Solo nosotros, los humanos, podemos cambiar nuestro rumbo
(Discurso del activista medioambiental Darío Hernández leído el pasado viernes tras recibir por parte del Cabildo el Premio al Mérito Ciudadano)
Desde que era adolescente, o incluso desde mi niñez, descubrí el amor que le tengo a la tierra. El amor a la naturaleza que nos acoge y sobrecoge. Siempre he tenido una alta sensibilidad y espero que ésta, aunque duela, no se me vaya nunca.
Esa misma sensibilidad y consciencia son las que hoy se han querido reconocer aquí desde esta institución que representa a la sociedad palmera, el Cabildo Insular de La Palma.
Gracias a esa inquietud que siempre me ha acompañado y perseguido, empecé a unirme a causas, globales, pero tan necesarias, que al fin y al cabo son locales. Bien es conocida a día de hoy la importancia del medioambiente en nuestras vidas y cómo su empeoramiento, su maltrato y contaminación ha llevado al planeta a una crisis climática que ya estamos sufriendo. Si no, díganme por qué hace TANTO calor en un mes otoñal.
Como el problema es tan tan inmenso, para abarcarlo, hay que diseccionarlo. Es prácticamente imposible que alguien pueda contribuir en cada ámbito del problema. Bueno, la política sí.
Yo decidí apostar por la limpieza de residuos abandonados en entornos naturales. Desde que empecé, he limpiado en todos los municipios de la isla, en playas y barrancos principalmente. He organizado limpiezas comunitarias junto al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, mi municipio. De hecho, fue en el marco de esta institución, dentro de su concejalía de Juventud, donde surgió Jóvenes con Pensamiento Verde.
Además del ya mencionado, he colaborado con el de Puntallana, con el de Breña Baja así como con otros colectivos sociales y por qué no decirlo, también personalidades importantes en el mundo del ecologismo en La Palma. Como por ejemplo Gustavo Díaz y su movimiento: ‘Somos una ola’, en el que he participado en varias limpiezas a lo largo del litoral este de nuestra isla. Por no hablar de Sergio Sarti, un joven que se recorrió todas las islas canarias a pie y recogiendo los residuos que se encontraba a medida que caminaba. Con Sergio organizamos una en Maldonado y otra fuimos Sergio y yo por nuestra cuenta a liberar de 'basuraleza' el Barranco del Carmen.
También he organizado limpiezas en mi barrio, con mis vecinos, para lograr tener un lugar mejor y más amable con la naturaleza, mientras compartimos momentos únicos de risas, de recuerdos, de charlas, de amistades y de comunidad.
Porque qué bonita es la palabra comunidad y cómo se puede fortalecer nuestra comunidad sino a través de actividades que nos involucren como parte activa de ella.
La participación ciudadana es vital para el desarrollo de una comunidad.
Poder participar y poder ejercer el cambio, por muy mínimo que sea, es de lo más gratificante. Ver cómo queda el “trabajo” hecho, el barranco limpio, la playa sin plástico. Es la recompensa al esfuerzo de dedicar tu tiempo, y más vale aun cuando estamos inmersos en la sociedad efímera, donde no tenemos tiempo para nada.
Yo he dedicado gran parte de mi vida, a cuidar de nuestra tierra, a concienciar a nuestros iguales, a colaborar con las administraciones en proyectos bonitos que hagan de nuestra isla, pero también de nuestra gente, una sociedad amable y respetuosa con su entorno, una sociedad que se adapte y que no destruya, que no ensucie, que no interfiera en los valiosos ecosistemas que atesoramos.
Hablando de atesorar, este viernes es el cumpleaños de nuestra joya natural, tal día como hoy, un 6 de octubre, pero de 1954, era declarado parque nacional la Caldera de Taburiente.
Una inspiración para todo el que la descubre, ya lo decía Luis Morera, la Caldera es la catedral del Sol.
Eso es lo que quiero ver, y para lo que voluntariamente trabajo, una sociedad luminosa y que viva en armonía con el lugar.
Termino no sin antes agradecer a todas y cada una de las personas que están aquí y a las que por motivos ajenos no pueden estar aquí acompañándome. Las personas que me han apoyado siempre en el activismo, nosotros, los activistas no somos más que la ‘encarnación’ de la naturaleza misma salvándose y cuidándose.
Gracias también al Cabildo y desde aquí, y ya terminando, mi más humilde petición: solo nosotros, los humanos podemos cambiar nuestro rumbo. Habrá que decidir en qué planeta queremos vivir y cuál le queremos dejar a las futuras generaciones.
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