Espacio de opinión de El Hierro Ahora
El mérito no es seguir respirando
Se ha hablado mucho de que 2018 era el año de las mujeres. Pues lo siento, pero no. 2018 ha sido el año de las mujeres. Y creo que 2019 también lo será. Y el de los hombres aliados. Creo que este será nuestro siglo. Creo que todo cambia. O al menos está en nuestras manos y voces que cambie.
La realidad que no cambia son los asesinatos machistas. Se siguen repitiendo demasiado a menudo, demasiados asesinatos. 97 solo este año 2018 que se despide según feminicidio.net.
El día que encontraron muerta a Laura Luelmo, tocaya mía y de tantas, casi de mi edad, representando a tantas otras, ya esperábamos la ola feminista de apoyo y sorodidad, las redes se llenaron de mensajes de indignación y cabreo porque da igual cuántas veces pase, eso sí que no cambia, nos siguen matando.
Dirán que tenemos una ley contra la violencia de género, que hay un pacto de Estado contra la violencia machista, pero no. Eso no sirve porque ya vemos que no sirve. Lo único que puede comenzar a alterar este bucle de violencia contra las mujeres y asesinatos por el mero hecho de ser mujeres es la educación y la protección. Son mejoras en los sistemas de protección, efectividad y control de órdenes de alejamiento, facilidad en las denuncias, seguridad incluso antes de haber denuncias.
Y para ello, solo hace falta voluntad y recursos, materiales y humanos. Como todo; es cuestión de dinero. De presupuestos. Así que sí, también es un problema político. Y la ceguera política retrasa medidas reales para que no nos maten. Para no ser la siguiente. Pero sobre todo, hace falta educación.Educación con perspectiva de género en todos los ámbitos.
Esto no es una lucha sencilla ni teledirigida, es un cambio de concepto social en el que por fin todos y toda seamos personas y estemos a la misma altura. Formación para la Policía y fuerzas de seguridad del Estado, formación feminista en la Justicia a todos los niveles, educación en la igualdad de la administración pública y del profesorado en todos los grados de enseñanza. Por supuesto, de forma obligatoria. Eso también es cuestión de euros y de menos lazos y minutos de silencio y más moverse para que haya menos noticias de asesinatos de mujeres.
El día del asesinato de Luelmo, escribí en Twitter: “Avísame cuando llegues. Llaves en mano antes de llegar a casa y móvil en la otra. Caminar rápido mirando atrás. Asustarte con cualquier ruido o presencia, con la oscuridad, con un coche que te sigue. Ya en casa. Estoy bien. Sigo respirando”.
Somos muchas las que llevamos media vida oyendo y diciendo eso de “Avísame al llegar”, “te acompaño a la puerta o al coche”, “te dejo en casa y espero a que entres”, “no vayas sola”, “saca la llave antes de bajar del taxi o de la guagua”, “no vayas por el camino oscuro” y concretamente nosotras, las canarias, “no subas sola las noches de romería o Carnaval”.
Toda la vida protegiéndonos, evitando lugares, escondiéndonos de ciertos entornos o acudiendo con miedo o simplemente con incertidumbre. ¿Acaso los hombres no quieren que esto pare? Claro que lo quieren, y nosotras les queremos en esta lucha. El feminismo no segrega, no mata ni ata.
No hay paranoia en esto que llevo escuchando desde que tengo edad para salir sola de casa. Lo escucho de mi madre, de mi padre, de mi abuela, de mis amigas y de mis amigos, de mis parejas... El mérito de una mujer que sale a la calle no puede ser seguir respirando.
El mérito es concienciar a la gente. Hombres y mujeres. Jóvenes y mayores. Y me llena de orgullo ver cada vez a chicas más jóvenes en las manifestaciones del 8 de marzo, en las concentraciones cuando gritamos, tras otra muerte, 'Ni Una Menos', o tras otra sentencia machista de la justicia patricarcal 'Hermana yo sí te creo'. Yo, otra Laura de tantas, a su edad no veía el problema. La violencia machista no salía en la televisión, no se hablaba de ella, ni había cifras ni había ley. Hoy sí.
El mérito no solo está en salir a la calle, está en visibilizar las situaciones de vulnerabilidad y desigualdad que sufrimos las mujeres por el mero hecho de serlo. Está en acabar con los prejuicios del tamaño de mi falda, de mi escote, o de mi libertad sexual para pasar a hablar de cómo los viejos estereotipos y roles de género se deben superar. Y superarlos entre todos y todas. Para nosotras no siempre es fácil tampoco. Para nadie.
De cómo los cuidados son cosa de ambos sexos. De cómo la sexualidad es diversa y se debe aceptar como tal. De cómo el sexo debe disfrutarse desde la empatía y el consentimiento y no desde el desconocimiento y el silencio, como tabú que no debe ser.
Y qué casualidad, que todo esto de lo que hablo se matiza, se mejora y se cura con educación. La educación es la forma de apertura social básica. Una forma de conocimiento mutua. Un base para el respeto. Y la educación ahora necesita más feminismo que nunca.
Y es que el feminismo tiene muchos retos por delante ahora mismo. La violencia machista hay que pararla. Hay que forzar políticas distintas. Tratamiento diferente de los medios de comunicación ante asesinatos, violaciones o manadas. Probablemente también habrá que detener políticas antiguas que ya creíamos superadas que vuelven a ser pilares de los partidos conservadores que amenazan las libertades de las mujeres, y de todas las personas. No puede avanzar el antifeminismo, solo queremos vivir, solo queremos igualdad, solo queremos decidir nosotras, que nadie nos arrebate nuestro cuerpo o nuestra opinión con sus cerrojos.
A la derecha y la ultraderecha española y Europea habrá que recordarle este próximo 8 de marzo de 2019 que somos un río que no retrocede, que somos una marea de mujeres en lucha contra la desigualdad, la violencia, y la precariedad femenina.
Habrá que recordarles que nuestro mérito no es seguir respirando. Que nuestro mérito es seguir en la lucha.
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