Bodegas El Grifo, más de dos siglos de historia en constante evolución

Hoy quiero hablarles de las Bodegas El Grifo, pero no de cómo elaboran sus vinos o cuáles sus características y números; ni de las personas que visitan anualmente sus instalaciones. Me gustaría ir un poco más al corazón de unas viñas cuyas cepas rezuman historia, cultura, sudor y trabajo por cada rincón.

Decirles que los vinos de El Grifo son una de las cartas de presentación del sector en Lanzarote y que han servido para posicionar los caldos de la isla por toda España y medio mundo es contarles algo que todo el mundo sabe. Estos vinos para el consumidor habitual significan Lanzarote en toda su extensión; es rara la gran superficie comercial que se precie que no tenga algunas de sus referencias en sus lineales. El seco, sin ir más lejos, tiene sobre sus espaldas ventas que superan las 250.000 botellas de media cada año y es la columna vertebral sobre la que se sostiene gran parte de esta empresa. Eso le ha llevado a una contradicción dentro del sector de la restauración, que ve en El Grifo lo que popularmente solemos decir como “vino de supermercado”, y no les mentiré, hasta yo también lo he pensado en alguna ocasión y eso no deja de ser un snobismo y un prejuicio que tenía ganas de desmontar, empezando por mí mismo.

De ahí que tras una visita a la Enoteca La Cava de Piñero de la que ya les hablé en estas mismas líneas y conocer algunas de las cosas que tenían de ellos dedicado al sector profesional exclusivamente, no dudé en contactar con la bodega para conocer esta línea de negocio más desconocida a día de hoy. Crisanto Reyes, responsable de comunicación de la marca me recibió y enseñó la bodega como nunca la había visitado hasta este momento. Más allá de lo turístico y que miles de personas conocen cada año, se ocupó de lo que considero más importante, mostrarme el alma que hay tras lo que vemos, el espíritu de lo que se siente pero no se palpa y de eso, esta casa tiene mucho. 

 Al llegar en un día de agosto soleado y con muchísimo calor me recibe explicándome que le gustaría comenzar ls visita por el origen de todo, la naturaleza volcánica de Lanzarote. “Sin el regalo de la naturaleza que tenemos la enorme fortuna de disfrutar en esta isla, nada de lo que veremos sería posible. Está siendo un año muy atípico, mucha agua en el invierno, cosa que nos ha venido muy bien para la uva, pero este calor asfixiante que está trayendo algunos días de julio hará que la vendimia se acelere y no esperemos a agosto, seguramente a final de mes empezaremos con ella”. Y como pude ver en redes sociales días posteriores, así ocurrió, la vendimia ya está en marcha.

 “Está siendo un 2021 extraño por los vaivenes de la pandemia y sus números. En Lanzarote sí hemos sufrido una fase 4 dura como nadie se puede imaginar durante casi seis semanas y en época navideña, eso a día de hoy aún colea económicamente hablando”. Me pregunto qué sentirá Crisantos y la isla de Lanzarote entera viendo la actitud que han tenido algunas asociaciones empresariales de la isla de Tenerife denunciando lo habido y por haber con unas medidas que ya de por sí eran laxas comparadas a las que sufrió Lanzarote, creo que como poco, vergüenza por su egoísmo deberían sentir.

Se ven turistas en familia y además con las mascarillas puestas aunque sea en medio de las viñas y Cris reconoce que “poco a poco vuelven los turistas, pero ni de lejos a los números que estamos acostumbrados. Lo que sí es cierto es que hemos organizado todo de tal manera que las visitas a nuestras viñas, museo, catas y tienda cumplan no solo con lo estipulado por Sanidad, sino que aumentamos las medidas en beneficio de la seguridad de quienes nos visitan y de nuestro equipo aquí.” 

La visita a la bodega está estructurada entre la zona al aire libre, la tienda y espacio de cata y el museo. Cada una de ellas tiene su encanto especial pero nadie mejor que el personal de El Grifo para contar cada uno de los secretos, anécdotas e historia de sus rincones. Escucharlos es como viajar en el tiempo a cada uno de esos momentos únicos; particularmente me parecía estar oyendo a César Manrique cuando Crisantos me contó la historia de la ya mítica etiqueta del semidulce El Grifo: “César Manrique le contó a la propietaria de la bodega en esos momentos, (aprovecho para resaltar que en todas las generaciones que llevamos, en casi todas han sido mujeres las que han estado al mando, El Grifo es muy matriarcal), César siempre dijo ser un enamorado de esta referencia nuestra y decía que le costaba encontrarla en los lineales y que esa etiqueta le podría servir para reconocerlo y comprarlo. A día de hoy es sello de identidad propia, un regalo más que nos hizo el más grande.”

Vamos a sumergirnos en la elaboración de los vinos más exclusivos para restauración, vinotecas profesionales o apasionados del vino que se acerquen a la propia bodega. “Todos y cada uno de ellos tienen personalidad propia y cuentan una historia diferente. Tres de estos ejemplos que a mí me gusta contar son el Ariana, variedad listán negro y syrach que está dedicada a la hija de uno de los actuales propietarios. El Ana Brito cuenta la apasionante historia de la hija de una trabajadora de nuestra bodega que nació en ella, y pretende también honrar el esfuerzo y trabajo de todas y cada una de las mujeres que dedican su vida a nuestro sector. Y por último, pero no por ello menos importante, el George Glass, que como reza la leyenda en la trasera de su envase original, está dedicado a este comerciante y espía de Su Majestad Británica, escocés de nacimiento y que vivió siete años en Canarias. En su libro The History of the Discovery and Conquest of the Canary Islands, relata el nacimiento del vino en la isla tras la erupción de Lanzarote. Dicho libro data de 1764 y guardamos un ejemplar en la biblioteca de nuestro Museo del Vino”.

Y en esto tengo que darle la razón absoluta a Crisantos: todos estos vinos respiran algo diferente cuando los catas y los disfrutas; te transportan a lugares del pasado que traspasan por completo sus características técnicas. No son mejores ni peores, son especiales.

Pero hay mucho más y tremendamente interesante en esta gama de vinos, creo que injustamente desconocida en parte de la bodega. Intenso y diferente el Orange, chispeante el Brut (de los pocos espumosos de las islas), imprescindible el Canari, adictivo el Lías. En resumen, cada uno de ellos es diferente y muestran una cara de esta bodega que va mucho más allá de lo mainstream, de lo comercial y de lo popular, se adentran en el mundo de lo auténtico y genuino.

Todo esto cobra sentido cuando conoces al insultantemente joven enólogo que está al mando de los vinos en El Grifo a día de hoy, Jorge Rodríguez. “Yo soy de Lanzarote”, se presenta, “de la zona del norte de la isla y para mí es un honor no exento de responsabilidad poder aportar mi manera de ver y hacer los vinos a una bodega como es esta, referente y la que abrió el camino a las más de 20 que ahora existimos en la isla. Estoy tremendamente orgulloso de los vinos que se llevan haciendo más de 200 años aquí, tengo claro que esa esencia, herencia y tradición deben mantenerse y respetarse tal cual, pero eso nos da fuerza y diría que hasta permiso para divertirnos e investigar con pruebas que juegan al acierto/error en búsqueda de cosas nuevas, ahí es donde yo siento que puedo aportar otra manera de hacer las cosas y estoy muy agradecido a la familia por que me permita hacerlo”.

En el camino por las entrañas de la bodega, Jorge me da a probar algunas cosas que me pide mantener en el más absoluto secreto: “Esto puede salir o muy bien o muy mal, hay días que me apasiona el camino que lleva y hay otros en los que lo detesto, hoy es de los primeros”, me dice ante un tinto especial en el que está trabajando y que me deja noqueado por lo diferente y especial que me parece, sin duda hoy el vino hablaba rotundamente por el sí majestuoso.

“Algo que sí te permito contar y que probarás es el vino que estamos preparando con vistas a sacar al mercado en 2025, fecha en la que esta bodega cumplirá 250 años de vida y ya estamos con la intención de conmemorarlo de manera especial con algunas referencias que tendrán solo ese año como espejo”.

Ilusiona ver el brillo en la mirada de Jorge. “Tengo un gran equipo aquí, soy muy feliz y para alguien como yo que nació en Lanzarote pisando uvas, ya que mi padre tiene una pequeña bodega, poner una semilla de estas uvas en El Grifo es como sumar en favor de mi isla, no hay día en que no lo agradezca, hasta en los momentos malos que también los hay (risas)”.

Para terminar la visita, un regalo del que me siento tremendamente afortunado como fue bajar al corazón de la bodega y viajar en el tiempo por una copa de vino Malvasía Dulce del año 1881, privilegios y regalos de la vida que esta profesión te otorga de cuando en cuando. Como me dijo Pitu Roca en una ocasión durante mi visita al Celler de Can Roca, “Javier, hay vinos que no se beben, se besan”. Yo hoy les invito a que se atrevan a conocer las referencias de la Bodega El Grifo besando y saboreando sus aromas más que bañándose en ellos en los mismos.

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