Escuela del Interior

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Ahora mismo, mientras escribo, estoy escuchando a Mozart, porque al igual que a otras personas les ocurre con otros artistas o tipologías musicales, Mozart me ayuda a adentrarme en las profundidades de mí mismo. Solos no podemos. No existe una varita mágica que diga voy a escucharme, voy a ver qué ocurre en mi corazón o mi cabeza, no sé dónde suceden los sentimientos aún, o sentir el alma así en un chasquido de dedos. La obra de Mozart es una auténtica montaña rusa de emociones, creo que abarca todo el horizonte emocional que sepamos que existe y otros tantos kilómetros que aún no sabemos. Con esta recreación de la realidad, y rozando la metafísica, justo en este momento y espacio, creo que he explicado que me lleva a crear La Escuela del Interior; el proyecto o idea que más tiempo he tardado en elaborar, por eso de trabajar, precisamente, un interior que hasta ahora era incapaz; la ambición desmedida y la desesperación me llevaban a un caos que, aunque fuera absolutamente normal, acababa en una especie de vacío, una palabra que me he inventado llamada ‘brafía’.

Esta vez no quería andar preocupado por el fracaso o el éxito, así que me armé de valor y decidí crear, en ese tiempo de calma, más toda la experiencia acumulada durante tantos años, más el mundo recorrido, que no ha sido poco, lugares extraños y extraordinarios, desde el miedo, pero también desde la valentía, La Escuela del Interior. Y no, no es una escuela como la están imaginando, viene a ser casi lo contrario a lo que entendemos por escuela. Una forma, no sé si distinta o diferente, tampoco sé si innovadora o fantasiosa, pero sí sé que es real. Nada de metas inalcanzables, de utopías, de sueños que se rompen en la frente cuando intentan salir. Esto es una nube baja, no está en el cielo y tampoco está en el suelo, está a la altura de nuestros ojos, donde debe estar.

Mozart sigue sonando.

Quiero pararme en el miedo. El miedo es lo que nos arropa prácticamente todos los días, en lo bueno y en lo malo. Tenemos miedo a todo, y eso no implica que seamos o no personas valientes, claro que lo somos, porque el miedo existe. Así estemos viajando al lugar más bonito del mundo, se nos adentra ese nudo de incertidumbre. O en un pensamiento oscuro, una mentira, una forma de escapar, una forma de entrar, siempre aparece el miedo. Nos domina por completo. Y al mismo tiempo, cual paradoja infernal, no existe, lo fabricamos nosotras las personas en algún lugar de la cima de nuestro cuerpo. Pero hay algo bueno en él; es verdad que arrebata, el miedo da, el miedo descubre, pero, sobre todo, el miedo crea, crea sí.

La Escuela del Interior es un proyecto de vida, es un espacio en el que muestro el resultado de todos estos años de experiencia en la cultura, la educación y la acción social. Es, además, un espacio creativo, imaginativo y emocionante, donde vamos a construir ideas nuevas y frescas, como la hierba recién nacida en un campo salvaje y cuyo olor extraña por la falta de costumbre, relacionadas con la lectura, la escritura, el entendimiento, el conocimiento y la información, dirigidas a otras personas profesionales, a las familias, papás, mamás, abuelos y abuelas, al público infantil en todas sus edades y a todas aquellas personas que sientan inquietud por estos asuntos imprescindibles e imposibles de ignorar, si de verdad aún creemos en las transformaciones. Ya no es una ideología o algo extraño pensar que necesitamos una enmienda a la totalidad de todo, perdonen por la redundancia, porque hemos destruido el derecho a creer en la posibilidad de que nuestro sistema de vida sea distinto al de ahora, a la vista y desnudo al mundo está esa vida asfixiada, agónica y mortal a la que nos hemos hecho y en la que estamos inmersos sin darnos cuenta. La Escuela del Interior es un recurso, es una fuente de formas  y esperamos que de inspiración, que de momento se desarrolla lentamente en un espacio web y en las redes sociales. Próximamente crearemos talleres, actividades, encuentros, charlas formaciones en pro de la cultura, la educación y lo social. Iba a poner lo de siempre, pero creo que hemos alcanzado ese camino evolutivo hacia algo que no conocemos, y en ese lugar intrépido vamos a arrancar este proyecto no con ilusión ni ilusionismo, si no con muchísimo amor, algo que nos dejamos frecuentemente por detrás, bien porque creemos que es burdo y cruel, o bien porque nos avergüenza. Qué sé yo qué es el amor, no se define, ni se fiscaliza en criterios ordenados, el amor se deja entrar y salir, sin una métrica impuesta, ni si quiera es poesía o relato, el amor se abre y se cierra, y se cierra y se abre, y ya está, como la solapa de una ventana cuando le da el viento, eso es una forma de amor.

Sigue sonando Mozart, ni idea de lo que significa cada pieza, opus, o sostenidos bemoles, lo que sí sé, y se apodera de estas palabras es la armonía, la buena, la melódica, que, sin ser un canto de sirena, retumba en el latido de lo imposible, de lo posible, ya sabemos, se sabe demasiado.

Les invito a construir esta Escuela del Interior, sin saber muy bien a dónde llegamos, pero con la certeza de haber abierto una puerta ineludible.

www.escueladelinterior.com

@escueladelinterior

PABLO DÍAZ COBIELLA

Bibliotecario educativo, cultural y social

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