La pesca profesional, como sector esencial declarado por el Gobierno central durante la pandemia generada por la COVID-19, no ha cesado su actividad en los territorios costeros de España. Particularmente en Canarias, la flota ha continuado echándose a la mar con la incertidumbre de si, al regresar a tierra, se pueda vender una cantidad que permita, al menos, cubrir sus gastos de combustible mientras las especies que emigran a las aguas del Archipiélago siguen su curso.
Es el caso del atún rojo, una especie muy valorada en mercados internacionales, cuya campaña coincidió con el inicio del estado de alarma: mayoristas que antes compraban por unos 10 euros el kilo, ofrecían 4 y pedían muy poca cantidad, un precio que hace inviable la captura de esta especie que migra entre los meses de marzo y abril a aguas de las Islas. Ya con todo el Archipiélago en la fase 2 de la desescalada y con más canales de venta, ha comenzado la temporada del túnido más descargado en las Islas (junto al bonito del norte): la tuna o patudo; sin embargo, la cantidad de toneladas que puede capturar la flota isleña se ha reducido respecto al año anterior, asfixiando aún más a la economía del sector pesquero canario.
“Es el principio del fin, la pesca de la tuna es determinante para buena parte del sector tras unas ventas desastrosas durante la pandemia”, explica Vicente Rivero, presidente de IslaTuna, organización de productores de túnidos y pesca fresca de Tenerife. En la publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el pasado 20 de mayo de una resolución se establece que, de las 8.055,73 toneladas de patudo asignadas a España (1.360 menos que en 2019), a las Islas les correspondían en total 2.562,622 toneladas, una cantidad que ha dejado al sector muy tocado.
En el documento se fijan dos censos en el reparto para el Archipiélago: 2.328,822 toneladas (28,9%), para 35 atuneros cañeros, que solo pueden dedicarse a la captura de túnidos; y 236,8 toneladas (2,9%) para 203 barcos artesanales. Esta especie, denominada científicamente como Thunnus obesus, al igual que atún rojo o Thunnus thynnus y el atún blanco, barrilote o bonito del norte, Thunnus alalunga, está sujeta a un sistema de cuotas, es decir, para preservar su superviviencia, los pescadores no pueden capturar más de una determinada cantidad de toneladas y esta debe realizarse en un periodo determinado del año.
Rivero dice que reducir a las 2.500 toneladas la cantidad de tuna que se puede capturar en las Islas pone a los barcos canarios dedicados a la pesca de estas especies “al borde de la desaparición”; para los artesanales, aunque puedan capturar otras, también supone un varapalo: “Aquí dependemos todos de la pesca de los túnidos, desde el más grande al más pequeño”, señala Gabriel Jiménez, presidente de la Federación Provincial de Cofradías de Pescadores de Las Palmas.
La reducción de la cuota de tuna para Canarias se produce desde hace “unos cuatro años”, según Rivero, por la “sobrepesca” de la especie, algo que achaca a los cerqueros, que no realizan la actividad de forma artesanal y capturan “de todo, desde atunes pequeños a otras especies”. Por ello, dice que están “pagando los platos rotos de otros”, porque la flota de atuneros cañeros lleva a cabo las capturas “de forma sostenible, de una a una y las que son pequeñas las devolvemos al mar”. En la lista publicada en el BOE, también se incluyen 11 barcos de pesca de cerca, los cerqueros congeladores.
Hasta la fecha, Rivero asegura que se han capturado unas mil toneladas de tuna en Canarias y prevé que en junio o julio ya no se pueda seguir pescando esta especie, por lo que “para malvivir hay que recurrir al barrilote” (atún blanco), principalmente destinado a las conservas, pero su captura depende de la migración del túnido hacia aguas isleñas. Además, augura que el año que viene la cuota de Thunnus obesus será aún menor. “Esto es dramático para un sector para el que la dependencia del atún es total, hay barcos que no pueden dedicarse a otra cosa”, añade.
Andrés Cedrés, responsable de la Organización de Productores de Túnidos y Pesca Fresca (Optuna) y patrón mayor de la cofradía de pescadores de San Ginés, recuerda que en Lanzarote “la mayoría de los pescadores viven del atún” y con el actual reparto de tuna “es muy complicado continuar”. El año pasado, la flota que solo puede dedicarse a la captura de atunes, pudo trabajar “solo durante seis meses, de abril a septiembre”. Y para hacer frente a la crisis derivada de la pandemia, Cedrés dice que optaron por no cubrir la cuota de atún rojo asignada a los barcos lanzaroteños, unas 53 toneladas, ante la imposibilidad de vender y salir a faenar más adelante.
Un reparto conjunto
Un reparto conjuntoMientras los atuneros cañeros deben aceptar con resignación las 2.328,822 toneladas, el presidente de la Federación Provincial de Cofradías de Pescadores de Las Palmas asegura que están preparando un recurso para mostrar su desacuerdo por la cuota de un 2,9% asignada a 203 barcos polivalentes.
“No estamos de acuerdo y ya lo hemos trasladado al Gobierno de Canarias”, afirma Jiménez, quien considera “injusto” que la flota artesanal solo pueda capturar 236,8 toneladas porque estima que con esta decisión se “asfixia a una flota a la que hay que proteger”.
Así, alega que para los pescadores polivalentes es necesaria “la diversificación”, es decir, “que podamos aprovechar cuando una especie pase por nuestras aguas”, ya sea “caballa o atún rojo”.
Jiménez dice que bajo las circunstancias actuales, la flota artesanal “pesca lo que se puede vender” y añade que por ahora están a la expectativa de ver “como evoluciona todo” y como afectará al sector “el tsunami económico que se avecina”. No en vano recuerda la crisis económica de 2008: “Con la gente en el paro y con poco dinero, nadie compra pescado”.