Amigo, ya pasa un año
sin poder hablar contigo,
y la verdad no consigo
olvidar lo que te extraño.
En ocasiones me engaño
y te descubro sonriendo,
casi siempre discutiendo,
otras poniendo a parir
a los que sin sonreír
seguimos aquí viviendo.
Jócamo, 6.IV.2024
NOTA: El próximo 16 de abril se cumplirá un año desde que Máximo Pérez Tejera, “Simo” para los amigos, dejó el mundo de los vivos y pasó a formar parte de la necromasa terrestre, cumpliendo el ciclo de la sentencia bíblica: “polvo eres y al polvo volverás”.
En más de una ocasión hablamos sobre el particular, por esa natural tendencia que tiene la especie humana a formularse preguntas para las que no siempre encuentra respuestas acertadas o incontrovertibles. En el caso de Simo, quizás por su mentalidad racional matemática, las cuestiones incómodas se convertían en una golosina intelectual, que perseguía con ahínco y respondía con crudeza, libre de añadidos edulcorantes.
Eso lo convertía en un interlocutor tan temible como admirable, que despertaba simpatías y antipatías, pero jamás indiferencia.
Siempre lo consideré como una especie de hermano mayor, con el que me gustaba debatir, en prosa o en verso, con o sin “metáforas palmeras”. Quizá por ello lo echo, lo echamos, tanto de menos y me gusta pensar que simplemente estamos atravesando un periodo de silencio, de esos en los que esporádicamente nos sumimos todos, porque no encontramos respuesta a muchas de las paradojas absurdas de la vida.