Recientemente he visitado el archipiélago de Madeira, en concreto la isla principal del mismo nombre, y luego la más pequeña de Porto Santo. No era la primera vez, pues hace unos treinta y tantos años ya había estado en la isla mayor. Pero aquella vez había sido en plan “turista”, y cuando se visita un lugar así, aunque uno no sea consciente de ello, se limita a “pasárselo bien”, ver las “bellezas” y curiosidades del lugar, y presta poca o nula atención a la sociedad en concreto. Esta vez fue distinto, pues el viaje tenía un sentido cultural, tradicional y deportivo. En concreto, era para celebrar el primer encuentro de Salto del Pastor Canario después de la pandemia que, tras dos años de cancelación, se decidió realizar esta vez fuera de Canarias. Se aprovechó el viaje para indagar, en lo posible, en los datos históricos sobre la permanencia en Madeira, desde el siglo XV, de miles de canarios esclavizados y sus descendientes, y en sus probables aportaciones a la sociedad y cultura de ese lugar, que permanecieran en la actualidad. Pero, bueno, de eso ya he hablado en otro escrito con más detalle. Ahora quisiera tratar más bien de la extraña situación de los archipiélagos de Madeira y Canarias (y también en parte Azores y Cabo Verde) que, teniendo tantísimo en común, y estando relativamente cerca, vivimos de espaldas, separados, ante todo, por las políticas de Estado. Y es una verdadera pena, una desgracia, porque cuando las culturas, la historia, la geografía, los aciertos y los errores son comunes a dos o más grupos sociales..., la colaboración, la búsqueda común del progreso (el real), las mejoras en nuestras vidas... son más fáciles. Pero parece que hay poderosos grupos fácticos a los que interesa que, siendo hermanos, sigamos viviendo de espaldas, separados, sabiendo poco los unos de los otros.
La pertenencia política a uno u otro Estado marca e influye evidentemente. El estar más cerca de este o aquel continente también es importante. Pero el estar rodeados por el mismo medio marino, el ser archipiélagos, islas volcánicas, fauna, flora, medio ambiente similares...también marca, influye, y mucho, sobre nuestra forma de ser. No es extraño que los geógrafos y científicos medioambientales nos hayan denominado a los cuatro archipiélagos, la Región Macaronésica. Se puede acceder fácilmente a los muchos estudios y documentación existente al respecto. También se puede indagar sobre todos los eventos históricos que nos relacionan a los habitantes de estas tierras. Pero cuando podemos ser realmente conscientes de todo lo que en común compartimos los que vivimos en estas islas atlánticas, es cuando visitamos el lugar, y nos dedicamos a sumergirnos en la vida diaria con las gentes comunes y corrientes. Entonces, hablando entre hermanos macaronésicos, es cuando vemos qué parecidos somos, cómo pensamos, qué cuestiones nos preocupan, qué condicionantes nos atan, qué intentos (acertados o fracasados) hemos hecho para salir adelante… Tomamos conciencia entonces de todo lo que podemos aprender y colaborar unos de otros, y unos con otros, y no lo hemos hecho. ¿Por qué ha sucedido así hasta ahora?:
Este archipiélago pertenece a tal Estado, esos dos a aquel otro, aquel es (ahora) independiente (más o menos). Y eso parece que lo explica todo, aunque sea absurdo, ilógico, hasta económicamente poco aconsejable. En este mundo en que se dice que todo está globalizado, en que las fronteras están dejando de existir, en que se puede circular de uno a otro país libremente (más o menos), parece que, la razón de Estado prevalece. Parece que hay a quienes les interese que los habitantes de Azores y Madeira sepan mucho de Lisboa, Oporto, Coimbra, etc., pero casi nada de Canarias. Y viceversa, que los canarios estemos al tanto de lo último que pasa en Madrid, Barcelona, Sevilla, y prácticamente nada de los archipiélagos hermanos, tan similares a nosotros.
Podríamos empezar por las comunicaciones. ¿Es lógico favorecer mucho el intercambio de mercancías y pasajeros con la Península, y menos con Madeira, que está más cercana? ¿Por qué se dinamitó, en contra de los deseos de muchos madeirenses y canarios, el ferry semanal que unía Santa Cruz de Tenerife con Funchal, que era un éxito de pasajeros y vehículos? Motivos económicos no había, al contrario, pero en Madeira es un secreto a voces que ciertos personajes poderosos de allí, con grandes influencias en el poder político, fueron los que boicotearon y zancadillearon esta vía de comunicación entre ambos archipiélagos, poniendo innumerables problemas portuarios en Funchal, hasta que se suspendió el servicio que tantos actualmente añoramos.
En el aspecto cultural, todavía peor. Mucho bla, bla y bla…, en los archipiélagos macaronésicos, aprendiendo y conociendo la historia de las respectivas metrópolis (Portugal y España) pero, sobre las intensísimas relaciones entre ambos en el pasado, casi nada, excepto en ciertos círculos universitarios. ¿Quiénes en estas y aquellas islas conocemos que nuestros respectivos folklores son más similares entre sí que con respecto a los de las respectivas metrópolis peninsulares? ¿Y que los trasvases de población fueron muy intensos en el pasado? Grandes partes de nuestras islas canarias fueron pobladas en masa por portugueses que, previamente, muchos de ellos habían pasado por las islas portuguesas. Incluso en ermitas antiguas de Canarias las primeras anotaciones y registros de nacimientos están en portugués. Y cuando Madeira, en el siglo XVI, alcanzó los 16.000 habitantes, nada menos que 3.000 de ellos eran canarios que habían sido esclavizados por los conquistadores castellanos al arribar a nuestras islas, y vendidos a los terratenientes de allí, para ser empleados en el trabajo de la caña de azúcar y el cuidado de ganados en el monte… Y allí dejaron su descendencia, su cultura y su forma de ser.
¿Qué podemos hacer ante esta situación de distanciamiento entre hermanos que no nos favorece? ¿Cómo podemos estrechar lazos y colaboración? Lo mejor sería, obviamente, que fueran nuestras respectivas autoridades canarias y madeirenses, las que, de una vez, hicieran lo posible por estrechar lazos. Pero eso es mucho pedir. El tomar iniciativas novedosas y pensando en el futuro a medio o largo plazo no es una de las características que adornan los cerebritos de la clase política profesional. Si la sociedad previamente no empuja, no sucederá. Grupos culturales, de música tradicional, deportivos, de estudiosos de nuestros respectivos pasados, biólogos, geógrafos, etc., harían una gran labor si los contactos que establecieran y sus resultados, los viralizaran al máximo en las redes sociales y demás medios de comunicación. Así no quedarían únicamente suscritos a nuestros personales y particulares sectores de interés, y la influencia sería más profunda y duradera. Ah, y por supuesto, hagamos más turismo entre nosotros. Sobre todo, la pequeña, pero estupenda, isla de Porto Santo, tan chiquita pero tan variada, es una gozada visitarla.
¿Nos ponemos manos a la obra, cada cual aportando su modesto granito de arena, a estrechar lazos con los hermanos macaronésicos, empezando por el archipiélago de Madeira? ¡Pues vamos a ello!
Tomás Ramos Rodríguez