Repsol basa su Impacto Ambiental en estudios sobre ruidos de hace 27 años
El ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama) del Gobierno de España, dirigido hasta abril por el candidato del PP a comisario de Energía y Cambio Climático de la Comisión Europea, Miguel Arias Cañete, admitió como válidos análisis científicos sobre ruidos submarinos que datan de 1987, ya ampliamente actualizados, para valorar la afección a las 28 especies de cetáceos que habitan el litoral marino de Fuerteventura y Lanzarote en el Estudio de Impacto Ambiental (EsIA) que la compañía Repsol presentó como trámite de su permiso de exploración petrolera en aguas cercanas a las Islas Canarias.
El EsIA realizado por Repsol y asumido por el ministerio en la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) aprobada el 29 de mayo, víspera del Día de Canarias, estima entre 185 y 190 decibelios como valores de ruido bajo el mar para la unidad de perforación y el barco de apoyo que llevarán a cabo los sondeos en los pozos denominados Sandía y Chirimoya durante 100 días, situados a una profundidad de 885 y 1.109 metros cada uno, y a 16,6 y 11,3 kilómetros del Espacio Marino del Oriente y Sur de Lanzarote-Fuerteventura, propuesto para Lugar de Interés Comunitario (LIC) Marino y en trámite desde la aprobación definitiva de los sondeos, en agosto pasado.
En ese Estudio convertido en Declaración gubernamental, el impacto sobre los cetáceos queda evaluado según unos umbrales de ruido, con la marca de 180 decibelios como margen a partir del cual se producen daños físicos y fisiológicos en los ejemplares y 120 a 160 decibelios como valores que provocan cambios en el comportamiento de los mamíferos afectados. De ahí Repsol determinó 2.700 y 2.620 metros como distancias máximas de Sandía y Chirimoya a umbrales de ruido de 120 decibelios, y amplió otro kilómetro en torno a su barco.
El estudio en que se fundamenta Repsol para determinar estas garantías medioambientales a las que obliga la normativa europea data de 1995 (Marine mammals and noise, de W.J. Richardson, C.R. Greene Jr., C.I. Malme y D. H. Thomson), que a su vez se basa en cálculos con equipos de audición de hace 27 años realizados por Greene en 1987 en una plataforma de sondeo de gas (Kulluk) en el Ártico canadiense (Reactions of bowhead whales, Balaena mysticetus, to seismic exploration in the Canadian Beaufort Sea).
El nivel de ruido estimado por Repsol bajo estos parámetros registró en su momento unos 120 decibelios a casi 10 kilómetros del punto de origen del ruido -no alcanzaría, por tanto, el límite del LIC Marino propuesto para proteger por la Unión Europea mediante la Directiva Hábitats y la Ley 42 / 2007-, pero análisis más recientes indican que no hay certeza científica del alcance que provocará bajo el mar la unidad de perforación y el barco de apoyo de Repsol, debido a estudios complementarios y renovados sobre perforaciones en aguas profundas.
Así, el DIA del ministerio basado en la EsiA de Repsol estaría incompleto y afectaría a normas europeas de obligado cumplimiento como la Directiva Hábitats, por posibles afecciones a LICs marinos que no estarían comprobadas certeramente, abriendo la espita de la legislación de la Unión Europea para autorizar los permisos petroleros, que quedarían en manos de Bruselas con pocas probabilidades de salir adelante. Y todo porque la información científica en la que Repsol se basa para proponer medidas correctoras para la conservación de los cetáceos presentes en el LIC Marino no evitarían un daño e impacto significativos sobre los animales por lo que vulneraría el artículo 42.2 de la Ley 42/2007 que establece que el LIC propuesto ya goza de un régimen de protección preventiva, para evitar que no exista una merma de su estado hasta el momento de la declaración formal como Lugar de Interés Comunitario.
Varios estudios científicos posteriores al esgrimido por Repsol y hecho suyo por el Magrama (Airgun array specs; a tutorial, W.H. Dragoset, 1990; Seismic surveys impact on fish and fisheries, I. Gausland, 2003) indican que en perforaciones en aguas profundas la mayor parte de los pulsos son de bajas frecuencias con su energía más fuerte entre 10 y 120 hercios, y con un pico de energía entorno a 50 hercios (Hz), pero hay evidencias, según constatan colectivos científicos relacionados con la oposición a los sondeos, de que también emiten a frecuencias más altas, de alrededor de un kilohercio (1kHz) y hasta 20 kHz (Broadband spectra of seismic survey airgun emissions, with reference to dolphin thresholds, de J.C. Goold y P.J. Fish, 1998; Quantitative measures of airgun pulses recorded on sperm whales (Physeter macrocephalus) using acousting tags during controlled exposure experiments, de P.T. Madsen y otros, 2006).
Otros estudios han determinado incluso frecuencias más altas, de 50 kilohercios (Measured underwater acoustic propagation from a seismic source, de A. Sodal, 1999), e incluso hasta los 150 hKz (Long-range effects of airgun noise on marine mammals: responses as a function of received sound evel and distance, de D.E. Bain y R. Williams, 2006; o Near source, high frequency air-gun signatures, J.C. Goold y R.F.W. Coates, 2006), además de que otro estudio reciente (Impacts of Anthropogenic Sound, J.A. Hildebrand, 2005) expone que los niveles de presión de sonido asociados a la perforación en aguas profundas, como es el caso canario, son los más altos con máximas de banda ancha de energía (de 10 Hz a 10kHz), de aproximadamente 190 decibelios.
Bajo todos estos parámetros técnicos, la certeza científica del nivel de ruido de la perforadora y el barco de apoyo de Repsol se diluye, a juicio de los colectivos científicos que han elaborado informes contra las prospecciones para la Unión Europea, y que también se pretendían exponer en el Comité de Peticiones de la Eurocámara que anuló la semana pasada la comparecencia de cinco ciudadanos canarios. En principio, se les dará audiencia el 7 de octubre, después de que Cañete se somete este miércoles 1 de octubre al examen de los eurodiputados.
En estos informes, se aportan evidencias de animales varados y muertos tras recibir niveles menores de 180 decibelios, margen aceptado por la industria sísmica para reducir el impacto en cetáceos (A mass stransing of cetaceans caused by naval sonar in the Bahamas, de K.C. Balcomb y D.E. Claridge, 2001) o estudios con animales en cautividad que registraron daños en el sistema auditivo de delfines mulares a niveles de 160 decibelios (Temporary threshold shifts and recovery following noise exposure in the Atlantic bottlenosed dolphin (Tursiops truncatus), P.E. Nachtigall y otros, 2003).
Un modelo desfasado y para mares concretos
Otros análisis también cuestionan la utilización del modelo denominado Bellhop para determinar las distancias máximas a los umbrales de ruido y el radio de exclusión (Environmental Impact Assessment of Underwater Sound: Progress and Pitfalls. Acoustics and Sustainability: How should acoustics adapt to meet future demandds?, de A.J. Duncan y R.S. McCauley, 2008), que mantiene que solo ofrecería garantías si se utilizaran parámetros ambientales y condicionales del mar concreto de la zona de sondeo, cuestión ausente en el EsiA, dado que el estudio es del Ártico.
Este modelo Bellhop no tiene en cuenta el llamado canal Sofar o canal sonoro profundo, que aumenta la propagación del sonido en el mar y lo distorsiona notablemente (Environmental Impact… Duncan y McCauley, 2008; el propio Magrama, 2012) y según el más reciente Impacts of Anthropogenic Sounds (Hildebrand, 2005) el ruido producido por sondeos en aguas profundas se acopla con facilidad en el canal sonoro profundo y se propaga a mayor distancia que la esperada.
La existencia en la zona de los sondeos canarios de un canal Sofar fue expresamente reconocida por un convenio de 2004 y 2007 entre el Gobierno canario y los ministerios de Defensa y Medio Ambiente por el que quedó establecida una zona de exclusión de 50 millas náuticas desde la costa de ruido subacuático por sonares navales para evitar su impacto en los cetáceos, dado que cada vez había maniobras de la Armada, aparecían ballenas o delfines varados en las playas canarias.
El modelo cuestionado por estos informes científicos remitidos a la Unión Europea tampoco ha tenido en cuenta las fuentes acústicas de alta intensidad que pueden producir ecos en el fondo marino, y los de bajas frecuencias, que generan reflejos múltiples fondo-superficie-fondo y cuyas ondas de presión confluyen en los llamados “puntos de convergencia” de alta presión acústica, creados a veces a varios kilómetros de distancia desde el punto de origen del ruido, y dejando “zonas de sombra” entre estos puntos de convergencia. Así, podría suceder que un animal, en su intento de evitar una zona de convergencia más lejana pueda acercarse a la fuente de emisión del ruido, quedando rodeado por áreas de mayor nivel de exposición sonora.
Las consecuencias científicas de estos estudios tan técnicos y minuciosos determinan que para ambos pozos, las distancias de seguridad marcadas de 2,6 y 2,7 kilómetros son insuficientes, dado que existen análisis alternativos que demuestran que a mayores distancias y con menores niveles de ruido se producen daños y reacciones negativas de los cetáceos que afectan a su modo de vida y sus parámetros vitales.
Así, hay descritas reacciones negativas de yubartas (Megaptera novaeangliae) hasta 12 kilómetros (McCauley y otros, 2000), con desviaciones de las rutas migratorias (Gordon y Moscrop, 1996), e incluso abandono definitivo de las áreas habituales de uso aún después de cesar la fuente de ruido (Richardson y otros, 1991); y de ballenas boreales (Balaena mysticetus) a distancias entre 3 y 11 kilómetros con niveles de ruido de 110-115 decibelios y a 54-73 kilómetros en niveles de 125 decibelios (Richardson y otros, 1986, 1990).
En casi todas estas publicaciones científicas se recomiendan radios de seguridad en las zonas de exclusión cercanos a los 10 kilómetros, y no uno como ha aprobado el ministerio a Repsol.