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El Charro sigue hablando de sí mismo

Después de aquel largo silencio de El Charro en el que nos asomamos a la orilla de sus ojos Ninnette, Lissette y yo, a mirar sus aguas empantanadas y sus sombras, en el fondo de sus pupilas, El Charro se levantó de la mesa, dirigió sus pasos hacia la nevera de los cavas, cogió tres botellas de Gran Reserva Leopardi Brut Nature de Cava Llopart, y regresó a donde estábamos nosotros con las botellas ya abiertas.

¿Qué habéis visto en mí durante todo este momento que hemos estado callados? Mejor lo digo yo, mejor hablo yo de mis aguas estancadas, de mis exclusas. Después de la muerte de mis padres en accidente de avión volví a sentir miedo por la muerte, y me vino a visitar un pánico por ella que yo ya tenía olvidado, un pánico que viene de mi niñez. De niño me daba miedo dormirme, porque no sabía a dónde me iba a ir mientras me durmiese, o quizás me podría morir dormido. El irme por la noche a dormir en la cama era mi peor momento del día. Tenía que venir mi madre a acostarse conmigo, me decía que pensara en Jesús, y yo dormía abrazado a ella. Cuando adoptamos a mi hermano León se me fue ese temor. León y yo compartimos habitación hasta los doce años, después tuvimos una distinta cada uno. Al morirse Facundo en Guatemala volvió a resucitar en mí aquel pánico de la niñez. Le tuve que decir a mi hermano León que si no le importaba que volviésemos a ocupar la habitación de la casa que compartimos cuando niños. Todos los días al salir de casa me encontraba con una vendedora de flores ciega a la que siempre le compraba lo que me ofreciese. Llevaba una semana sin verla, ¡Aquel invierno fue muy duro! Cuando me la volví a encontrar le pregunté si quería establecerse, montar una floristería, en uno de los locales vacíos que tiene la casa familiar; le dije que yo correría con toda la inversión y que luego ella me iría pagando como pudiera. Observé en mí mismo que a partir de aquel gesto desapareció otra vez aquel terrible pánico infantil. Yo volví a mi habitación, la que fue de mis padres, y León a la suya. Una noche al salir del restaurante me crucé con una mujer, que me llamó poderosamente la atención. Me desperté exaltado esa madrugada, pensando en ella. Al día siguiente se me presenta en el restaurante, me pregunta que si puede sentarse a comer sin haber hecho reserva y que si puede ver la colección de cuadros. Yo mismo se los enseñé uno por uno y escuché sus comentarios. Era una experta en Frida Kahlo y Diego Rivera, y también era pintora. Estaba montando una exposición en el Distrito Federal. Le dije que si me aceptaba que la invitase a comer. Seguimos hablando durante el almuerzo. Le pregunté que si no recordaba que la noche anterior nos habíamos cruzado paseando por la acera. Me dijo que sí, que se estaba alojando en el hotel de la esquina y que se había despertado de madrugada viendo mi cara; le comenté que a mí me había ocurrido igual. La ayudé en el tema de la exposición. Al poco tiempo le dije que se viniera a alojar en casa y así lo hizo hasta el día de hoy. Ella tiene que estar mucho tiempo fuera, en el extranjero, por lo de las exposiciones, pero estamos gran parte del año juntos y felices. Ahora mismo ella está en Canadá, y no sé porqué -o quizás sí- algo me trajo aquí.

Se levantó El Charro a buscar otras tres botellas de Leopardi Gran Reserva Brut Nature de Cava Llopart. Las sirvió, bebió hondo la suya y se llenó otra copa. Nos siguió hablando. Somos enteramente felices en nuestra relación de pareja, pero a pesar de ello tengo problemas con mi naturaleza, y para esto no quiero saber nada de la medicina oficial. Miró para Ninnette y Lissette. Ellas lo miraron con ternura infinita y le dijeron que estaba en el sitio adecuado. Ninnette, por ser la primera que llegó a mi vida, habló primero de quien era ella, de su sacerdocio tántrico; Lissette, lo hizo luego. ¡Existe esa pequeña jerarquía entre nosotros! El Charro suspiró estas cinco palabras, esta frase: “Estoy en el sitio adecuado”.

Sonó el timbre de la casa. Fui a abrir la puerta yo. Era el Chivato Tántrico, que venía al sitio adecuado. El Charro le sirvió una copa de cava. Ninnette y Lissette pusieron al Chivato Tántrico al tanto de lo que nos había estado comentando El Charro. El Chivato Tántrico comentó que estaba sintiendo que íbamos a necesitar de él, y que por eso se había acercado. Le dijo a El Charro que le sirviese tres copas seguidas, y que no se preocupase, que él pertenecía a un linaje muy sagrado de Chivatos Tántricos, que era la reencarnación de uno del los Chivatos Tántricos más antiguos, que sus milagros se cuentan a montones. Dijo también que con El Charro tenían que trabajar Ninnette, Lissette y él, de manera intensiva, que empezarían al día siguiente por la mañana.

Ninnette, Lissette y El Chivato Tántrico salieron a pasear en la terraza y a hablar sobre la terapia a seguir con El Charro. Yo fui a buscar una película para verla cuando acabásemos de comer. El Charro abrió otras tres botellas de Leopardi y preparó comida mexicana. Cuando acabamos de cenar puse ‘Casablanca’ en versión original con subtítulos. ‘Casablanca’ es una película de Michael Curtiz, ganadora de tres oscars en el año 1943, mejor película, mejor director y mejor montaje. Su guion se estuvo modificando constantemente, o mejor dicho, improvisando. La protagonizaron Humphrey Bogart, Ingrid Bergman y Paul Hernreid. Rick (Bogart) e Ilsa (Bergman) se conocen en París pocos días antes de que fuese aplastada por las botas de los nazis, se enamoran y deciden marcharse a Marsella para luego viajar a Casablanca. Quedan en la estación de tren. Ilsa no acude. Sam, el pianista, le trae un mensaje escrito por ella en el que le dice que no puede irse con él. En Casablanca, Rick lleva un café en el que se juega y hay espectáculo. Aparece Ilsa en el café de Rick, viene con su marido, Víctor Lazlo, un líder de la resistencia. Ilsa creía que Víctor había muerto en un campo de concentración, pero apareció de nuevo en su vida, en el momento en que se iba a ir con Rick. Víctor e Ilsa están tras la pista de dos visados robados para irse a Estados Unidos. Los visados los tiene Rick. Ilsa cuando ve a Sam tocando el piano le dice que toque la canción de Rick y ella, ‘El tiempo pasará’. Rick cuando escucha la canción viene furioso a llamar la atención a Sam. Sam mueve los ojos y mira a Ilsa. A Rick se le había roto el corazón en la estación de tren de París. La presencia de Ilsa lo remueve todo. Esa noche, después de cerrar el café, le dice a Sam: “Play it again”. Sam intenta resistirse pero la acaba tocando. El celuloide nos entrega las imágenes de ellos dos felices en París, paseando en coche, en la Belle Aurora tomando champan Mumm Cordon Rouge y Sam tocando ‘The time go pass’. Víctor Lazlo se ha dado cuenta de que entre Ilsa y Rick ha existido algo. Víctor le recuerda a Rick su pasado brigadista en la guerra civil española, y que el motivo para él procurar los visados y salir de Casablanca es humanitario. Ilsa y Rick deciden largarse de Casablanca con los visados que tiene Rick. En el aeropuerto, Rick, escuchando su corazón brigadista, cambia de opinión, le dice a Ilsa que él se queda, que ella salga con Víctor, su marido, en el avión, que había una causa mayor que atender, y que a ellos dos, Ilsa y Rick, les quedaba el recuerdo de París.

Ninnette y Lissete me hicieron repetir la película. Se aprendieron de memoria los diálogos entre Rick e Ilsa. El Chivato Tántrico dijo que debíamos de descansar algo, que al día siguiente, temprano, empezaba la terapia con El Charro. El Charro nos dijo que cuando acabase la terapia nos llevaría a todos a París y a Casablanca.

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior.

Las Cosas Buenas de Miguel.

Después de aquel largo silencio de El Charro en el que nos asomamos a la orilla de sus ojos Ninnette, Lissette y yo, a mirar sus aguas empantanadas y sus sombras, en el fondo de sus pupilas, El Charro se levantó de la mesa, dirigió sus pasos hacia la nevera de los cavas, cogió tres botellas de Gran Reserva Leopardi Brut Nature de Cava Llopart, y regresó a donde estábamos nosotros con las botellas ya abiertas.

¿Qué habéis visto en mí durante todo este momento que hemos estado callados? Mejor lo digo yo, mejor hablo yo de mis aguas estancadas, de mis exclusas. Después de la muerte de mis padres en accidente de avión volví a sentir miedo por la muerte, y me vino a visitar un pánico por ella que yo ya tenía olvidado, un pánico que viene de mi niñez. De niño me daba miedo dormirme, porque no sabía a dónde me iba a ir mientras me durmiese, o quizás me podría morir dormido. El irme por la noche a dormir en la cama era mi peor momento del día. Tenía que venir mi madre a acostarse conmigo, me decía que pensara en Jesús, y yo dormía abrazado a ella. Cuando adoptamos a mi hermano León se me fue ese temor. León y yo compartimos habitación hasta los doce años, después tuvimos una distinta cada uno. Al morirse Facundo en Guatemala volvió a resucitar en mí aquel pánico de la niñez. Le tuve que decir a mi hermano León que si no le importaba que volviésemos a ocupar la habitación de la casa que compartimos cuando niños. Todos los días al salir de casa me encontraba con una vendedora de flores ciega a la que siempre le compraba lo que me ofreciese. Llevaba una semana sin verla, ¡Aquel invierno fue muy duro! Cuando me la volví a encontrar le pregunté si quería establecerse, montar una floristería, en uno de los locales vacíos que tiene la casa familiar; le dije que yo correría con toda la inversión y que luego ella me iría pagando como pudiera. Observé en mí mismo que a partir de aquel gesto desapareció otra vez aquel terrible pánico infantil. Yo volví a mi habitación, la que fue de mis padres, y León a la suya. Una noche al salir del restaurante me crucé con una mujer, que me llamó poderosamente la atención. Me desperté exaltado esa madrugada, pensando en ella. Al día siguiente se me presenta en el restaurante, me pregunta que si puede sentarse a comer sin haber hecho reserva y que si puede ver la colección de cuadros. Yo mismo se los enseñé uno por uno y escuché sus comentarios. Era una experta en Frida Kahlo y Diego Rivera, y también era pintora. Estaba montando una exposición en el Distrito Federal. Le dije que si me aceptaba que la invitase a comer. Seguimos hablando durante el almuerzo. Le pregunté que si no recordaba que la noche anterior nos habíamos cruzado paseando por la acera. Me dijo que sí, que se estaba alojando en el hotel de la esquina y que se había despertado de madrugada viendo mi cara; le comenté que a mí me había ocurrido igual. La ayudé en el tema de la exposición. Al poco tiempo le dije que se viniera a alojar en casa y así lo hizo hasta el día de hoy. Ella tiene que estar mucho tiempo fuera, en el extranjero, por lo de las exposiciones, pero estamos gran parte del año juntos y felices. Ahora mismo ella está en Canadá, y no sé porqué -o quizás sí- algo me trajo aquí.