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“La reorientación sostenible del turismo en Canarias no es una opción, es una necesidad y una oportunidad”

Matías González, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Enrique Bethencourt

Reflexionar permanentemente sobre nuestra gran industria, el turismo, es algo a lo que está obligada la sociedad canaria. Para aprender de lo hecho, corregir disfunciones y ser capaces de que este sector tenga futuro, siendo respetuoso con el medio ambiente y posibilitando la generación de riqueza y empleo de calidad. Para Matías González, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, “la reorientación sostenible del turismo en Canarias no es una opción, es una necesidad y una oportunidad, que a su vez debe contribuir a construir una sociedad más equitativa”. Asegurando que el sector cuenta con un gran potencial “para liderar un cambio social y ecológico hacia un modelo más equitativo y ecológicamente viable”.

Como industria el turismo comienza a implantarse en Canarias en los sesenta. ¿Bajo qué condicionantes? ¿Influyeron estos en su posterior desarrollo?

Bueno, habría que decir que fuimos descubiertos como gran destino de invierno para el turismo de masas europeo en la década de los 60 por parte de los grandes touroperadores europeos que por aquella época se estaban conformando. No fue una decisión estratégica autónoma, sino que fuimos señalados para asumir ese rol, que abriría las puertas a un crecimiento económico tan rápido como dependiente, que ha marcado nuestra historia económica reciente. Desde los inicios del turismo de masas en Canarias se produce una clara división del trabajo entre las corporaciones turísticas internacionales que planificarán y dirigirán esta industria, por su control del mercado y su capacidad financiera, y los poderes económicos insulares, en aquella época fuertemente insularizados, que se especializarían en el lucrativo negocio de la construcción del urbanismo turístico, que tuvo en la especulación del suelo su principal fuente de beneficios. En este periodo, la alianza que condicionó el devenir económico de las islas fue la establecida entre la especulación inmobiliaria y el poder político insular y local, todavía franquista. El advenimiento de la democracia, el estado de las autonomías y el ingreso en la, por aquellos años, Comunidad Económica Europea (hoy evolucionada a Unión Europea), ocurridos todos en menos de una década, no representaron cambios significativos en el modus operandi de la industria, en la que la impronta especulativa siguió soplando las velas del crecimiento de la oferta alojativa de manera autónoma al crecimiento de la demanda, provocando sucesivas crisis de sobreoferta hasta 2007. En Canarias, la burbuja inmobiliaria fue residencial y turística.

Al igual que cualquier otra actividad humana, el turismo supone un impacto medioambiental y, también, social…

Un crecimiento tan intenso con una gobernanza tan deficitaria no podía menos que generar fuertes tensiones ambientales y sociales, que han connotado claramente el desarrollo turístico canario. Los principales impactos ambientales han sido el resultado de la combinación de la ignorancia y un cortoplacismo voraz. El caso de las Dunas de Maspalomas creo que sirve para ilustrar esto bastante bien. La invasión urbanística del ecosistema se produjo sin tener un conocimiento mediano de la estructura y dinámica del mismo. Algunas cosas sin embargo eran evidentes, como que la urbanización de la terraza sedimentaria que culmina en lo que hoy es el Hotel Riu Palace tendría consecuencias en la dinámica eólica que transporta las arenas, concediéndole el carácter de sistema móvil.

Las consecuencias son muy importantes…

En efecto. Los expertos nos cuentan que el vórtice de viento que ello genera expulsa del sistema unas 40.000 toneladas al año de arena, convirtiendo a las Dunas de hoy en un pobre reflejo de lo que fueron hace apenas 40 años, y explica la fijación de las dunas que perduran a la sombra eólica de la urbanización.

El modelo también tiene algo que ver con nuestros históricos elevados datos de abandono escolar temprano, por ejemplo…

Es un asunto a estudiar con rigor, pero posiblemente una parte del problema estructural que tiene Canarias con fenómenos como el abandono escolar temprano, la baja cualificación media de su fuerza laboral o la incidencia de problemas sanitarios asociados a inadecuados patrones de alimentación, tienen que ver con la construcción social del urbanismo residencial en aluvión, que desbordó todos los mecanismos dispuestos para gestionarlo. Este fenómeno está en la base de la creciente desigualdad social y la cronificación de algunos problemas asociados a la marginalización. También contribuye a explicar por qué las fases de recuperación del crecimiento económico como la actual tienen tan escasos efectos en la mejora efectiva de las condiciones de vida de segmentos muy amplios de la sociedad canaria.

Se produce y reproduce el fenómeno de los pobres con empleo…

El fenómeno de los empleados pobres está creciendo en la actividad turística de la mano de salarios exiguos, horas no pagadas, trabajo informal, condiciones de trabajo deterioradas y estrés laboral que afecta a un elevado porcentaje de la población ocupada en la actividad. La avidez por aprovechar la bonanza en términos de entradas de turistas para recuperar márgenes empresariales, con escasísimo reflejo en las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras, está provocando un deterioro del clima laboral que, de acuerdo con los estudiosos de este fenómeno, está incidiendo en la calidad percibida del servicio turístico. En otras palabras, la codicia desmedida puede estar afectando negativamente al valor y rentabilidad a largo plazo de los productos turísticos comercializados en Canarias. En cualquier caso, el turismo que fue en otro tiempo una promesa de mejora de la cohesión social en el Archipiélago, ha devenido en punta de lanza de la quiebra de la cohesión y el aumento de las desigualdades. Un desafío clave para la reorientación sostenible del turismo que Canarias demanda.

Se habla mucho de turismo sostenible. No sé si como lema, deseo o propaganda…

El turismo sostenible es una necesidad imperiosa pero es también una etiqueta que encubre políticas y prácticas que en realidad son poco sostenibles. Hay que trascender de la etiqueta a la estrategia viable que realmente cambie el metabolismo social y ambiental del turismo. ¿Qué es en realidad la transformación sostenible del turismo? Se resume en generar productos y experiencias con más valor (es decir, que los ingresos dependen menos de la cantidad y más de la calidad); en usar la base de recursos naturales y culturales disponibles para crear ese valor añadiéndole conocimiento humano, y al mismo tiempo conservarla y acrecentarla; y en crear oportunidades para un segmento mayor de la población que reside en el destino, y para ello mejorar la formación y las condiciones para emprender. En estas tres dimensiones, en Canarias tenemos todavía mucho que progresar, aunque en los últimos años se han producido varios avances notables en algunos ámbitos.

¿Cómo se debería abordar este asunto?

Estas tres dimensiones están íntimamente relacionadas entre sí. La producción de productos y experiencias con más valor depende en buena medida de hacer el destino ambientalmente más amigable, ya que esto refleja una preferencia creciente entre los turistas; y conservar y mejorar los recursos naturales y culturales también dará más y mejores oportunidades de empleo e ingreso en las muy diversas profesiones relacionadas con ello (una apropiada gestión de los residuos y de las aguas residuales, y el aprovechamiento del potencial de energías renovables sólo en el turismo, darían para crear varios miles de empleos directos, y muchos más indirectos e inducidos). Las barreras para llevar a cabo esta transición no son desde luego tecnológicas, ni tampoco de capital humano. Se sitúan en las corporaciones que controlan estos mercados y que han logrado, a través de prácticas no siempre confesables, que quienes regulan estas actividades sirvan a sus intereses, y no a los de la sociedad en su conjunto. La reorientación sostenible del turismo en Canarias no es una opción, es una necesidad y una oportunidad, que a su vez debe contribuir a construir una sociedad más equitativa. El turismo tiene un elevado potencial para liderar un cambio social y ecológico hacia un modelo más equitativo y ecológicamente viable. Depende de que las fuerzas de progreso de la sociedad dejen de lado sus prejuicios sobre esta actividad, y se ocupen mejor de estudiarla, comprenderla y ofrecer alternativas reales para cambiar su gobernanza.

Y ello exige, inevitablemente, hablar del empleo que se genera y de su mayor o menor calidad…

El turismo puede generar empleo escaso y mal pagado, o abundante y bien remunerado. Esta información no está grabada en su ADN, sino que depende de las políticas que lo gobiernen. Un turismo diversificado, que conecte sabiamente la oferta de servicios con la formación de miles de egresados universitarios y de ciclos formativos, en ámbitos tan diversos como la gestión ambiental (ingenierías diversas, ciencias ambientales y del mar, biología, etc.), la prevención y recuperación de la salud y la forma física (ciencias de la salud y del deporte), el turismo activo en el medio natural y rural, la gastronomía con productos ecológicos y de kilómetro cero, interpretación del patrimonio cultural en todas sus manifestaciones (arquitectura, historia, arte, filologías, etc.), y un largo etcétera, representan otras oportunidades de mejorar la cantidad, diversidad y calidad de los empleos que el turismo es capaz de promover. Cambiar la creencia social de que el turismo es una actividad que sólo puede generar empleos precarios y mal pagados para una mayoría, y elevados ingresos sólo para unos pocos; prestigiar la provisión de servicios a quienes nos visitan, no sólo como fuente potencial de ingresos saneados, sino también de crecer personalmente en la relación con personas de otras culturas y latitudes; todo esto es una gran asignatura pendiente en la sociedad canaria. Cierto es que nuestro sistema educativo es el primero que no ha superado aún esta materia. La torpeza con la que se aborda todavía la dimensión profesionalizadora de nuestras universidades y centros de formación profesional, por supuesto con honrosas excepciones, es proverbial. Y, desgraciadamente, no atisbo señales muy claras de cambio… Afortunadamente hay gente que comienza a señalar el camino, aunque sea desde experiencias que no han adquirido aún el reconocimiento y el apoyo por parte de las políticas oficiales. Pero creo que por ahí está empezando el cambio…

El éxito actual hace que algunos ya se atrevan a hablar de 15, 18, 20 millones de turistas, sin medir sus consecuencias…

El número no es lo más relevante, aunque obviamente no puede crecer indefinidamente. Lo importante es el metabolismo social y ambiental, es decir, el balance de impactos positivos y negativos en el tejido socioeconómico y en la salud de los ecosistemas que deberán seguir sustentando nuestras vidas en estas islas. Los estudios de capacidad de carga que un día estuvieron centrados en estimar un número óptimo de visitantes han derivado a estimaciones de los límites de cambio aceptable en variables críticas de los sistemas natural y social. Es la diferencia entre crecimiento y desarrollo. La cuestión no es como hacemos crecer el turismo, sino cómo nos desarrollamos mejor gracias a él. Aquí el problema reside, creo, en cualificar el debate. Muchas veces escuchamos argumentos pobres tanto a favor del crecimiento de la actividad turística como desde quienes claman por restringirla. Hay mucha pedagogía social que hacer al respecto y creo que ni las autoridades ni los medios están ayudando mucho a cualificar el debate social.

¿Cómo se puede concretar ese planteamiento?

Pongo un ejemplo. Más turismo en una ciudad turística mejor planificada y más compacta, con peatonalización y apostando por la movilidad colectiva y eléctrica; con una oferta diversificada y de calidad que permita aumentar el gasto por pernoctación (con actividades sostenibles en la naturaleza ligadas al deporte, la observación de la biodiversidad y la geología volcánica, actividades acuáticas de bajo impacto, una puesta en valor inteligente del patrimonio cultural que atesoran las islas, potenciación de la gastronomía,…); con redes de renovables distribuidas y aprovechamiento integral de todo el potencial (eólico, solar, geotérmico, principalmente); con gestión de residuos que mejore el procesamiento del contenedor amarillo, adopte el imprescindible nuevo contenedor para materia orgánica compostable y/o biodigerible, lleve a cabo un tratamiento integral (terciario o biológico) de las aguas residuales y su reaprovechamiento; y con una mejora de la formación y capacitación profesional de la población insular para facilitar su inserción en cualquiera de los aspectos de la cadena de valor mencionados… podría contribuir mucho más que ahora a la creación de empleo cualificado y razonablemente remunerado, y a conservar e incluso mejorar el estado de conservación de algunos de nuestros más importantes ecosistemas.

No plantea usted entonces introducir límites al crecimiento…

Lo que propongo es que todo lo que he señalado debe ser anterior a poner un techo de crecimiento; este se dará cuando ya no podamos mejorar en los aspectos antes mencionados. Esta discusión se dio cuando se reflexionaba sobre qué tipo de directrices del turismo necesitaba Canarias, a comienzos de este siglo, pero se prefirió una vía más cuantitativa y de lineamientos urbanísticos, menos integral.

¿Qué futuro le espera a Canarias?

El futuro, claro está, no está escrito. Quiero decir que el turismo ni nos salvará ni nos condenará; que todo depende de la gestión que como sociedad hagamos de él. Y digo sociedad, y no sólo gobierno, porque lo que realmente caracteriza y distingue a las sociedades democráticamente maduras es su implicación en los grandes temas que les incumben. La gobernanza del turismo mejorará más si la sociedad canaria llega a comprender la verdadera naturaleza de esta industria y el modo en que puede favorecer el desarrollo sostenible del Archipiélago; y a partir de ahí es capaz de forzar la orientación de las políticas gubernamentales. La buena gestión del turismo no es una cuestión de romper continuamente récords del número de entradas, o atraer a tal o cual inversor o proyecto aislado. El objetivo último ha de ser el de que el turismo contribuya a mejorar de forma duradera las condiciones de vida de la sociedad canaria. Más turistas pero menos pernoctaciones son más costes con menos ingresos; no interesa. Más pernoctaciones con menor gasto es más presión sobre los recursos con menos rédito social; tampoco interesa. Más gasto por pernoctación, pero con un patrón que disminuye el efecto de arrastre de ese gasto hacia el conjunto de la economía; tampoco. Más ingreso turístico a corto plazo, pero a costa de destrucción de capital natural que comprometa la viabilidad del destino a largo plazo, es también un mal negocio para la sociedad. En un momento dado se puede crear más bienestar procedente del turismo apostando por diversificar, cualificar y generar oportunidades a través de una auténtica capacitación, que aumentando el número de camas. El gasto en formación y capacitación para el desarrollo profesional en el turismo puede ser la más rentable de todas las inversiones públicas que puedan llevarse a cabo en el sector. Pero para poder afirmar o corroborar todo esto se necesita información bien cualificada para sustentarlo. Difícilmente habrá buena gobernanza del turismo si no contamos con un verdadero sistema de información que asista las decisiones de los actores públicos y privados.

¿Carecemos a estas alturas de buenos sistemas de información?

Aunque hemos progresado, todavía tenemos muchos déficits en comparación con la importancia alcanzada por el turismo en las islas. Por ejemplo, seguimos sin tener unas cuentas satélite del turismo (el informe anual que publica una consultora por encargo del Gobierno no se acerca ni de lejos a ello), cuando destinos mucho menos potentes que el nuestro ya cuentan con ellas. Por tanto, la secuencia que va desde conciencia social de la importancia, reconocimiento de la complejidad, y mayor implicación en su gobernanza; exigencia de políticas mejor fundamentadas y orientadas al bien común a largo plazo; e inversión en un sistema de información turística que realmente permita fundamentar mejor esas políticas… es parte esencial de cualquier estrategia que persiga hacer del turismo un factor de cambio positivo de la sociedad canaria en todos los órdenes de la vida.

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