Primero se recoge la ceniza con una pala y se amontona. Con una carretilla se transporta a otro montículo más grande. Una excavadora repite el proceso y lleva el material volcánico a una zona con mayor maniobrabilidad para permitir a grandes camiones subir la carga y llevarla a otra área. Son los trabajos que realizan efectivos de la Unidad Militar de Emergencia y el Ejército de Tierra desde hace meses, repitiendo una y otra vez el proceso cada día ante la caída constante del material volcánico. Pero “en cuanto dejó de emitir el volcán, fue mucho más efectivo, un rendimiento mucho mayor”, explica el teniente de la UME, Abel Fernández. Y los efectivos desplegados ya han conseguido cumplir su cometido más urgente: limpiar las azoteas y tejados de las viviendas en Las Manchas, localidad que pertenece a los municipios de El Paso y Los Llanos de Aridane, donde la ceniza inundaba sus casas y calles.
“Trabajar así es un lujo”, asegura Fernández, mientras a su alrededor resuena el sonido constante de las palas al contacto con la ceniza o de los vehículos que la transportan de un lado a otro en los alrededores de la plaza de Las Manchas, junto a la Iglesia. El teniente recuerda los días en los que la ceniza no paraba de caer. “Hemos trabajado en condiciones horribles, con máscaras de gas, con gafas de protección, envueltos en oscuridad…”, añade.
Con un gesto de cabeza, señala el parque infantil donde los efectivos no paran de palear una y otra vez: “Antes tenía un capa de medio metro”. Ahora se pueden ver las bases de los columpios entre los montículos en los que se amontona el material volcánico. Aunque el trabajo se hace más pesado en días de lluvia, porque aumenta el peso de la ceniza y “cada palada cuesta el doble”; afortunadamente, “no hay escorrentías como se esperaba porque la ceniza pesa mucho”.
Es la segunda visita organizada por el Gobierno de Canarias para medios de comunicación a Las Manchas, que contaba con unos 600 habitantes que han tenido que abandonar sus casas. Es una localidad ubicada a unos 11 kilómetros del centro de Los Llanos de Aridane, pero a la que solo se puede acceder por Fuencaliente, al sur de la isla, porque las coladas han cortado el acceso por el norte. El 4 de octubre, cuando tuvo lugar la primera visita, la lluvia de ceniza y de fragmentos de piroclastos obligó a abandonar la zona a los 10 minutos de llegar. La colada, que ya había engullido algunas viviendas, bordeaba la localidad y cortaba la carretera LP-2 que la conectaba con El Paraíso, formando una pared que parecía haberse detenido.
Pero casi dos meses después, el 25 de noviembre, la lava alcanzaba el cementerio de Las Manchas, destruyendo a su paso un campo de placas solares y viviendas unifamiliares que habían permanecido en pie. Este 22 de diciembre, de la pared de la colada se observa como se extendió la colada hasta casi mimetizarse con el suelo donde antes estaba la carretera. Y una de las viviendas que hasta octubre estaba a unos metros de distancia, resiste rodeada del material volcánico, junto a postes de luz a medio caer y farolas que inexplicamente se mantienen en pie.
También la capa de ceniza ha disminuido o se ha desplazado, haciendo más reconocibles las calles que antes parecían haber desaparecido, a pesar del inmenso manto que ha dejado el volcán en la zona. Unos 80 efectivos de la UME, con apoyo del Ejército de Tierra, se encargan de la recogida desde que sale el sol hasta que se pone. Ahora, se afanan en retirar el material volcánico de edificios públicos, como la Iglesia de Las Manchas, el colegio o un parque infantil.
Para decidir donde actuar, un equipo de drones compuesto por dos personas sobrevuela la zona, que está sectorizada desde el punto de control en Fuencaliente, y pasan las imágenes al Puesto de Mando Avanzado, ubicado en El Paso. Con turnos de 24 horas, rotan dos equipos que van reconociendo las áreas susceptibles de actuaciones o recogen imágenes para comprobar las zonas que han quedado limpias.
Ante la previsión de que el Plan de Emergencias Volcánicas del Gobierno de Canarias (Pevolca) declare el próximo 25 de diciembre el fin de la erupción, el Ejecutivo regional podrá contratar a Tragsa para incorporar 800 trabajadores para labores “que no pertenecen a la emergencia”, señala el teniente de la UME. En concreto, se dedicarán a tareas de limpieza para reforzar y agilizar el trabajo en otras zonas, como las calles, las vías públicas o el acceso a las viviendas, de cara al regreso en ls mejores condiciones posibles de las personas evacuadas. Un escenario que aún no es posible debido a los gases tóxicos que siguen emanando del magma, que se encuentra a unos tres o cuatro kilómetros de profundidad.
Para medir las concentraciones de gases, la UME cuenta con otros dos equipos de cuatro personas, que colabora junto a los cuerpos especializados de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Las principales zonas donde han detectado niveles altos de monóxido y dióxido de carbono es en Puerto Naos y La Bombilla. El capitán Álvaro García Estéban, jefe del núcleo NBQ del grupo táctico en La Palma de la UME, explica que estas localidades están “más afectadas porque los gases se filtran a través de las redes de saneamiento, se acumulan en las viviendas y alcanzan concentraciones que entrañan un riesgo para las personas”.
“Hay gases que no se pueden oler ni ver”, como el monóxido de carbono, que provoca una sensación como de somnolencia progresiva. “Por eso le llaman la muerte silenciosa, porque no te estás dando cuenta. Te vas adormeciendo, porque desplaza la hemoglobina en sangre que lleva el oxigeno y mueres porque no llega a los tejidos. En valores altos puedes morir en minutos”, detalla García Esteban. De hecho, en sus labores de reconocimiento, el personal de la UME se ha encontrado con “gatos, insectos o pájaros muertos en las zonas más afectadas por los gases del volcán”, asegura.
Ya la directora general del Instituto Geográfico Nacional, María José Blanco, advirtió que a pesar de que la erupción de puede dar por finalizada el 25 de diciembre, el retorno a las viviendas llevará un tiempo porque “hay que tener mucho cuidado” con los gases. En este sentido, García Esteban recomienda a la población evacuada que tenga paciencia. “Nosotros estamos monitorizando la situación. Todos los días, las 24 horas, realizamos mediciones, hacemos estudios de concentraciones y de momento nos dicen que no se puede pasar y no pueden ocupar sus viviendas. Hay que ser pacientes”, insiste.
Para valorar la posibilidad de un retorno a una vivienda, el primer paso es la ventilación, un proceso que se debe hacer con monitorización. “Hay que hacer un reconocimiento por personal y medios especializados para comprobar que esa ventilación ha sido efectiva; que la concentración no sigue estando”, explica García Esteban. En este sentido, concreta que ya han realizado ventilaciones, pero han comprobado que aún “había una alta concentración de gases que indican que están entrando en las viviendas por las redes de saneamiento”. Por lo tanto, “hay que monitorizar mucho la situación para que la gente puede entrar a sus viviendas”, concluye.