El siglo XIX es un período de tiempo que siempre ha permanecido en la sombra de la investigación histórica para La Gomera. Conocemos datos muy generales de esta época, muchas veces inconexos. Ante la falta de información el historiador o el investigador de turno debe echar mano de la escasa información que ofrecen los archivos durante esta época, de algunas obras bibliográficas donde destacan sobremanera las detalladas descripciones que dejaron algunos viajeros extranjeros que visitaron nuestra isla durante el ochocientos. Pero muchas veces son los periódicos de la época los que nos acercan a la realidad de este siglo tan desconocido y apasionante a la vez. En uno de estos periódicos, El Liberal de Tenerife, apareció publicado el 13 de junio de 1893 un interesante artículo de opinión que nos ayuda a conocer de cerca cómo era la agricultura gomera a finales de siglo; una época importante en la economía insular pues se va abandonando paulatinamente el monocultivo de exportación de la cochinilla y se introducen otros productos como el tomate y el plátano en los campos gomeros, como solución para abandonar la crisis económica que padecía la isla.
La agricultura en La Gomera atravesaba durante esos años un periodo de grave crisis debido a que la inexistencia de carreteras en la isla y de medios de locomoción hacía que se agravara más su anémica y financiera situación. Todas las operaciones en el campo tenían que ser a costa de la fuerza humana, excepto las débiles labores de arado.
La tierra, aunque muy fértil en algunas zonas, no disponía de los abonos necesarios: en las costas del sur que es donde se sembraban los cereales, llegada la época de sembrar, se tiraban las simientes al campo, sin cosechar y sin haber quemado los rastrojos de sementeras pasadas. De forma que las plantas nacían con una esterilidad tan grande que, solamente por lo claro que se sembraba, llegaba, en años regulares a fructificar. Respecto de los abonos, las tierras de la costa, no se habían abonado desde tiempo inmemorial. Las tierras que estaban\ próximas a los pueblos y de ellas el monte, solían como por extraordinario enterrarles algún resto de brezo, empleado como abono verde. En estas terrazas se cultivaba únicamente la papa y el millo; siendo la papa cultivada en La Gomera de exquisito sabor y exportada a algunos puntos de Inglaterra y de Cuba; existían tres clases principales de este tubérculo: la negra que verdaderamente lo era por su corteza y algo pajiza por su interior, era la más exquisita y la más sustanciosa que existía: sólo se comprendía lo que alimentaba cuando se observaba que algunas familias vivían exclusivamente de su alimento; la inglesa que tomaba este nombre por su procedencia, era clara, granosa y lisa por fuera: ésta era óptima para la exportación; y por último la palmera, la de peor calidad, era más quebrada que las anteriores y tenía peor gusto al paladar: a ésta la consideraban en nuestra isla como una papa ruin.
El millo por su parte, se cultivaba a gran escala, pues constituía también uno de los principales alimentos. A finales de abril se cavaba la papa, y sobre el ocho o diez de mayo quedaba plantado el millo que en poco tiempo alcanzaba una elevación considerable. Llegada su madurez se recolectaba, se tostaba y con su harina se hacía el gofio que era el principal ingrediente de la mesa gomera.
La viña también iba incrementando su plantación poco a poco, recuperándose de las graves enfermedades sufridas durante la primera mitad del siglo, combatidas en estos años mediante el azufre. El vino también era objeto de exportación.
Un comercio muy lucrativo a finales del siglo XIX en La Gomera era sin duda alguna el de la cebolla, un producto de gran exportación hacia Inglaterra y al que nunca se le ha dado la importancia debida. Durante muchos meses salían barcos cargados de seiscientos a setecientos quintales de cebollas hacia el extranjero. Pero los cultivos que comenzaban a introducirse por aquellos años eran el tomate y en menor medida el plátano (este último iniciaría su rápida expansión a partir del cambio de siglo). Pese a que hoy nos parezca extraño, el tomate era apenas consumido en la mesa de los canarios hasta entonces (por creer que tenía efectos negativos en la sangre) y fue de la mano de los ingleses, interesados en su comercio y consumo, quienes promocionarían su cultivo entre los agricultores gomeros. Por su parte, la platanera era un frutal sin demasiada importancia hasta entonces para los gomeros; todo cambió cuando los ingleses comprobaron de cerca la gran fertilidad de los valles del norte a finales de siglo (entre ellos destacó el comerciante Mr. Henry Wolfson).
Los pueblos del norte de la isla, en donde se podía permitir una buena exportación del tomate y del plátano debido a la abundancia de agua, tenían por el contrario el inconveniente que suponía la incomunicación; por ello, a finales de siglo se construirían pequeños embarcaderos como el de El Peñón en Hermigua (para la exportación de productos de este pueblo y de Agulo), mejorándose posteriormente las comunicaciones mediante la construcción de los pescantes gomeros en los años siguientes, una vez iniciada la expansión del cultivo del plátano, de nuevo debido al empeño e interés británico…