Cientos de tanques israelíes cercaban este lunes Gaza a la espera de la orden de invadir la Franja palestina, cuyo entorno geográfico ha sido declarada “zona restringida” por el Ejercito del Estado Judío.
Solo las carreteras asfaltadas y los principales núcleos urbanos estaban abiertos al tránsito civil en el área, donde unidades de vehículos acorazados y carros de combate se habían apostado y permanecían alineadas entre bosques, lomas y cañadas.
A quinientos metros del paso de Eretz, desierto pero habitualmente el más empleado para el tráfico de personas, dos docenas de tanques se habían desplegado tras una vereda en la que un grupo de ultra ortodoxos practicaba una ceremonia con la tropa.
Se trataba de un acto de filacteria, de devoción a Dios.
Los religiosos imponían un pequeño escapulario en la cabeza y ataban a continuación una cinta de cuero en el brazo de los soldados, que lo acercaban luego al pecho en señal de entrega y de que servirán a Dios con la mente, la fuerza y el corazón.
Algo más al sur, en Nakhal Oz, una dotación policial impedía el paso a un kilómetro de ese otro puesto fronterizo, normalmente el más empleado para la entrada a Gaza de suministros y víveres.
Un miembro de la dotación señaló con la mano una aldea cercana con aspecto despoblado, y dijo: “Los blindados están ahí detrás”.
Poco después, el portavoz del Gobierno israelí, Daniel Seaman, aseguraba que “confiamos en que no será necesaria una incursión terrestre, aunque eso depende sólo de Hamás”.
“Los próximos días serán decisivos para comprobar si desde la Franja paran sus ataques. Nos fuimos de Gaza hace tres años -en alusión a la evacuación israelí de la zona-, y no queremos volver”, dijo, para agregar: “Pero lo haremos si es necesario”.
Seaman reconoció que una incursión terrestre -para la que el Gobierno israelí ha movilizado a 6.500 reservistas y que según expertos militares conllevará de manera inexorable bajas en las filas del Ejército del Estado Judío-, “es una operación complicada”.
El portavoz del Gobierno israelí hizo esta declaración en Sderot, a siete kilómetros, la ciudad israelí más cercana a la Franja.
En la localidad, la más castigada por los cohetes lanzados desde Gaza, se escuchaban a media tarde vuelos de cazabombarderos israelíes y explosiones esporádicas desde el territorio palestino.
En apenas veinte minutos, los pocos viandantes de sus calles corrieron a los refugios al menos en dos ocasiones tras sonar las alarmas que indicaban el disparo de un cohete desde Gaza.
Según fuentes oficiales israelíes, una treintena de los proyectiles cayeron en el curso del día en la “zona de seguridad” -de entre dos y cuatro kilómetros de ancho-, y las áreas aledañas, que además de Sderot incluyen ciudades como Netivot y Ashkelón.
Uno de los cohetes, lanzado por el brazo armado de Hamás -las Brigadas de Ezedin al Kasam-, impactó esta mañana en esa última localidad, a veinte kilómetros de Gaza y donde alcanzó a un obrero árabe, que murió, y a otras diez personas, que resultaron heridas.
Se trata de la segunda víctima mortal en suelo israelí desde el inicio hace tres días de la ofensiva del Estado Hebreo, que al otro lado de la frontera, en territorio palestino, ya había causado esta noche la muerte de 345 personas y heridas a unas 1.600.
Pese a que amenaza con incrementar su propia inseguridad, el drama no parece inquietar a la población israelí vecina a Gaza.
“Bueno, lo que ocurre es bastante grave, pero la verdad es que no me siento más inseguro. Al revés, desde el inicio de la intervención del Ejército me siento más seguro. Llevábamos años pidiendo algo parecido”, comentó David Mamo, enseñante de Sderot.
“Ahora hay menos peligro”, dijo el residente de una ciudad donde el ataque a la Franja palestina -que el ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, calificó de “guerra total”- se ha convertido casi en un atractivo; a media tarde, unos recién casados se hacían fotos a la salida de Sderot en el camino que lleva a Ahskelón.
Y habían elegido el desolado paisaje de Gaza para que sirviera de fondo a las instantáneas; con el coche nupcial aparcado al lado de la carretera, se habían bajado al asfalto y sonreían una y otra vez ante la cámara; ella de blanco, él con pajarita.