“Mañana probablemente todo volverá a estar cubierto de cenizas”, señala Andrea “la de la Cascada”, como la conocen en La Palma. Junto a su hermana y los maridos de ambas levantó hace 41 años un restaurante muy cerca del Centro de Visitantes de La Caldera de Taburiente, donde ahora se ha instaurado el Puesto de Mando Avanzado (PMA) para las tareas de emergencias y seguimiento de la erupción volcánica. Son las 18.00 de la tarde y ha aprovechado el día libre del personal para acudir con su hermana a limpiar. “Han sido días de mucho trabajo”, asegura. Periodistas (se enorgullece de que algunos muy famosos), personas que se acercan a contemplar el volcán, personal de emergencias... han parado en algún momento de esta semana a comer o a tomar un café. Tanto ella, de 71 años, como su hermana de 66 aseguran que esta erupción “nada tiene que ver con la del Teneguía en 1971”. Ahora hay mucha angustia por las viviendas y fincas destruidas por el paso de la lava. Estos días han recaudado en el restaurante alimentos de los proveedores y otros enseres que han entregado a algunas familias.
No son las únicas trabajadoras que continúan abriendo sus negocios con los estruendos del volcán de fondo, la fuerza de la ceniza y esa imagen monstruosa que despierta la lava a pocos kilómetros. Rafael, encargado del Centro Comercial del Mueble, y el resto de empleados han llenado en un solo día hasta 40 carretillas de ceniza, que lo ha impregnado todo. El aparcamiento de este establecimiento se ha convertido en punto de encuentro de personas que quieren captar la erupción con sus teléfonos móviles y de cámaras que buscan el mejor enfoque para grabarla.
Rafael también cuenta que en esta gran edificación están guardando muebles y otros enseres de personas que han tenido que ser evacuadas por la erupción. “Yo en un terreno pequeño también estoy guardando animalitos de algunas personas”, asegura emocionado. Señala que en el pueblo se están volcando con las personas desalojadas: “Ayudamos en lo que podemos”. La solidaridad se combina así con la actividad diaria y desde este negocio también se han prestado camiones para las personas que han tenido que abandonar sus viviendas en poco tiempo.
Un poco más abajo y a solo 3,8 kilómetros de la erupción de Cumbre Vieja se encuentra la gasolinera Shell de El Paso, otro de los puntos a los que se acercan constantemente personal de emergencias, profesionales, periodistas... a repostar combustible o comer algo en la cafetería contigua. Su responsable, Yolanda, explica que los surtidores de petróleo no disponen como tal de un protocolo vulcanológico, pero que son las autoridades las encargadas de indicar en todo momento qué deben hacer. No obstante, garantiza que tanto esta como cualquier otra gasolinera dispone de todas las medidas de seguridad. “Contamos con un mecanismo de emergencia y de bloqueo de los surtidores”, remarca.
El volcán se encuentra a pocos kilómetros y se han vivido “momentos de tensión” en la última semana, asegura Yolanda, en especial el pasado domingo y el lunes. A la mayor cantidad de personas que se desplazan hasta esta gasolinera estos días por el volcán se suma la necesidad de lavar los vehículos constantemente por la caída de cenizas. En los aparcamientos de este punto es fácil apreciar que algunos de ellos se encuentran totalmente impregnados. Otra de las empleadas de la gasolinera también corrobora que hay “muchísimo trabajo” en estos días.
“El grosor de la ceniza ha sido de cuatro o cinco centímetros en esta zona”, afirma Francisco Acosta, coordinador de las tareas de limpieza de la ceniza en estas carreteras. “A las 22.00 de la noche se queda todo limpio y por la mañana otra vez amanece cubierto”.
La cuadrilla se ha vuelto esencial, ya que la carretera resbala y es necesario limpiar constantemente. “Es peligroso ante cualquier frenazo”, por ello, “a veces no se ven ni los carriles y tenemos que limpiar rápidamente” remarca. Mientras, Andrea hace un café en su restaurante La Cascada a la espera de que el día siguiente sea menos duro y la erupción acabe en unos días.