“Que la cultura sea accesible significa que haya gente que no la pague para poder comprarse el pan”
“La cultura hay que agitarla, hay que agitarlo todo. Las fronteras, nuestros sentimientos, a nosotros mismos, todo lo que tenemos en frente”. Con esa filosofía en mente, Keybis Keba Danso y Tamara Avidad fundaron hace ocho años y dirigen actualmente la asociación Karmala Cultura en la isla de La Palma en busca de una oferta multicultural, accesible y feminista. Por eso, más que gestor, Keba prefiere hacerse llamar agitador cultural.
Tal y como apunta, los lugares pequeños, como una isla no capitalina, son los que se prestan a construir nuevos proyectos. Es ahí donde la cultura lo ha tenido más difícil para llegar, a causa de la doble insularidad y la aglomeración de la mayor parte de la oferta en las capitales.
De hecho, explica que La Palma tenía una “necesidad” de un mayor desarrollo cultural y variedad de actividades que, apunta, suele escasear en muchas zonas. Es por eso que el artista y gestor senegalés y la productora canaria emprendieron esta labor cultural que les ha aportado tanta gratificación.
Keba destaca que no solo se trata de llevar la cultura a las islas no capitalinas, sino también de hacerla más abierta y accesible. Cuenta que, muchas veces, los eventos se organizan en espacios cerrados que limitan la entrada a algunas personas, por lo que querían cambiar las dinámicas: “La primera cosa que empezamos a hacer es cultura en espacios hacia fuera, espacios accesibles y, sobre todo, una programación variada”.
Para ello, consideran que es fundamental diversificar el tipo de actividades que se imparten y trabajar con muchos colectivos diferentes. En esa línea, han establecido distintos focos: social, infantil, juvenil e igualdad. Esta amplificación les ha permitido alcanzar sectores de la sociedad que a menudo no disponen de actividades creadas específicamente para ellos.
En ese sentido, Keba opina que “la accesibilidad no está solo en que la gente pueda llegar, sino que le interese lo que ofreces”. Por eso, la variedad es clave. A menudo, se encuentran con que hay eventos que suelen estar protagonizados y organizados por grupos más o menos homogéneos, dando como resultado productos muy similares. “Que no sea siempre lo mismo” es, por tanto, una misión y un esfuerzo constante.
Aunque disponen de un pequeño equipo fijo, uno de sus objetivos es que distintas personas se impliquen en nuevos proyectos y generar redes que se vayan agrandando a medida que se establecen contactos. Eso implica traer a personas de distintas islas, distintos puntos de España e, incluso, distintos países u orígenes, haciendo la multiculturalidad algo transversal.
Ese es un aspecto que destacan y en el que insisten, y es que no pretenden que haya diversidad para “rellenar”, como cuentan que a veces sucede en ciertos espacios, sino porque consideran que es algo necesario. De hecho, señala Keba que su equipo en sí mismo ya es muy diverso.
En la asociación, se enorgullecen de su capacidad de descentralizar, delegar y permitir que las personas creadoras y consumidoras de productos culturales puedan diseñar cómo quieren que sean. “Para que la cultura sea accesible, debemos tener un cuentacuentos para niños mientras su madre está formando parte de un taller de escritura. Necesitamos ocupar a todo el mundo y que llegue a todo el mundo”, explica Keba.
Para poder hacerlo, también es necesario promover actividades en lugares que habitualmente no se conciben como espacios culturales: “Hay que ir a los pueblos, diseñar para ellos y adaptar los proyectos. Nos gusta programar desde la necesidad”.
En ese sentido, señala las dificultades que se han encontrado en su trayectoria a la hora de hacer llegar la cultura a localidades donde las personas “prefieren poder comprarse el pan que ir a ver una obra de teatro”.
Para que ese acercamiento sea posible, tienen que apoyarse en la subvención de los ayuntamientos u otras asociaciones que en ocasiones pueden dar ayudas, pero otras veces no. Tal y como cuenta, esto sucede porque los presupuestos que manejan las islas no capitalinas son limitados y, al final del año, no tienen suficiente para invertir en este tipo de eventos.
Debido a las dificultades que experimenta el sector cultural, más aún en las periferias, la asociación recurre también a la financiación externa que buscan en islas capitalinas. Así, su presencia no se limita a La Palma, sino que también actúan en el resto del Archipiélago.
Como programador, Keba insiste en que siempre está haciendo cultura, si no en la calle, en su casa, que para él también puede ser un espacio cultural: “Necesito compartir, estar en contacto con gente y estar conectado. Hacer cultura es mi forma de vivir, para mí todo es cultura”.
A pesar de que puede ser un trabajo cansado por tener una actividad constante, asegura que es algo adictivo. Lo mejor, señala, son esos momentos en que las personas que formaron parte de talleres de Karmala Cultura le cuentan que ahora se dedican profesionalmente a la formación que recibieron a través de la asociación. También, se siente satisfecho de que los eventos sirvan para que gente diferente se conozca y trabe amistad, llegando incluso a ser mejores amigos.
“Todo eso te llena porque el fondo de lo que estamos haciendo es buscar una sociedad justa en la que todo el mundo quepa con sus diferencias. Tengo que estar aportando mi granito a cada sitio que voy. No me gusta quedarme quieto”, concluye, antes de volver a coger su teléfono para hacer gestiones para el siguiente evento o, como él diría, agitar la cultura.
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