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48 horas en Corea del Norte: viaje exprés al país más misterioso y cerrado del mundo

Estatua con simbología comunista a contraluz. (CA).

Laura Pérez Carmona

Para muchos Corea del Norte es sinónimo de comunismo y dictadura, de guerra y de opresión, y si bien esto es cierto, la República Democrática de Corea, como ellos mismos se hacen llamar, también esconde una fascinante historia derivada de los cambios mundiales en el siglo XX. La península de Corea, hoy compuesta por el Norte y el Sur, fue invadida por Japón en 1910 manteniéndola bajo el yugo colonizador hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, fecha en la que el país nipón firmaría su rendición ante los aliados.

La independencia por la que habían luchado los coreanos durante la ocupación parecía dar sus frutos, sin embargo, la intromisión de la Unión Soviética al norte del país junto con la retirada de las tropas niponas, determinaría el nuevo rumbo de Corea. Con la URSS avanzando sin resistencia alguna y el temor de EEUU a que estos se hicieran con el control absoluto, ambas potencias decidieron repartirse el territorio trazando el famoso Paralelo 38 como línea divisoria. La parte norte, bajo influencia soviética y el sur bajo la americana. Si bien ambas intentaron la reunificación, las diferencias entre ellas eran cada vez más abismales.

En 1950, Corea del Norte invadiría el sur desatando un conflicto armado donde intervendrían las fuerzas estadounidenses y China dejando un reguero de sangre, muerte y destrucción así como diferencias y posturas totalmente irreconciliables hasta la fecha. El armisticio de 1953 detuvo el conflicto y supuso la implantación del comunismo a manos Kim Il-sung en el Norte, y la democracia, si bien algo turbulenta en los primeros años, en el sur. Ningún tratado de paz ha sido firmado desde entonces dejando el conflicto como latente pero no acabado y convirtiendo el paralelo 38 en uno de los lugares más militarizados y tensos del mundo.

Visitar Corea del Norte no es tarea fácil pero tampoco imposible; se requiere de una empresa intermediaria encargada de organizar el viaje desde principio a fin y aunque no es barato, para todos aquellos viajeros empedernidos merecerá la pena una vez en la vida. Si a esta aventura se le añade la Maratón de Pyongyang, el viaje puede resultar una de las mejores experiencias hasta el momento y es que poder disfrutar de la ciudad por unas horas a tu ritmo, sin guías ni visitas programadas es algo inaudito en estos lares.

La mayoría de los visitantes acceden al país desde la ciudad china de Dandong en la que se encuentra el conocido puente de la amistad que une ambas orillas del río, y por tanto los dos países. La sensación de cruzar esa frontera es difícil de describir, una mezcla de curiosidad pero a la vez temor, de inseguridad pero emoción pues no es un paso fronterizo normal, es Corea del Norte. Sin embargo, dada la tensión política del momento, resulta más complicado abandonar China que entrar en territorio norcoreano donde la amabilidad parece ser la carta de bienvenida para los turistas; verdad o mentira, lo cierto es que 10 minutos bastan para tener la tarjeta de turista coreana. Se permiten las cámaras, móviles y libros siempre y cuando no contengan contenido religioso, pornográfico o sobre Corea del Norte; se aceptan las fotos, menos a militares y construcciones, se acepta preguntar siempre y cuando se haga con respeto. Sorprendentemente se aceptan más cosas de las esperadas por los extranjeros allí presentes.

La vida en el interior del país

Llegar a Pyongyang requiere de al menos 5 horas de tren en un recorrido digno de vivir. De estética soviética, llama la atención la falta de pasajeros locales abordo pues según nos explica el guía, necesitan de un permiso especial para moverse entre las ciudades. Los pocos que hay se agrupan en los primeros vagones, aislados del resto de extranjeros que, apilados en las ventanas, buscan la mejor foto del paisaje norcoreano. Este se compone de pueblos y aldeas estancados en el tiempo, campos secos, cultivados con técnicas muy rudimentarias y escasez de infraestructuras (carreteras sin pavimentar, falta de pozos, canalizaciones de aguas).

Se respira pobreza, escasez, marginación. Sensaciones que confirma nuestro guía australiano: “La gente del campo es pobre, son los marginados y debido al feroz sistema comunista, la producción agraria, basada en cooperativas pertenecientes al Estado, es desorganizada y por tanto poco productiva. Si a esto se le suma los bloqueos internacionales debido a las tensiones políticas, la situación se agrava aún más”. A esto hay que añadir el clima severo que azota a la región, largos y fríos inviernos y veranos calurosos, reduciendo el tiempo de cosecha a tres o cuatro meses. “La agricultura y la ganadería se basan en técnicas de principios de siglo, no sacan partido a los pocos meses que tienen para trabajar el campo y la cooperativas no saben coordinar ni los recursos ni los trabajadores. Además no hay agua, ni sistema de regadío, los campos están secos y los animales apenan pueden pastar. Es toda una cadena que al final termina afectando a los más débiles: las personas que habitan estos poblados”, explica.

Pero Corea es algo más que una dictadura, es el sometimiento de una población que no ha escogido vivir bajo este sistema y resulta las más afectada ante los conflictos políticos. “Aunque parezca mentira, Corea del Sur y Estados Unidos son los que más dinero aportan en ayuda humanitaria para Corea del Norte, sin embargo esta ayuda no siempre llega a los más necesitados y se queda entre los altos cargos o en el mercado negro que ha surgido en los últimos años. Además, las tensiones con China dificulta la entrada de esta ayuda aún más”, añade nuestro guía.

En busca de la libertad

Muchos intentan escapar por el norte del país en busca de un futuro mejor, sin embargo el conflicto directo con China les impide hacerse con el estatus de refugiado o asilo político. Algunos consiguen llegar hasta Mongolia o Tailandia, otros caen en las garras de la mafia china y unos pocos terminan volviendo ante la incapacidad de desenvolverse en el mundo, en el estilo de vida del que han estado siempre aislados. “Escapar por el norte del país no es nada complicado ya que el terreno montañoso dificulta una vigilancia continua. Lo difícil empieza en territorio chino. Los hay avispados que consiguen sortear las piedras del camino y llegar hasta países colindantes, otros terminan siendo esclavos de los trabajadores chinos y otros pocos terminan regresando a Corea. Hasta hace unos años había represalias contra las familias de los desertores aunque esto ha ido calmándose con el tiempo pero nunca se sabe”. ¿Las consecuencias de los que se van pero vuelven? se hace el silencio; se pueden intuir pero no hay información certera; como todo en este país, es un misterio.

Pyongyang, el paraíso soñado

Pyongyang es otro mundo, otro nivel al alcance de los más privilegiados del sistema. Estética comunista, no muy distante de otras ciudades en Rusia, Polonia o Ucrania, cuenta con avenidas amplias y limpias, retratos de los líderes supremos y cómo no, una propaganda feroz en defensa del pensamiento Juche (expresión del comunismo en Corea del Norte) establecido por Kim Il Sung: “Los revolucionarios deben tener como máxima de sus vidas y de sus luchas la verdad de que confiándose y apoyándose en el pueblo, siempre se saldrá victorioso, pero si se es repudiado por éste, se sufrirán mil derrotas”.

Calles desiertas de coches pero repletas de bicicletas, sus famosas mujeres policías dirigiendo el tráfico con una precisión casi robótica, ciudadanos con idéntica vestimenta que se confunde con la de un uniforme; tranvías, guaguas, paradas de metro, pequeños kioscos, tiendas con productos básicos y comida real. Algún que otro restaurante, bar o centro de recreación. No se trata de una farsa como muchos han difundido en Occidente, sino de una ciudad con vida normal dentro de los parámetros del Estado Socialista y la dictadura norcoreana.

Todo en la ciudad es a lo grande y los hoteles no son un excepción. Con varios distribuidos por la urbe, sólo unos pocos están operativos, casualmente los alejados del centro urbano. En esta ocasión los corredores de la Maratón celebrada el 8 de abril se alojan en una mole de cemento de más de 30 plantas, ubicado en el área deportiva de Pyongyang, repleta de inmensos y majestuosos pabellones deportivos y canchas en condiciones inmejorables. Bádminton, ping pong o hockey son algunos de los deportes que por allí se puede practicar pero sorprendentemente todo está vacío, en silencio, ni rastro de los deportistas.

Las habitaciones del hotel, para sorpresa de los huéspedes, no distan mucho de las occidentales incluso la televisión ofrece una canal internacional para alternar la continua propaganda norcoreana. El comedor sirve platos tradicionales que resultan escasos para los paladares extranjeros aumentando las especulaciones sobre las escasez de comida en el país. Además, se dispone de una bar con buena cerveza, tienda de recuerdos, billar, karaoke y hasta piscina.

No hay internet, ni cobertura, no hay posibilidad de contacto con el exterior al menos que se adquiera una tarjeta SIM especial con un coste desorbitado. Se trata de un aislamiento total durante 48 horas, no se puede abandonar el hotel sin permiso y si se otorga, no está permitido ir a más de 5 metros de la puerta. La escalera se corta en el piso 18 y se reanuda en el 15, sin saber a ciencia cierta que sucede entre esos tres niveles. Hay total libertad de movimiento dentro del recinto, no hay guías vigilando, todo parece tan normal, salvo que abres la cortina y ahí está, es Pyongyang.

Maratón internacional de Pyongyang

Visitar el país durante la Maratón es la mejor manera de disfrutar la ciudad a tu aire dado que la vigilancia es inexistente durante el recorrido. Esta carrera es especial, es obligatorio parar, interactuar con sus habitantes, sacar fotos, videos, disfrutar de los monumentos del recorrido y hasta realizar alguna que otra compra en las tiendas de abasto de la ciudad. Sus espectadores son gente amable que disfrutan con tanto extranjero campando a sus anchas. Es sorprendente como algunos niños de corta edad miran con cara de asombro pues pocos son los extranjeros que por allí rondan.

Sólo los miembros de las embajadas u otras organizaciones oficiales tienen permiso para circular libremente por la urbe, la televisión se limita a la propaganda gubernamental y los móviles de alta gama sólo tienen acceso a la intranet norcoreana. Los pocos extranjeros que visitan anualmente el país son, para muchos, el único acceso a ese mundo occidental, el enemigo. Al mismo que miles de seguidores alientan en un estadio repleto hasta la bandera, aplaudiendo al unísono a los allí presentes mientras damos la vuelta de honor con cara de asombro e incredulidad.

Tenemos dudas de si la asistencia es voluntaria o forzada, pero allí nadie se mueve, nadie deja de aplaudir, de sonreír, de saludar, parece todo una película de ciencia ficción, pero no, es real. De nada sirven los documentales vistos desde el sofá, hay que estar allí para creérselo pero aún así, parece un sueño.

48 horas en Corea pueden ser o no suficientes, eso dependerá de los gustos personales y de las ganas de estar controlado en todo momento. Un destino que requiere de una mente abierta, de una habilidad para la adaptabilidad ya que allí todo puede pasar. Si bien el país es objeto de risas y chistes, hay una verdad que no se puede obviar: una población sometida a un gobierno dictatorial. No poseen pasaporte ni acceso a bienes de primera necesidad y su vida viene determinada por la lealtad al Partido. Afirman tener salarios y ocio, sin embargo, las tiendas y locales que se aprecian por la ciudad están vacíos, las calles carecen de un alumbrado digno al caer la noche y los cortes de luz son frecuentes.

¿Realidad o mentira? Es difícil predecir. Ellos muestran su mejor cara convencidos o deseando que los visitantes crean su discurso, algo que se aparenta, no por hipocresía sino por supervivencia, pues hablar de más en Corea del Norte puede ser letal. Ver, oír y callar son las máximas para los visitantes en este destino tan peculiar pero sin duda muy especial: el país más cerrado del mundo actual.

Empresas organizadoras

Para todos aquellos aventureros decididos a visitar Corea del Norte, la compañía Young Pioneers Tours compuesta por jóvenes en su mayoría australianos, irlandeses y americanos, organiza tours a lo largo del año. Ofrecen precios asequibles a los bolsillos de los viajeros y buen servicio. La diversión está asegurada. Otra de las más famosas es Koryotours con años de experiencia en el sector pero con precios algo más elevados pero según otros viajeros, con muy buen servicio.

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