“Es una lástima que los conquistadores no respetaran la cultura de los benahoaritas”
El escritor y profesor Gorka Garmendia ha escrito una novela histórica ambientada en La Palma que lleva por título Benahoare o la sonrisa de Idaira y que fue presentada recientemente en la Casa Salazar de Santa Cruz de La Palma. Garmendia, docente de profesión y escritor de vocación, es licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad Autónoma de Madrid. Con sus ancestros repartidos entre el País Vasco y Canarias, descubrir que sus raíces se hundían en las escarpadas tierras de Garafía despertó su pasión por la historia y etnografía de La Palma, cristalizando ese interés en forma de novela histórica de aventuras ambientada en la conquista castellana de la Isla. Es su segundo trabajo de narrativa histórica y en la actualidad se encuentra preparando una tercera incursión literaria con la historia de Lanzarote como referencia. En una entrevista con La Palma Ahora asegura que “no era necesario pisotear la cultura awara para dominar el territorio”.
-¿Cuál es su vinculación con La Palma?
-Mi origen es una suerte de mestizaje norte-sur. Mi padre vasco y mi madre canaria, de Haría, Lanzarote. Hace unos años descubrimos que parte de nuestra familia conejera había emigrado desde Garafía a Lanzarote a mediados del siglo XIX. Tirando del hilo, una tía mía descubrió que José Pérez Alonso y María López Rodríguez, nacieron y se casaron en Garafía para después emigrar y tener descendencia en Haría. El penúltimo eslabón de esa cadena soy yo. Mi segundo apellido, Pérez, tiene raíz palmera. Y tan orgulloso estoy de ello que quise conocer a fondo la isla de mis ancestros.
-¿Cómo fue el proceso de creación de Benahoare o la sonrisa de Idaira? Benahoare o la sonrisa de Idaira
-El interés que despertó en mí el descubrimiento de mi origen en La Palma, hizo que visitara la isla con frecuencia y leyera cuanto cayera en mis manos de su historia, geografía, etnografía, etc. Esta fase de documentación es apasionante si te gusta el tema y te identificas con él. Uno de los episodios que más me atrajo fue la conquista castellana en 1492-93 y la tenaz resistencia de algunos aborígenes, los habitantes de Aceró, en la Caldera de Taburiente. Decidí novelar esta parte de la historia awara, mezclando un elenco de personajes reales (Tanausú, Acerina, Fernández de Lugo, etc.) con otros ficticios a través de los cuales el lector vive la trama en primera persona. Incorporé ingredientes que hicieran aún más atractiva la lectura, como el amor, la pasión, la traición o la violencia. También quise ambientar la narración lo mejor posible en el siglo XV: costumbres, ropas, viandas, medidas, pesos, navegación, armas, toponimia, etc. tanto en el bando de los castellanos como de los aborígenes. Como mi formación universitaria es de Ciencias Ambientales, quise detallar lo mejor posible todo lo que tuviera que ver con la geografía, la botánica, los paisajes... Fue como pintar un lienzo de los paisajes palmeros con palabras. Todo lo cuidé al detalle para hacer el texto verosímil, creíble. El resultado gustó a una editorial de Gran Canaria que decidió publicarla.
-¿Cuándo visitó por primera vez La Palma y qué impresión le causó?
-Hace dos décadas. La primera impresión fue de bello contraste con la tierra de mi madre, tan árida y volcánica. Tan solo en la zona de Teneguía encontré paisajes parecidos a los de Lanzarote. En el norte de La Palma me sentía como en el País Vasco. La Caldera de Taburiente me pareció una maravilla de la naturaleza que me dejó sin palabras. Santa Cruz de La Palma, una preciosa y coqueta ciudad. No hubo un rincón de la isla que no dejara su huella en mí; no he dejado de visitarla desde entonces. Cada vez que estoy en Garafía, como recientemente, siento que estoy en un lugar muy especial. Estuve mirando el mar desde las Cuevas de Buracas y me sentía muy cerca de mi propia esencia, de mi raíz. Además, siempre que voy descubro un nuevo rincón sorprendente; en esta ocasión, el Museo de Interpretación del Gofio, un precioso lugar para conocer el paradigma de cultura aborigen que ha llegado hasta hoy: nuestro gofio.
-Dice que su novela histórica no es un alegato indigenista pero no obvia que la cultura benahoarita “fue laminada por la conquista” y que hubo “un genocidio”.
-Ambas expresiones son compatibles. No he pretendido escribir una novela con vocación indigenista, con nativos buenos y castellanos malos, porque entre los cristianos había gente que pretendía hacer las cosas mejor que Alonso Fernández de Lugo y porque los aborígenes no vivían en una arcadia de felicidad: abundaban las guerras civiles, hubo traidores entre ellos... Pero su cultura, religión e idioma no fueron respetados. Solo nos quedan vestigios y eso es una verdadera lástima. Nuestra cultura actual sería mucho más rica si hubiera habido ese respeto, si fuera mestiza. Todas las civilizaciones tecnológicamente superiores someten a las inferiores. Benahoare en el siglo XV estaba en pleno Neolítico (nuestro año 5000 a. C.) mientras que Castilla era una potencia mundial. La derrota indígena estaba servida. Pero no era necesario pisotear la cultura awara para dominar el territorio. Yo tengo la suerte de hablar el idioma de mis antepasados vascos pero me ha sido negado el derecho de comunicarme en el idioma de mis ancestros canarios. Sin caer en la dicotomía simplista de buenos y malos, Benahoare o la sonrisa de Idaira pretende aportar su pequeño granito de arena al conocimiento y reconocimiento de nuestros antepasados. Creo que se lo debemos.
-¿Cómo ha sido recibida la novela por los lectores palmeros?
-Son muchas las personas de La Palma que se han interesado en Benahoare o la sonrisa de Idaira. También las principales librerías de Santa Cruz de La Palma y Los Llanos de Aridane han decidido tenerla en sus escaparates. En Gran Canaria y Tenerife ha sido igualmente muy bien recibida. Esto es algo que me alegra, sobre todo porque mi humilde objetivo al escribir este libro era narrar y dar a conocer de forma amena la historia de la conquista de Benahoare y la novela histórica es el formato ideal para entender la Historia de una manera entretenida pero veraz.