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Bañarse en las mismas aguas

No parece que esto tenga fin. Cada piedra levantada trae inexorablemente otro acusado por corrupción, y trae, además, en el ciudadano, la sensación de hartazgo, la desazón de que en todo ha sido un enjambre de engaños, forjados desde las entrañas de quien posee el poder.

La entrada en prisión de Zaplana, acusado de delitos de cohecho y prevaricación, fraude fiscal, tráfico de influencias, malversación, blanqueo, pertenencia a asociación ilícita para delinquir y a grupo criminal, muestra una vez más la inmundicia grotesca de quienes hasta hace poco denunciaban y criticaban dichos actos en otros, haciendo fe y discurso del comportamiento legítimo y dentro del marco legal con el que debe comportarse la ciudadanía, y ahora, son el ejemplo fidedigno de lo criticado y denostado en dichos discursos y actos de fe.

Redunda la sensación de que todo ha sido una interminable e inacabada mentira, y sobre todo, que cada discurso, cada promesa, cada gestión realizada traía tras de sí un exclusivo propósito, una elaborada pauta en base a una única dirección, y ella no era otra que engrosar en la mayor manera de lo posible cantidades sustanciales de dinero, obtener el mayor poder posible y rodearse de quienes, por otro lado, podrían proporcionar aún más dividendos.

Nada parece lo que fue, o mejor dicho, fue lo que fue, pero hicieron o nos convencieron de que era otra cosa, de que se gestionaba y fomentaba otra cosa, que cada discurso y cada promesa era un cheque en blanco de un futuro posible de mejora para la ciudadanía. Y la ciudadanía lo creyó. Atendió todos los argumentos y obró en relación a lo dictado y esgrimido por quienes regentaban el poder y daban lecciones de honestidad.

Y es por eso que el hartazgo lleva tiempo anclado en la ciudadanía, y es por eso que, también, la desconfianza es otra circunstancia que produce y producirá, cada vez más, desencuentros entre la ciudadanía y el poder, y no solo con el partido popular como baluarte de tanta corrupción, y sí, en la sensación de que todos, tarde o temprano, se bañarán bajo las mismas aguas.

No parece que esto tenga fin. Cada piedra levantada trae inexorablemente otro acusado por corrupción, y trae, además, en el ciudadano, la sensación de hartazgo, la desazón de que en todo ha sido un enjambre de engaños, forjados desde las entrañas de quien posee el poder.

La entrada en prisión de Zaplana, acusado de delitos de cohecho y prevaricación, fraude fiscal, tráfico de influencias, malversación, blanqueo, pertenencia a asociación ilícita para delinquir y a grupo criminal, muestra una vez más la inmundicia grotesca de quienes hasta hace poco denunciaban y criticaban dichos actos en otros, haciendo fe y discurso del comportamiento legítimo y dentro del marco legal con el que debe comportarse la ciudadanía, y ahora, son el ejemplo fidedigno de lo criticado y denostado en dichos discursos y actos de fe.