La leyenda es tenebrosa y ha pasado de generación en generación, pero existe la posibilidad de que María Liberata de Guisla Boot Salazar de Frías Abreu y van de Walle (1722-1806), en contra de lo que recoge la tradición oral, no fuera enterrada viva sino que unos ladrones saquearan su tumba y movieran el cadáver un día después de haber sido enterrado en la cripta de La Victoria, en la iglesia de San Andrés de Los Sauces. El investigador Manuel Lorenzo Arrocha, en su relato ‘¿Un tesoro en la tumba de María Liberta de Guisla?’ incluido en el libro ‘Enigmas y tesoros en Canarias’, que acaba de ver la luz, plantea esta hipótesis.
María Liberata de Guisla Salazar de Frías Abreu y van de Walle, cuenta Manuel Lorenzo, falleció el 13 de febrero de 1806, a los 84 años, en la villa de San Andrés, en Los Sauces, y era popularmente conocida por ‘La Señora’. “De familia aristocrática y opulenta, tenía, al parecer, un fuerte carácter autoritario, despótico e intolerante y defendía celosamente todo los privilegios que le correspondían por su linaje, ya que no en vano era hermana del todopoderoso primer marqués de Guisla Guiselín, don Juan Domingo de Guisla”. Recuerda que “al ser María Liberta patrona de la capilla fue sepultada en la precitada cripta de Nuestra Señora de La Victoria al día siguiente de su muerte”.
En marzo de 1986 se llevó a cabo en la iglesia de San Andrés, fundada a principios del siglo XVI, “una urgente excavación arqueológica” al descubrirse, en las labores de restauración del templo –acometidas primero por los vecinos y después por el Gobierno de Canarias- la entrada a las criptas que existen bajo las capillas dedicadas una a la Virgen de La Victoria y otra a la Virgen del Rosario. En las labores de excavación, en la cripta de La Victoria “se encontraron tres cadáveres, perteneciendo uno de ellos, más que posiblemente, a ‘La Señora’, María Liberata de Guisla”, sostiene Lorenzo.
La cripta de La Victoria, detalla, “es un poco menor que la del Rosario, con una superficie de 10,60 metros cuadrados, y no requirió excavación arqueológica en 1986, a excepción de algunas observaciones de índole antropológico como fue el caso del propio suelo, cubierto de hojas y ramillas con el fin de aromatizar la estancia”. “En el banco de la izquierda apareció un cadáver dentro de un ataúd sin tapa, relativamente bien conservado, y que puede pertenecer a don Ambrosio Arturo de Paz, cuyo enterramiento en 1814 provocaría la posterior leyenda de doña Liberata”, dice. “Junto al banco de la derecha, aparece un esqueleto, sin conexión anatómica alguna, que carece de cualquier resto de vestido o calzado y que, con probabilidad, podría pertenecer a ‘La Señora’”, quien “en su testamento había ordenado” que la enterrasen en la cripta de La Victoria, propiedad de la familia Guisla, “y cuyo único miembro que quedaba en la villa de San Andrés era precisamente ella”.
Manuel Lorenzo subraya que “la leyenda de María Liberata comienza la noche siguiente de su entierro, cuando el sacristán entró a la iglesia a tocar oración. A éste le pareció oír unos golpes en el suelo, que lo asustaron, huyendo inmediatamente despavorido y no diciéndole nada a nadie”.
Pero cuando en 1814 “se volvió a abrir la cripta para enterrar al presbítero don Ambrosio Arturo de Paz, se encontraron con la espeluznante sorpresa de que en las escaleras de la cripta se hallaba el cadáver de doña María Liberata, al parecer con un ladrillo en la mano”. La conclusión a la que se llegó es que “a ‘La Señora’ la habían enterrado viva, y como confirmación del terrible suceso, el sacristán recordó los extraños ruidos y golpes que oyó la noche siguiente a la inhumación de María Liberata y confesó su espantoso secreto”, cuenta Lorenzo. Desde ese día, de generación en generación, “se fue transmitiendo por vía oral que la omnipotente y todopoderosa doña María Liberata de Guisla Boot Salazar de Frías Abreu y van de Walle la habían enterrado viva”, añade.
En los años ochenta del pasado siglo, con motivo de las investigaciones arqueológicas acometidas en la iglesia de San Andrés, “se alimentó de nuevo la leyenda de Liberata al publicarse, en sus resultados, que la misma tenía visos de cierta realidad. Al encontrarse los restos óseos de ‘La Señora’ en el suelo, en un rincón y en completa alternación, podría pensarse que algo extraño había pasado en la cripta. No obstante, existen otras explicaciones de lo que pudiera, con probabilidad, haber ocurrido, menos morbosas y fantásticas que un improbable enterramiento prematuro”, sostiene el citado investigador.
Manuel Lorenzo basa su hipótesis en la transcripción de unos párrafos de ‘El Periquillo Sarniento’, una novela satírica escrita en 1816 y considerada la obra cumbre del escritor mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi. El fragmento recoge una de las aventuras del personaje: el robo sacrílego de las joyas y vestiduras de un cadáver amortajado en una cripta de una iglesia. “Leyendo este libro, publicado curiosamente unos diez años después de la muerte de doña María Liberata, nos asalta la sensación de que, tal vez, fue algo parecido lo que ocurrió en la cripta de La Victoria una noche de 1806, pues se dan todas las condiciones, la avanzada edad y la extraordinaria riqueza de la finada, la iglesia desprotegida, golpes que oye el sacristán cuando se comete el asalto, encontrar el cadáver despojado en las escaleras…”, expone Lorenzo, quien se pregunta “qué alhajas y tesoros se llevó a la tumba” ‘La Señora’. “Probablemente, nunca sabremos qué riquezas escondía este sepulcro, tanto si fuera cierto que fue desvalijado su original enterramiento como si la leyenda de que fue enterrada viva se certificase. En este último caso, esa soberbia y maldad de ‘La Señora’, doña María Liberata de Guisla’, es evidente que quedaron purgadas con sus pecados en esa inacabable noche de terror”, concluye. La incógnita está sin despejar y la tenebrosa leyenda sigue viva.