Los nietos

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Los nietos son una fuente continua de asombros. Su capacidad para el desorden es casi infinita. Reúnen pequeños objetos sin medida y las reparten por toda la casa de una manera que yo calificaría de magistral. Podemos encontrar esas cosas en el desagüe del baño, en el azucarero, en la nevera e incluso dentro de tu maleta del ordenador. Aparecen dentro de un huevo de chocolate, en un paquete de arroz, en un cucurucho de almendras o en la pileta del agua. Y luego están esas cosas que llaman chuches, y luego, nosotros comidos a preguntas, zozobras y besos.

Por si alguien no lo sabe, los nietos comen a todas horas y toda suerte de alimentos: pasta, espaguetis, macarrones, y otra vez pasta, espaguetis y macarrones. No saben que existen la lechuga o las judías verdes, pero con el nuevo sistema de alimentarlos ellos, a los ocho meses, extienden por la mesa el arroz y las zanahorias amén de dejarse el pelo lleno de la pasta descrita. Es como el maná bendito. Llueven del cielo las tiras de tallarines y se enredan en su pelo pedazos de manzana mezcladas con yogur y helado de limón. Y todo sucede en unos minutos mientras el niño permanece milagrosamente intacto.

Pero a pesar de sus llantos, sus gritos a destiempo, sus carreras delante del ordenador cuando crees que por fin has encontrado el verso cazado al vuelo y comprendes que lo has perdido para siempre; a pesar de todos los pañales que cambiamos al día, las cremas puestas en sus culos relucientes, las caídas y los golpes que sangran a la hora de la siesta, los sentimientos que afloran a medianoche cuando gritan sobre tu pecho pidiendo atención y que les apagues el miedo a la oscuridad y a los ruidos incomprensibles de la casa tan llena de fantasmas que sólo ellos son capaces de ver y de escuchar; a pesar del cansancio, de la fatiga y el dolor de los brazos, la cintura y la columna vertebral, hay en los nietos algo especial que te hace caer en la trampa del cariño. 

Lo sé. Tengo fotos, muchas fotos, y las miro y sé que no es el valor de la foto ni del marco ni del cuadro ni de que esté colgada en la pared lo que les da valor; es la mirada de ese bebé que sostienes en los brazos, es la mirada de ese otro niño que te besa y de ese otro al que besas tú; es la mirada de un nieto, ese nieto que escribe en un dibujo la palabra abuela y encima anota con su letra redonda y temblorosa que la mujer de su vida eres tú. Son todas esas cosas, lo que contienen, lo que da valor a tu vida y a la palabra abuela. Y cuando miro esas fotos, lo que veo reflejado en ellas es una parte importante de mi vida en el mundo y eso es con lo que me quedo. Son ellos lo importante. Mis nietos. Los nietos de todos los abuelos del mundo.

 

Elsa López

15 de agosto de 2024