Miguel Brito Rodríguez nació el 25 de septiembre de 1876 en la ciudad de Santa Cruz de La Palma. Hijo de Lorenzo Brito, natural de Barlovento, dedicado a un floreciente y próspero negocio de importación y exportación de toda clase de mercaderías en la capital de la Isla.
Se da la circunstancia de que en algún inventario y en su libro de cuentas reflejaba en cierta ocasión una cantidad de quinientas y pico mil pesetas, cantidad bastante considerable en su época, por lo que se ganó el apelativo de Mediomillón, sobrenombre o nombrete, como decimos en La Palma, que heredaría posteriormente su hijo.
Miguel Brito se caracterizó por ser un personaje con unas grandes inquietudes culturales, un hombre avanzado a su tiempo y entusiasta investigador de cualquier progreso técnico sobre la imagen, siendo por lo tanto un gran fotógrafo y cineasta.
Así vemos cómo en 1900 la Reina Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, durante la minoría de edad de su hijo Alfonso XIII, lo distingue con el título de Fotógrafo de la Casa Real, lo que le permitió realizar un magnífico reportaje cuando el Rey visitó La Palma en 1906.
Igualmente está considerado el primer cineasta de Canarias, habiendo presentado en las islas el kinetoscopio y el fonógrafo y finalmente, en 1898, exhibía el cinematógrafo Lumière y la proyección de las primeras películas en el Archipiélago.
Miguel Brito Rodríguez, Mediomillón, fallece el 24 de mayo de 1972 en Santa Cruz de Tenerife a los 95 años.
Los periódicos de la época recogieron la noticia de su muerte con elogiosas expresiones como “… ha muerto un gran hombre, un excelente maestro. Fue siempre una persona sencilla, de gran corazón y extraordinarias virtudes… Su voz suave y su barba apostólica quedarán siempre en el recuerdo…”.
En 2002 el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, por iniciativa popular y de varias instituciones, acuerda perpetuar su memoria rotulando una de las calles del municipio como Cineasta Miguel Brito.
También en 2013 el Grupo Filatélico y Numismático de Tenerife decide encargar un TUSELLO (sello personalizado) con su figura, así como un sobre y una tarjeta alusiva.
En cambio, en su ciudad natal ni en su isla, que tengamos noticia, aún no se han decidido a recordar de alguna manera su incuestionable valía.