Lo esencial, al menos en el mundo rural, empieza a primar de nuevo sobre lo superfluo. En La Palma, sin ir más lejos, las huertas desahuciadas por un sistema que se desentendió de los pilares básicos del desarrollo equilibrado, comienzan a tener de nuevo parte del protagonismo que perdieron. Varias son las experiencias que, a través de los denominados bancos de tierra, se han puesto en marcha en la Isla para, en el marco de una economía verde de subsistencia, rescatar las fincas de labor abandonadas con el fin de combatir las secuelas de la lacra del paro y los estragos de la recesión en las economías domésticas más desfavorecidas.
Los bancos de tierras agrarias tienen como finalidad recuperar parcelas de labor que, por diversas circunstancias, no se siembran desde hace tiempo. Para ello crean un registro de las fincas en desuso al objeto de poner en contacto al propietario de los terrenos con los interesados en cultivarlos.
La primera iniciativa de estas características en La Palma se implantó hace más de un año en el municipio de Villa de Mazo. Recientemente, el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma ha planteado un proyecto similar. La propuesta ha sido presentada a la convocatoria de subvenciones del Programa de Desarrollo Rural de Canarias (FEDER 2007-2013). El coste aproximado de la actuación es de 4.000 euros.
El alcalde de la capital palmera, Sergio Matos, considera que la propuesta del banco de tierras “es una iniciativa de gran interés ya que pondrá recursos hasta ahora infrautilizados a disposición de las personas desempleadas que opten por formarse y hacer de la agricultura una alternativa laboral”. Por su parte, el concejal de Desarrollo Local, Julio Felipe, explica que “el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma pretende de este modo mantener la actividad agrícola especialmente en las medianías del municipio, de modo que por jubilación y abandono ésta no cese, siendo transmitida la explotación a otro titular por mediación y con la garantía del banco de tierras”.
El proyecto, añade Felipe, “propone como primer paso la elaboración de un inventario de tierras cultivables del municipio que se encuentren en desuso o abandonadas”. De esta forma, abunda, “las personas interesadas podrán inscribir sus terrenos, que pasarán a integrar una base de datos bajo criterios de eficiencia y funcionalidad”.
Hay bancos y bancos. Mientras los bancos financieros, principales responsables del presente descalabro, se encuentran actualmente acorralados por la morosidad y los activos tóxicos que originaron las ansias de dividendos de sus directivos, los bancos de tierras de labranza intentan reactivar, con grandes dosis de sentido común, la economía local en los núcleos rurales que, debido al progreso insostenible del usar y tirar alentado por los especuladores en los buenos tiempo de las vacas gordas, arrinconaron su principal legado.
Jardines de papas, tomates y lechugas
El auge de la producción hortícola en La Palma para el autoconsumo es indudable. Según el mapa de cultivo de la Isla, la explotación de huertos familiares, donde se cosechan los ingredientes básicos para la ensalada o el tradicional potaje, ha crecido más de un 300%. Los jardines de muchas casas, realmente, son nateros donde florecen papas, tomates, millo y lechugas. Tal retoñar de las vegas domésticas de autoabastecimiento permite un ahorro en la cesta de la compra y, en consecuencia, supone un preciado complemento en las rentas del hogar.
La superficie agraria de La Palma está divida en más de 100.000 parcelas. En los años ochenta del pasado siglo las fincas cultivadas ocupaban 70.600 hectáreas. En la actualidad rondan las 7.000. Estos datos indican del vuelco que, en diferentes etapas, ha dado el sistema productivo del agro insular.