, siendo la autonomía con el dato más bajo, muy lejos de las que lideran la tabla: País Vasco, con un 89,04%, Cantabria (85,07%) y Navarra (83,6%). La media del Estado está en 75,53%.

La lógica y la hemeroteca hacen prever un subidón considerable en el Archipiélago en los próximos meses. Ante catástrofes naturales, las familias parecen sentirse más vulnerables y ven en el seguro del hogar una base sobre la que protegerse. Ocurrió en la década de los ochenta, cuando una riada dejó inundaciones y destrozos en el País Vasco, sirviendo como principio fundamental para que sus habitantes se lanzaran a adherirse a estas pólizas. También en Canadá, tras las inundaciones en la ciudad de Calgary, que obligó a la evacuación de 75.000 habitantes.

En un estudio de 2013 firmado por científicos norteamericanos y publicado en la revista Risk Analysis, los autores especifican que la popularidad de los seguros en Calgary fue mayor entre los afectados que habían sido evacuados que entre los que no vivían en una comunidad en riesgo de inundaciones. La psicóloga Azucena Duque, del Colegio de Psicología de Tenerife, explica que esta doble cara tiene todo el sentido del mundo.

A raíz de lo que está ocurriendo en La Palma, dice, los habitantes de Canarias están tomando conciencia de quiénes son y del lugar en el que viven, unas islas volcánicas sobre las que, si bien existe una monitorización constante para escrudiñar qué se mueve bajo la corteza terrestre, puede salir lava a mil grados centígrados desde cualquier punto. “La gente entiende dónde está y cuáles son sus cimientos, nunca mejor dicho”, añade Duque.

La psicóloga se apoya en lo que ella llama “aprendizaje vicario”: observar el comportamiento de otros para cambiar el de uno propio y, en tal caso, reestructurar nuestro guion de vida. Duque cree que Canarias está viviendo un “enjambre emocional” a partir de un shock que primero requiere una fase de asimilación y después de acomodación. Tras el impacto, señala, es previsible que el interés por los seguros se multiplique.

Las aseguradoras y su papel después de catástrofes naturales

El director territorial de AXA en Canarias, Manuel Trigo, defiende que “el seguro es un gran aliado ante problemas tan graves como el volcán de La Palma” y que “el grado de aseguramiento de los hogares en las Islas está por debajo de la media nacional, por lo que despierta el interés proteger lo que más nos importa”. AXA cobró, solo en 2020, 656.443 euros en primas por el seguro de vivienda en el Archipiélago, según datos de la Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras y Fondos de Pensiones (ICEA). Es previsible que ese número repunte este curso.

Las entidades aseguradoras estarán en escrutinio en los próximos meses no solo por el importante papel que deben jugar en La Palma, sino también porque es indudable que inflarán sus ingresos con el aluvión de nuevos clientes. Este panorama incomoda a algunas corporaciones, que admiten que sería poco ético aprovecharse de una situación así para crecer en términos económicos. Sin embargo, la historia reciente indica que, en ocasiones, sí lo han hecho.

En Australia, según un artículo publicado en la revista Urban Studies en 2018, algunas aseguradoras han aumentado las primas de precio en las zonas propensas a desastres naturales o, directamente, se han retirado, “aumentando la vulnerabilidad en caso de que ocurra un suceso extremo en medio de una crisis climática”, apostillan los autores del trabajo, ambos de la Universidad de Tasmania.

Otro estudio, esta vez publicado por la geógrafa humanista Leigh Johnson en la revista Environment and Planning en 2015, sugiere que la industria de los seguros hace uso de las grandes catástrofes naturales para recalibrar los precios de las pólizas en los espacios de riesgo, lo que deriva en lo que la experta califica como “proteccionismo fragmentado”, es decir, la propiedad de los ricos está asegurada, mientras que la clase trabajadora debe esperar a que las administraciones locales proporcionen una red de ayudas públicas.

Un trabajo titulado Privatizar la adaptación climática: cómo los seguros debilitan la recuperación colectiva y solidaria ante desastres, financiado por el Consejo de Investigaciones de Australia (donde el sector privado monopoliza las ayudas tras hecatombes inesperadas), enfatiza en la idea de que las aseguradoras no son más que la última expresión del neoliberalismo para despojar a los estados de su función y delegar en ciertas empresas las tareas de reconstrucción, algo que puede, argumentan, estratificar aún más la sociedad.  

Los autores ponen como ejemplo la reforma del Programa de Seguros Contra Inundaciones de Estados Unidos de 2012 para eliminar los subsidios e imponer una póliza que reflejara el riesgo total de sufrir cualquier tipo de cataclismo. Al hacerlo, el valor de las viviendas cayó en picado, pero no el de los seguros, que superó con creces al de los domicilios, lo que provocó que muchas casas se quedaran expuestas y no fueran aseguradas, especialmente en los barrios más desfavorecidos.

“Este tipo de enfoques son parte de la doctrina neoliberal en la que los individuos se posicionan como los responsables del cambio climático y deben hacer frente de manera individual a sus desafíos. La industria de seguros no se preocupa por la adaptación climática. Tiene en la rentabilidad su mandato principal”, concluyen los expertos.

España no es Australia ni tampoco Estados Unidos

No es casualidad que en Canarias menos de la mitad de las familias tengan asegurado su hogar. Con unos altos porcentajes de paro y una renta mediana que apenas supera los mil euros, no hay margen para destinar anualmente entre 100 y 200 euros por una póliza de este tipo. Y menos si, como está extendido de forma generalizada, no suele estar presente que un fenómeno natural vaya a derrumbar tu casa o, en el caso de los vecinos afectados de La Palma, ser sepultada por la lava de un volcán.

Pero en Canarias no se aplica el mismo modelo que en Australia, Estados Unidos o Reino Unido. En España existe una mayor cooperación público-privada para atender a las comunidades afectadas por desastres naturales. Aparte de las indemnizaciones que recibirán aquellas familias con seguro del Consorcio, el Gobierno nacional ya ha aprobado una subvención directa de 10,5 millones de euros para la compra de viviendas y enseres de primera necesidad. También el Ejecutivo regional, que espera destinar seis millones para las personas con mayor vulnerabilidad y siete para las empresas damnificadas, sobre todo las del sector agrario. También se ha aprobado un ERTE especial para los trabajadores que han visto frenada su actividad por la erupción del volcán.