Así como hay traga-fuegos se podría decir que yo soy una devora-libros. Pequeños, grandes, para adultos, para niños, para reír, para llorar... Me da lo mismo, los engullo sin miramientos. Para mí, no hay nada mejor que un libro, una caja de galletas y horas libres, para rellenar con lectura.
JOHN FITZGERALD KENNEDY. DISCURSOS (1960-1963): UNA PRESIDENCIA PARA LA HISTORIA
No creo descubrir nada nuevo si afirmo que vivimos en una época de desencanto generalizado hacia la clase política y todo lo que ello significa. Atrás han quedado los políticos con carisma, capaces de liderar un cambio en una sociedad, resistir ante al avance de una ideología totalitaria o reconstruir un país tras una cataclismo económico.
Ahora, se lleva el político clónico, incapaz de relacionar dos pensamientos sin la ayuda de una asesor y que se cree ungido de una sabiduría que parece venir adjunta al cargo, un hecho que explica por si sólo el festival de desatinos que vivimos en momento histórico como el actual.
Al final, los parlamentos se han convertido en una suerte de perreras de lujo, donde los cargos electos responden como los canes adiestrados por Iván Pávlov ante los requerimientos de quienes financian las campañas de esos mismos cargos electos, una razón que explica como muchas de las decisiones favorecen a una minoría en detrimento del resto de la población.
Los políticos ya no son aquellos servidores públicos de antaño sino una casta de escogidos, encantados de apuntalarse en el sillón que ocupan y sobrevivir cuantas más legislaturas mejor, inmunes al desaliento e incapaces de pronunciar la palabra “dimisión” aun cuando se credibilidad está puesta en solfa por un ramillete de imputaciones legales.
Esto no siempre ha sido así y ejemplos en la historia contemporánea los hay para escoger, por muy duro que sea enfrentarse al proceso de degeneración sufrido por el arte de la política en estas últimas décadas. Nombres tales como Franklin Delano Roosevelt, Winston Leonard Spencer Churchill, Charles-André-Joseph-Marie de Gaulle, Carl Gustaf Emil Mannerheim o quien fuera primer ministro de Suecia, asesinado en 1986, Olof Palme han pasado a la historia no sólo como grandes estadistas y políticos sino como verdaderos visionarios, capaces de ver más allá del momento histórico en el que vivieron.
Junto a todos ellos, un hombre que ni siquiera pudo acabar su primer mandato como presidente electo de los Estados Unidos de América pero que, en tan sólo tres años de mandato, logró ganarse un lugar de honor en la historia contemporánea de nuestro mundo. Su nombre: John Fitzgerald Kennedy.
Hablar de Kennedy es hablar de los convulsos años sesenta, de su muerte, la de su hermano Robert y la muerte del reverendo Martin Luther King. Hablar de Kennedy es hablar de la crisis de los misiles, el muro de Berlín y los albores de la guerra del Vietnam. Y hablar de Kennedy es hablar de una época en las que los habitantes del planeta creyeron que la amenaza atómica, la guerra fría y el temor de una aniquilación total quedarían atrás ante el entendimiento entre las naciones. Con su muerte, las posturas se radicalizaron, el mundo vivió una contienda tras otra y solamente tras la caída del bloque comunista, las posturas lograron encontrarse, casi en el mismo punto en el que las había dejado la administración liderada por Kennedy en los años sesenta.
Sin embargo, para hablar de Kennedy y su mandato, es necesario leer sus discursos y entender cuáles eran sus pensamientos, sus ideales y sus motivaciones, siempre tendentes al bien común y no al beneficio de una oligarquía, tal y como sucedió durante las sucesivas administraciones conservadoras que ocuparon la clase blanca tras su muerte.
El libro John Fitzgerald Kennedy. Discursos (1960-1963). Una presidencia para la historia, escrito por Salvador Rus Rufino es una pieza fundamental para poder entender, cincuenta años después de su muerte, quién era y qué pensaba el joven presidente estadounidense. El libro es sobresaliente en todos los sentidos, tanto por la presentación, el desarrollo, la introducción histórica y la contextualización histórica de cada uno de los discursos que lo conforman.
Gracias al trabajo del autor, podemos ir viendo la evolución en el pensamiento político del personaje, y cómo Kennedy fue capaz de ir incorporando los problemas reales de su país, en tiempo real. John Fitzgerald Kenney le habló al americano medio, de tú a tú y no como esos líderes de cartón piedra que sólo le hablan a sus potenciales votantes, quienes luego extienden los cheques. Su imagen, milimetrada pero mucho más cercana que las de los lideres actuales, supo calar en el imaginario popular, logrando una cotidianeidad que hoy en día parece impensable.
Son discursos que, a pesar de los años transcurridos no han perdido ni su impronta ni su validez, más si se tiene en cuenta que muchos de los problemas de antaño continúan estando igual de vivos en la actualidad.
Lo malo es que, tras leer un libro como este, uno se da cuenta del material de desecho que conforma la caterva de políticos que nos ha tocado vivir, por mucho que no nos gusten y lo poco que podemos hacer para cambiar la situación.
No obstante, le recomiendo la lectura de un libro como este precisamente por esa misma circunstancia, casi diría que como cervantino “bálsamo de Fierabrás” ante la ajada y esperpéntica situación sociopolítica que nos ha tocado vivir.
DISCURSOS (1960-1963): UNA PRESIDENCIA PARA LA HISTORIA
John Fitzgerald Kennedy
Nº de páginas: 280 págs.
Editorial: TECNOS
ISBN: 9788430959129
Precio: 18,50€
No creo descubrir nada nuevo si afirmo que vivimos en una época de desencanto generalizado hacia la clase política y todo lo que ello significa. Atrás han quedado los políticos con carisma, capaces de liderar un cambio en una sociedad, resistir ante al avance de una ideología totalitaria o reconstruir un país tras una cataclismo económico.
Ahora, se lleva el político clónico, incapaz de relacionar dos pensamientos sin la ayuda de una asesor y que se cree ungido de una sabiduría que parece venir adjunta al cargo, un hecho que explica por si sólo el festival de desatinos que vivimos en momento histórico como el actual.