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Enrique Bethencourt: “Sin la Unión del Pueblo Canario no existiría Coalición Canaria”

Enrique Bethencourt con su libro 'La Unión del Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista de los 70-80'.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

El periodista Enrique Bethencourt presenta el próximo martes su segundo libro: La Unión del Pueblo Canario. Luces y sombras del nacionalismo autodeterminista de los 70-80 en el Cabildo de Canaria. Tras publicar en 2016 El fútbol canario. Identidad, Valerón y otros desmarques pasa, dos años después, a reflexionar en profundidad sobre la izquierda nacionalista isleña después de la dictadura franquista, es decir, sobre la Unión del Pueblo Canario, una formación sin la que, a su juicio, no hubiera sido posible la existencia de Coalición Canaria.

Durante un año y medio, el también licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de La Laguna y máster en Periodismo por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, se ha sumergido en hemerotecas, ha revisado investigaciones y ha hablado con los protagonistas de aquella etapa histórica para el Archipiélago, aunque señala que no todos han estado dispuestos a desempolvar la UPC, como los grupos vinculados al Partido Comunista Canario de Gonzalo Angulo o las células comunistas.

Cuando alguien que no vivió esa época echa la vista atrás ve una amalgama de siglas confusas: OPI, PUCC, PCU, UNI, MIRAC… con la perspectiva que da el tiempo, ¿cómo define hoy en día a la Unión del Pueblo Canario?

Era una formación que tenía visiones distintas; estaba integrada por personas marxistas o comunistas, pero también cristianos, además de socialistas y defensores de la autonomía de Canarias. Para que esta formación pudiera nacer sus integrantes pusieron por delante lo que unía, que era la defensa del derecho a la autodeterminación. Redactaron un programa político muy ambicioso en los social, en derechos de los trabajadores, de las mujeres o en el asunto del medio ambiente. Era un proyecto hecho y pensado desde Canarias que consiguió unos resultados electorales enormes: en 1979 lograron un diputado en el Congreso, Fernando Sagaseta, y la alcaldía del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria con Manuel Bermejo y 10 concejales, cuando pensaban conseguir tres.

¿En qué contexto social se desarrolló la UPC?

Es la Canarias que sale del franquismo y la dictadura, profundamente atrasada. Había muy pocos hospitales y eran deficientes. En el ámbito educativo los colegios estaban desdoblados porque eran escasos. La gente tenía que desplazarse a Las Palmas de Gran Canaria para ir al instituto. La situación económica coincide con una crisis del petróleo y, por tanto, con una bajada del turismo en aquel momento que incidió en el empobrecimiento de la población. La participación de las mujeres en la vida pública es mínima. También había importantes tasas de analfabetismo, infraestructuras tremendamente deficientes, muchos de los municipios no tenían alcantarillados. Había barrios que pasaban semanas sin agua. Por supuesto no había autonomía, dependíamos del Estado en absolutamente todo. Que en aquel momento se pusiera en marcha un proyecto que tenía raíces canarias, con un programa isleño, y que defendía mejorar las cosas entusiasmó a mucha gente. Además, lo hicieron sin apoyo de fundaciones europeas como tuvo el PSOE, ni de la banca, era pura acción militante, los que pagaban sus campañas eran los propios afiliados.

¿Esta formación política entonces nace como una demanda de la ciudadanía o es impuesta por una élite intelectual o conocedora del activismo político?

En 1977, en las primeras elecciones después de la dictadura, se presenta una formación por la provincia de Las Palmas que se llama Pueblo Canario Unido, que es la antecedente de la Unión del Pueblo Canario. Es más pequeño, con menos grupos y formado principalmente por células comunistas, el partido comunista canario provisional que luego se llamaría partido de la revolución canaria, y sectores independentistas. Obtuvieron un resultado llamativo que demostró que existía cierto interés por las formaciones canarias. Y después se da el salto, relacionado también con el referendo de la Constitución, que coincide con campañas de los partidos que integrarían UPC en contra de la carta magna. Pero fue un cúmulo de todo: el sentimiento de la gente que quería verse representada y organizaciones que tuvieron la visión en aquel momento de entender que por ahí había un hueco importante y siendo capaces de unirse.

¿Y cuál era el contexto político?

En las elecciones de 1977 la Unión de Centro Democrática (UCD) arrasa en Canarias con el 66% de los votos, cuando en la media estatal no pasa del 34%, y el PSOE logra una pequeña representación. Por otro lado, las comunidades históricas tienen su propio desarrollo económico como autonomías de máximo nivel, aunque Andalucía logra también que su estatuto sea por la vía del 151, que es de primera división y que obliga a un referendo. Y en Canarias, la derecha, que lo ha determinado casi todo, opta por el 143, que es autonomía de segundo nivel y sin referendo. Yo creo que a la derecha en Canarias, que lo ha determinado casi todo, les daba miedo la vinculación con Antonio Cubillo (MPAIAC), pero la UPC, que fue la expresión con más apoyo del nacionalismo, no tuvo nada que ver con Cubillo. Y en las elecciones de 1979, la UCD se quedó en un 56%, una mayoría absoluta más que amplia, mientras que UPC obtuvo como mucho un 10%.

¿Cuáles fueron las luces y sombras de UPC en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria?

Hubo cosas muy interesantes, como la municipalización de las guaguas, que era un desastre absoluto en horarios, rutas y por supuesto la calidad del servicio, que estaba en condiciones lamentables. También hicieron públicos los servicios de limpieza, que estaban desestructurados. Son los primeros en hacer las primeras guarderías municipales en España. Buscaron solares para construir colegios. Dieron respuestas urbanísticas ejemplarizantes en una época en la que todo el mundo hacía lo que le daba la gana. Pero en el aspecto negativo, no todos los concejales tenían la cualificación necesaria para desempeñar sus cargos, sufrieron un acoso por buena parte de los medios de comunicación. Se les recibió muy negativamente e incluso se llegó a publicar antes de que Manuel Bermejo fuera alcalde: La chusma llega al Ayuntamiento. Los poderes económicos tampoco hicieron nada a favor y el Estado redujo todo lo posible la financiación del Consistorio capitalino en esa etapa. Eran unas condiciones muy negativas para llevar a cabo su programa. Además, duró muy poco tiempo, porque la UPC entra en abril de 1979 y deja el gobierno en el verano de 1980 por una moción de censura presentada por UCD.

¿Y en el Congreso de los Diputados?

El diputado por la UPC Fernando Sagaseta era una persona de muchas convicciones, muy defensor de la gente que peor lo pasa y creía profundamente en el modelo soviético. En sus intervenciones casi siempre hacía referencia a los problemas de Canarias, como con las referencias a los intentos de creación de bases militares en Arinaga. Él defendía una ley de divorcio que elaboran las organizaciones feministas en el conjunto de España. Puso a Canarias en el primer plano en España. Y no llegó a cuatro años, estuvo desde 1979 hasta 1982, cuando gana el PSOE de Felipe González.¿Podría haber hecho más? Probablemente, sí.

¿Por qué fracasa UPC?

En 1983 se produce un auténtico descalabro en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, pasando de diez a dos concejales. En Santa Cruz de Tenerife pasan de seis a cero. Se debe a varios factores: en Santa Cruz de Tenerife estaban peleados todos los concejales; en Las Palmas de Gran Canaria se produjeron errores de gestión junto a un acoso terrible de los medios de comunicación y, además, se daba una imagen distorsionada respecto al papel municipal. Desde fuera se veía que aquello era una desastre, cuando en realidad no fue tanto así. Canarias también va cambiando, las esperanzas de transformación se modifican, se entiende que se puede aspirar a cambios lentos, a evoluciones, no a revoluciones. El PSOE arrasa a partir de 1982 y eso barre a buena parte de la izquierda, que se debilita. Las divisiones internas en la propia UPC influyen, pues durante mucho tiempo ni siquiera se reunían. Muchos abandonaron UPC camino a otras formaciones. Y el apoyo ciudadano bajó de manera espectacular. Las últimas elecciones en las que participa son en 1983, a las autonómicas, donde solo consiguen un escaño por Gran Canaria y otro por Tenerife, que son Gonzalo Angulo y Oswaldo Brito, que terminan peleados en el Parlamento de Canarias. La disolución prácticamente se produce en 1984.

¿Qué queda de UPC hoy en día?

Hay quien dice que Podemos tiene algo de UPC, pero yo no lo veo. Entre otras cosas porque la formación morada es un proyecto estatal, y UPC es absolutamente canario. Mi tesis es que sin la UPC, un proyecto canarista que obtiene un importante apoyo popular, que tiene presencia en las instituciones, no existiría ni siquiera Coalición Canaria. Cuando se produce la disolución de UCD, en Canarias una parte muy significativa de sus integrantes terminan formando Agrupación Tinerfeña Independiente (ATI) y, posteriormente, agrupaciones independientes de Canarias. De no ser así, sostengo que Canarias sería como Galicia, donde el Partido Popular tiene el 50% de los votos.

¿Qué aprendizajes ha dejado la UPC para las formaciones que hoy afirman ocupar el espectro político de la izquierda nacionalista canaria?

Yo espero que haya dejado lecciones importantes. Por ejemplo, que es posible conseguir los niveles máximos de unidad en la izquierda y que la gente lo premie. Que hay que descartar los comportamientos sectarios que se dieron entonces. Que es posible tomar decisiones y establecer organizaciones sin que haya que pedir permiso a Madrid, sino que se elabore desde aquí, se piense desde aquí y se actúe desde aquí. Con sentimiento solidario al resto del Estado. El nacionalismo canario debe ser acogedor, no étnico, profundamente democrático, pegado al territorio, defensor del medio ambiente, feminista y muy cercano los intereses de las clases populares.

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