José María Rodríguez (Efe) / Alejandro Ramos - Las Palmas de Gran Canaria —
18 de noviembre de 2020 22:35 h

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Del calor de Mogán a las noches húmedas de noviembre en Las Palmas de Gran Canaria; de dormir sobre el asfalto, a buscar cobijo en una litera; del hacinamiento, al pulcro orden militar... por el momento. Son las condiciones que se han encontrado los primeros inquilinos del Centro de Acogida Temporal de Barranco Seco, el relevo de Arguineguín.

Sobre las 19.00 horas, cuatro guaguas conducían al antiguo polvorín del Ejército en las afueras de Las Palmas de Gran Canaria a 200 inmigrantes llegados en los últimos días en patera a la isla al campamento del que se espera que empiece a descongestionar el muelle de Arguineguín, donde anoche pernoctaron más de 2.300 personas.

Los recibían varias dotaciones de Policía y los funcionarios públicos encargados de hacer el primer reparto de tiendas.

Para los recién llegados, el cambio es relativo, porque de un campamento pasan a otro, pero los números no admiten comparación: en Arguineguín no hay tiendas para todos, los baños se comparten entre más de cien, es difícil moverse sin empujar al vecino de cuadrícula y se duerme sobre el suelo, sin más comodidad que dos mantas, una para cubrirse como mejor se pueda y otra para acostarse sobre ella.

Quizás alguno esperaba que lo derivaran a un complejo turístico del sur de la isla, de esos que llevan meses vacíos por la crisis de la COVID-19, como venía ocurriendo hasta esta misma mañana, pero los ministerios de Interior y Migraciones ya han dejado claro que ese modelo es transitorio, que respondía a la urgencia de las cifras (18.000 llegadas este año, más de la mitad en los últimos 30 días).

De hecho, sin salir de Gran Canaria, ya preparan otro campamento en terrenos militares de La Isleta, en el antiguo cuartel del Regimiento Canarias 50, y un centro de acogida en un antiguo colegio, también en la capital.

Sin embargo, el que esta noche se estrena no tiene función de acogida, sino de retención durante 72 horas: las que la ley concede a las autoridades para completar el proceso de filiación de quienes llegan en patera, hacerles las pruebas médicas y esperar a que se les asigne un recurso humanitario. Ese proceso que en Arguineguín se ha llegado a alargar hasta tres semanas, de nuevo por los números.

Montado el 20 de agosto con capacidad para unas 400 personas, el campamento de Cruz Roja en ese puerto pesquero ha tenido que hacer frente a un desafío sin precedentes en la historia de Canarias. Ni en los peores momentos de la crisis de los cayucos que trajo en 2006 a las islas a casi 32.000 jóvenes africanos se vivieron meses como el pasado octubre y el actual noviembre, con 5.400 y 6.600 llegadas.

El atasco en el muelle ha sido tal, que sus condiciones han degenerado rápidamente y el hacinamiento hace tiempo que se convirtió allí en norma, como han denunciado Human Rights Watch, el Gobierno de Canarias o el juez que supervisa el Centro de Internamiento de Extranjeros de Gran Canaria, Arcadio Díaz Tejera.

Barranco Seco se abre para que Arguineguín pueda cerrar... en teoría, porque si las pateras siguen llegando al ritmo de los últimos días, con entre 300 y 600 rescatados diarios en Gran Canaria, se va a necesitar un nuevo campamento como ese cada dos o tres días, salvo que cumpla realmente su función: ser puente durante 72 horas para que a sus inquilinos los deriven a otro recurso.