Efe / Las Palmas de Gran Canaria —
9 de febrero de 2021 17:31 h

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La experiencia traumática de la patera, las noches que pasaron en el muelle de Arguineguín y la realidad de verse bloqueados desde hace semanas en campamentos sin poder seguir su viaje a la península comienzan a hacer mella en muchos de los inmigrantes marroquíes llegados en barquillas a Canarias, algunos de los cuales tiran la toalla y quieren regresar a su país.

“Aquí dentro hay personas que sufren en silencio. Han dejado atrás una familia en Marruecos y allí esperan de ellos que envíen ayuda. Es un gran problema, no hemos llegado hasta aquí solo para comer y dormir, queremos completar el viaje a España”, explica Mohamed. Este estudiante universitario de 22 años, que se expresa con cierta soltura en español, es uno de los más de 400 inmigrantes, en su mayoría marroquíes, que ven pasar las semanas en el campamento humanitario que la Fundación Cruz Blanca, de los Hermanos Franciscanos, gestiona en Las Palmas de Gran Canaria.

“Sé de personas que quieren volver a Marruecos, porque llevan cuatro o cinco meses aquí y aún no han salido. Es normal pensar en volver. Hay gente que ha perdido la paciencia y quiere regresar a Marruecos, esto no es vida”, señala Mohamed, que rápidamente precisa que no tienen queja alguna de la Fundación Cruz Blanca, de la que reciben buen trato, sino del bloqueo que desde hace casi dos meses les impide tomar un vuelo o un barco a la España continental.

De momento, Mohamed no se rinde. “Paciencia y perseverancia”, repite, mientras otros chicos del campamento se arremolinan a su alrededor y despliegan ante la cámara las pancartas que se fabricaron el pasado fin de semana para hacer visible su situación: “La devolución es la muerte”, “Migrar no es un crimen”.

Este joven subraya que él tiene estudios, que está aquí “para trabajar, porque en Marruecos no hay futuro” y que ninguno de sus compañeros cogió una patera con la idea de quedarse en Canarias, sino para seguir a la península, “a España”, en sus palabras.

“No hemos llegado hasta aquí para volver a Marruecos, sino para completar el viaje a España. Pagamos mucho dinero para llegar aquí, no para volver a Marruecos. Yo tengo miedo de volver, no quiero volver jamás. De Marruecos no quiero nada”, insiste.

Bloqueados en Canarias

Mohamed ha intentado entrar en el Aeropuerto de Gran Canaria para comprarse un billete, pero siempre se ha dado la vuelta ante los controles policiales. Tiene miedo de que lo detengan y lo suban en un vuelo de devolución, ese mismo día o al siguiente.

La Delegación del Gobierno en Canarias sostiene que los controles policiales desplegados en los aeropuertos no responde a una voluntad de impedir a los inmigrantes salir o a un plan para retenerlos en las islas, sino que velan por las restricciones a la movilidad que están vigentes en varias comunidades autónomas debido a la COVID-19.

Las ONG y los abogados que trabajan con este colectivo no se creen esa explicación: su visión de lo que ocurre es que desde diciembre no se permite a los inmigrantes coger un vuelo al resto de España o a otros países de la UE, aunque tengan pasaporte, sino que los detienen o simplemente la Policía los entretiene durante horas para examinar sus documentos, siempre hasta que su avión ha despegado.

El campamento donde reside Mohamed está en El Lasso, un barrio de Las Palmas de Gran Canaria con altos niveles de paro, pobreza y exclusión social, donde los inmigrantes no han sido bien recibidos por todos los vecinos. De hecho, varios de sus residentes han sido blanco de agresiones y la Fundación Cruz Blanca ha denunciado que de forma repetida les lanzan piedras desde fuera.

Este joven marroquí es uno de los inmigrantes que ha sido agredido y confiesa que ahora tiene miedo de alejarse del campamento.

“Hemos visto en los últimos días la escalada de racismo y xenofobia que ha derivado en presencia de grupos organizados que amenazan y agreden a personas inmigrantes. A mí me agredieron vecinos, aquí en la calle, y a un amigo lo golpearon. Ahora no puedo salir libre, como hacía antes. Antes salía, no tenía problemas. Ahora tengo mucho miedo. No hablo de todos los vecinos, porque en todo país no todos son iguales. Aquí hay tanto personas buenas como malas. También hay gente que me trata bien”, relata.

E insiste en que solo piden que les dejen continuar su viaje hacia la Europa continental: “Hay compañeros que me dicen: No puedo vivir mucho más así. Solo deseamos ver una solución”.

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