Aridane, razones de la Plaza de la Despedida
Los topónimos urbanos de calles y plazas pertenecen al patrimonio cultural e histórico de la ciudad. El recuperarlos y mantenerlos es responsabilidad de todos.
En este caso nos ocupa la antigua referencia a la existencia en Los Llanos de Aridane de “calle Despedida”, y desde 1932 calle Conrado Hernández de las Casas.
La denominación de “calle Despedida” responde a ser la vía urbana que conducía al primer cementerio establecido en la ciudad. En ese lugar o espacio público nuestros antepasados difuntos eran “despedidos”, de igual modo que muchos lo reciben actualmente.
En el Archivo Municipal de Los Llanos de Aridane figura un expediente administrativo del año 1865 sobre la rotulación de calles y plazas. Entre ellas figura textualmente: “Despedida, hoy Cementerio”. Así debieron denominar, anónimos poetas románticos, a la vía que comunicaba desde la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios al campo santo aridanense.
A principios del siglo XIX, y tras el poco éxito que había tenido la Real Cédula de 1787, el Gobierno Central reafirmó la regulación de la construcción de los cementerios contemporáneos en el extrarradio de las poblaciones, dejando en desuso los enterramientos en el interior de los templos.
En el caso aridanense los difuntos habían sido inhumados en el templo parroquial de Nuestra Señora de los Remedios desde siglo XVI, hasta que, en 1825, las hermanas Antonia y María Carballo Wangüemert donaron por testamento mancomunado los terrenos para la construcción del primer cementerio extramuros de Los Llanos de Aridane. El 6 de agosto de 1837 fue bendecido por el párroco Miguel Febles el llamado cementerio parroquial de Nuestra Señora de los Remedios, regentado desde entonces por los clérigos administradores de esta jurisdicción eclesiástica que por esos años también abarcaba los actuales municipios de El Paso y Tazacorte.
Por Real Orden de 1871, se establece la obligatoriedad de la construcción de cementerios civiles o neutros. En 1906, la prensa insular denunciaba el incumplimiento de esta disposición por parte del entonces Ayuntamiento de Los Llanos (hoy, Los Llanos de Aridane) y el hecho de haber sido enterrado un niño aridanense no bautizado en el cementerio civil de El Paso.
Por fin, en 1910, el Ayuntamiento de la ciudad llanense asume la construcción de su propio cementerio civil municipal. Para ello recibe del farmacéutico Conrado Hernández de las Casas la donación de una parcela de tierra colindante al cementerio parroquial. Gran benefactor de Aridane, a él se debieron también los costes de la puerta de fundición, todavía conservada, y de las obras de ajardinamiento en el entorno del cementerio.
La nueva necrópolis se construye y entra en servicio en la denominada calle Conrado Hernández de las Casas, topónimo determinado por acuerdo municipal en 1932, que vino a sustituir a calle Cementerio, también calle de la Despedida. Suele responder los títulos de las vías a una razón popular de identificación, así las debió llamar los vecinos para ser reconocidas por la población.
Semejante ejemplo, relacionado con los campos santos, lo tenemos en el libro de viajes Un verano en Tenerife (1958) de la cubana Dulce María Loynaz (1902-1997), premio Cervantes 1992, cuando se refiere a la calle Adiós, en Tijarafe, por conducía al antiguo cementerio:
Adiós sencillamente era la calle que conducía al camposanto.
Pero voy a decir que lo era de manera exquisita: lo era con poesía, que es una cosa que se da muy poco en materia municipal, y, por mejor decir poco en cualquier materia.
No creo que haya habido concejales padrinos: fue el pueblo, un pueblo diminuto el que se acostumbró a llamarla así, o ella misma nació ya con su nombre, que le era íntimo, consustancial, exacto. De ahí la gracia, la finura que no pudo olvidar quien la mirara en otros días con sus ojos de niño.
La escritora en su viaje a La Palma sigue los consejos de su buen amigo Tomás Felipe Camacho (1886-1961), oriundo de Aridane y emigrante en Cuba, quien le aconsejó que si visitaba La Palma no se olvidara de ir a Tijarafe y conocer su calle Adiós. La escritora se debe referir a Tomás Felipe cuando dice: no pudo olvidar quien la mirara en otros días con sus ojos de niño. Felipe Camacho emigró a Cuba en 1905 y debió llevar en su memoria de escritor y poeta la razón del nombre de la calle tijarafera.
Las vicisitudes de la vida y los años trascurridos han ido borrando de la memoria colectiva de los aridanenses el antiguo topónimo, preciso y concreto, con toda razón, de calle Despedida. Como dijera Loynaz “No creo que haya habido concejales padrinos: fue el pueblo”, quien así la denominó.
Ante lo manifestado considero mi deber como cronista oficial hacerlo saber a la Corporación Municipal y sugerir sea tenido en cuenta y al mismo tiempo propongo, con todos mis respetos a la Corporación, se acuerde denominar al espacio municipal arbolado, que antecede a la puerta de entrada del cementerio parroquial, el de: Plaza de la Despedida.
Este lugar en su mayor parte estuvo ocupado por el cementerio civil, dependiente del Ayuntamiento, abierto al servicio funerario en 1912 siendo alcalde Manuel Pérez Wangüemert.
De este modo, con lo propuesto, el antiguo topónimo urbano recupera parte de su espacio original y todo su significado histórico descriptivo de la bella razón, cargada de sentimientos del pueblo y sus vecinos.
Nota: Informe justificativo y propuesta presentada a la corporación municipal por María Victoria Hernández Pérez, cronista oficial (2002) de la ciudad de Los Llanos de Aridane. A la atención del Sr. alcalde y portavoces de los grupos políticos: CC, PP y PSOE. Registrada oficialmente el 24 de septiembre de 2023 y ratificada por acuerdo unánime de la corporación.
*María Victoria Hernández es cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)
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