“Mañana llueve”

Lluvia sobre los adoquines.
22 de abril de 2025 13:00 h

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“Mañana llueve”. Dicho así, con seguridad, con certeza, en presente con valor de futuro, con el respaldo que da un contundente 100% de probabilidad. Aunque en Canarias las previsiones fallan a menudo, el que enuncia “mañana llueve” lo hace con la fe del creyente. Es una declaración y un deseo de que no falle. Una prueba de que el pensamiento mágico sigue vigente.

La primavera avanza y ya vemos el final de la temporada de tiempo inestable. Dejamos atrás la época de las tormentas previstas que realmente son tormentas, de tormentas previstas que finalmente son chubascos; avisos de lluvia que se traducen en un chaparrón de diez minutos, en una llovizna que apenas moja o en un nada de nada; se cancelan eventos, se suspenden planes… las dudas se multiplican: ¿pongo la lavadora ahora o espero? ¿Debo regar? ¿Qué debería ponerme para salir? ¿Comeremos dentro o fuera? ¿Suspenderán la actividad de los chicos? ¿Me quedo en casa?

Nuestra relación con el tiempo ha cambiado mucho. Para adivinarlo, ya no miramos al cielo sino a la pantalla. Consultar el tiempo varias veces al día se ha convertido en algo habitual para la mayoría. Los rudimentarios se limitan a mirar la previsión que viene por defecto en el móvil o van a los sitios básicos (aemet, eltiempo.es, meteored). Los avanzados miran páginas especializadísimas con mapas de colores llenas de líneas ondulantes, imágenes de satélite que indican la temperatura en tiempo real, la lluvia acumulada, los vientos… actualizaciones constantes y previsiones con horas exactas. “Va a llover a las 3 y cuarto”, “Ahora lo retrasaron a las 4”.

Otra novedad es que las tormentas ya no son anónimas. Tienen nombre de persona. Nos ventean, granizan o llueven Oliver, Nuria, Filomena, Celia, Hermine, Óscar… Es una manera más íntima y cercana de convivir con nuestra climatología adversa. Y de recordar quién inundó el patio, quién hizo correr aquel barranco o quién suspendió aquel concierto. Desde 2015, las agencias meteorológicas nacionales de la región en la que estamos (Francia, Portugal y España, el grupo suroeste de Europa) se coordinan para poner nombres a toda borrasca que reúna los méritos de ser nombrada, de ser personalizada. Este año llevamos quince.

El tiempo se ha convertido en espectáculo. Borrascas, tornados, huracanes, tormentas, inundaciones… son materia de prime time, hacen subir la audiencia, atrapan la atención. Las imágenes de riadas, coches arrastrados por el agua, oleaje azotando la costa, destrozos, personas achicando el agua de sus casas, calles convertidas en un barrizal pueden contarse entre las emisiones más vistas en medios de comunicación y en redes sociales. Es cautivadora esa sensación que mezcla el horror, la empatía y el alivio de estar tranquilos en el sofá.

Hay algo atávico en todo esto. Las predicciones del tiempo son un logro más del ser humano en su eterna batalla por escapar de las arremetidas, los peligros e inclemencias de la naturaleza. Conseguir que el clima sea predecible es un avance, como saber la trayectoria de un cometa o la hora exacta de un eclipse.

Lo que sucede es que las previsiones aún no son precisas y eso crea situaciones desconcertantes. Durante una reunión familiar en un espacio abierto el día de Navidad, la previsión daba 100% de lluvia justo a la hora de comer. Muchos parientes, móvil en mano, auguraban su inminente llegada. Se sirvió la mesa, todos se sentaron y se olvidaron del tiempo mientras comían. Cuando estaban con los postres, empezó a llover. Aunque había donde guarecerse, la mayoría de los asistentes abandonó a toda prisa el lugar asegurando que no iba a parar en toda la tarde. No fue así. La lluvia solo duró unos minutos. Los pocos que se quedaron recogieron y se tomaron el café sentados al sol en una mesa despejada y rodeada de sillas vacías.

En breve, entrará en funcionamiento un radar meteorológico cuya antena se acaba de levantar en Teno (Tenerife). El único radar en funcionamiento de Canarias, en la isla de Gran Canaria, tiene la limitación de que el Teide no le deja ver lo que pasa a sus espaldas, que es por donde entran muchas borrascas. En La Palma estamos, pues, en una zona de sombra.

Se supone que a lo largo de este año ese nuevo radar estará funcionando. A partir de ese momento, estaremos más preparados, al menos en el corto plazo, para saber cuándo poner la lavadora, cuándo cancelar eventos, dónde colocar la mesa, si habrá actividades extraescolares, si debemos regar o no. Saldremos más seguros de no mojarnos y los parientes no tendrán excusa para salir despavoridos.

Si, por el contrario, no funciona tan bien y los pronósticos siguen fallando, no hay que preocuparse. Podremos completar los modelos numéricos de previsión con el pensamiento mágico, como hacemos ahora.

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