Lo decía José Miguel Bravo de Laguna en septiembre pasado: “Lo contradictorio sería llegar a acuerdos con Ciudadanos y CC a la vez, no negociar con los dos”. Y como el expresidente del Cabildo de Gran Canaria y líder de los escindidos del PP en Unidos se ha decantado por Coalición, con la inconfesable promesa de presidir el Puerto de Las Palmas de por medio, a Ciudadanos se le ha llenado la cachimba.
La formación naranja ha dado por roto los contactos que desde 2017 ha mantenido con Bravo para que liderara su cartel electoral en Gran Canaria. El anuncio de este de su negociación formal con CC ha llevado a C’s a descartar la operación Bravo. Aquellos contactos admitidos por la diputada Melisa Rodríguez cuando Canarias Ahora reveló el fichaje, al final frustrado, de Enrique Hernández Bento.
A Bento, Ciudadanos lo desechó como candidato a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria por haber sido mano derecha del exministro José Manuel Soria, pero mantuvo durante todos estos meses los contactos con Bravo de Laguna. El partido naranja aspiraba a quedarse con el caladero de voto de derechas que en 2015 restó Bravo al PP. Tantos, más de 40.000, que dejaron sin presidencia al PP y permitió un nuevo gobierno progresista de NC y PSOE con Podemos.
El acuerdo de C’s con Bravo de Laguna pasaba por incluir a todo el núcleo duro del expresidente del Cabildo en las listas. Incluido su hijo Lucas Bravo, al que se le reservaba aparte de un puesto de salida al Parlamento o al Cabildo, funciones clave de partido. Pero todo debía pasar por una condición vital para Ciudadanos: que Unidos por Gran Canaria se disolviera y los Bravo entraran en la formación.
Las negociaciones nunca se rompieron formalmente. Ciudadanos esperaba que los Bravo cedieran y estos hacían lo propio. Estaban convencidos de que el partido de Albert Rivera entraría en razones y aceptaría la fórmula de la alianza electoral sin que Unidos por Canarias (la candidatura autonómica de Unidos por Gran Canaria) perdiera el nombre. Nadie dio su brazo a torcer y los contactos se enfriaron.
Los negociadores canarios de Ciudadanos, autorizados desde la primavera pasada por el secretario de organización nacional, Fran Hervías, contaban en estas últimas semanas con que la ola nacional naranja procedente de Cataluña convenciera por fin a Bravo de entrar en el partido. Nada más lejos de la realidad, o de los tácticos movimientos del expresidente del Cabildo, que ahora pretende aportar su caladero de votos de derecha española a la marca nacionalista de Coalición Canaria.
El partido de Bravo de toda la vida desde la desaparición de UCD, el PP, también ha sentido sus regates estas últimas semanas. Al PP presidido por Asier Antona le apetecía ahora, más que nunca, recuperar ese espacio hurtado en Gran Canaria, que le ha impedido gobernar el ayuntamiento capitalino o el propio Cabildo. Esos 40.000 votos de centro-derecha española, son muchos votos, aunque sean de 2015.
Pero ni la oferta formal de presidir el Consejo Consultivo, hecha pública por Bravo y admitida en el PP, ni los guiños informales desde los ‘populares’ a que no habría objeción alguna en incluir a su “núcleo duro” en las listas insulares, incluido a su hijo Lucas, le han servido al PP para manejar esa barca a buen puerto.