El ruido seco al caer de un cuerpo de hombre, fuerte y musculado, retumba en la estancia. Una vez, dos, tres, cuatro. Pum, pum, pum, pum. Impresiona. Con tan solo la ayuda de unas llaves que llevaba en el bolsillo, el sensei Martín ha inmovilizado al agresor que pretendía atacarle. Alrededor, unas 60 mujeres de toda edad observan atentamente. No es cuestión de fuerza física, sino de sangre fría y un conocimiento detallado de las zonas débiles del cuerpo del otro: el labio inferior, el nervio trigémino, la yugular, la ingle. “Placando los puntos vitales se puede reducir a cualquiera, aunque sea más fuerte que tú”, explica este experto en defensa personal que un buen día se propuso iniciar un taller para enseñarle a las mujeres -desde 14 años en adelante- a defenderse de agresiones machistas, ya sean de tipo sexual (intentos de violación) o simples golpes físicos, corporales.
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, doctor en Medicina, Experto en Técnicas Policiales, Especialista en Criminalística, Instructor Policial, Maestro Internacional y Entrenador Nacional en Defensa Personal y Artes Marciales, doctorando en Seguridad Humana y Derecho Global, González sabe bien de lo que habla, no en vano comparte cinturón negro y vida con Virginia Peña, magistrada de Instrucción así como de violencia de género del Partido Judicial de Telde (Gran Canaria). “En sala vemos delitos sexuales todas las semanas, explica. Pasan muchísimas cosas que no se publican. Por eso vivimos realmente con una falsa sensación de seguridad. Cada día en esta isla se comete alguna agresión sexual. A veces, más de una al día. Pero solo nos enteramos de lo que se denuncia y probablemente sea más lo que no se denuncia que lo que sí”, cuenta la jueza.
Desde 2003 y sin ayuda alguna de las administraciones públicas, González imparte estos talleres en el Club Natación Metropole, que cede altruistamente las instalaciones de artes marciales para una acción formativa que se repite con una periodicidad casi mensual. Un aprendizaje que las alumnas deben interiorizar y tener presente, a mano y bien claro en la cabeza. Un conocimiento que marca la diferencia entre salir malparada o evitar un mal golpe: unas técnicas con las que inmovilizar momentáneamente al agresor -el efecto sorpresa es vital, porque ellos no esperan que la mujer les neutralice- y salir huyendo en busca de auxilio. “Las técnicas que aprenden en este tiempo son para el día a día, en la calle, en la discoteca… Son simples, pero altamente efectivas. Hay presiones que me quitan a un tipo de encima. Si me está estrangulando, activarle el dedo es muy doloroso. Algo tan usual y pequeño como las llaves nos puede salvar de un mal rato: si apretamos cualquier zona del dorso de la mano, la respuesta del nervio va a ser aflojar la presión que nos está reteniendo”. Y, en otro orden, es clave saber que ante el miedo hay que reaccionar: neutralizar el golpe o huir. Nada de quedarse bloqueada. Esa opción nos deja en manos del otro“, les insiste González, que el próximo 19 de diciembre recibirá del colectivo femenino Charter100 el galardón al hombre que más ha hecho por las mujeres de Canarias, en opinión de su presidenta, Nardy Barrios.
Artistas marciales y psicólogos
Con el apoyo y la colaboración también de la Confederación Española de Policía del Cuerpo Nacional de Policía, por estos talleres han pasado desde su inicio más de 5.000 féminas. Lo imparte un equipo multidisciplinar donde los profesionales de la psicología tienen mucho que aportar. Y es que para algunas de las asistentes el impacto es brutal, porque oír hablar de violencia machista y cómo defenderse de ella les remueve y les trae a primer plano recuerdos de vivencias dañinas, dolorosas. “En el momento vienen y te dicen que se van, que no pueden continuarlo, que no tienen fuerza ni ánimo para enfrentarse a algo tan duro. Pero luego pasa un tiempo y compruebas que se han apuntado al siguiente taller”, cuenta. “A mí me llena muchísimo la seguridad con la que luego salen de aquí. Muchas de ellas me dicen al acabar: ”Si hubiera sabido esto antes, no me habría pasado lo que viví“. Y más tarde, desde el anonimato, se sinceran y me cuentan su experiencia”.
Al final, queda claro que aprender a protegerse de las agresiones físicas es algo que no lleva mucho tiempo. Con el maltrato emocional, en cambio, el proceso se alarga. De ahí que González insista en que además de enseñarles unas tácticas de defensa personal, en el taller se trabaja sobre todo la superación de los miedos, la autoestima, la seguridad personal, la confianza. “Hay momentos para las confidencias, cuando algunas se animan a verbalizar y compartir su experiencia. Ahí ya se pasa a otro plano: el de la ayuda psicológica. Y es que de lo que se trata muchas veces es de reconstruir autoestimas, de crear una seguridad en sí mismas que no han sentido desde niñas, por la propia maldad del sistema sexo-género, que estereotipa desde la más tierna infancia y señala qué es lo que se espera de los niños y qué de ellas. Un sistema patriarcal -recalca- en el que las propias mujeres, sin querer, refuerzan la idea de la fuerza y autoridad del hombre frente a la debilidad femenina cuando amenazan a sus pequeños con contárselo a papá si se portan mal o no estudian”.
El uso de la fuerza física, de la violencia, es inevitable si se quiere repeler una agresión. No se trata de agredir al otro porque sí, sino del derecho que tenemos a proteger nuestra vida. Es una cuestión de legítima defensa, que es lo único que justifica su empleo. Para que se considere como tal es importante saber que la respuesta tiene que ser siempre proporcional al ataque, y que debe darse en el momento y lugar en que éste se produce. “Y ante el ataque de alguien más fuerte que tú, las artes marciales o las técnicas para defensa personal podrían considerarse una herramienta útil para igualar ese déficit de fuerza física que pueden experimentar algunas mujeres”, señala González.
Un inexplicable olvido
Recuerda Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, que en los años 80 ya hubo una corriente que planteaba la idea de capacitar a las mujeres para que adquirieran confianza y repelieran agresiones mediante las artes marciales. “El punto de vista feminista viene dado porque existe toda una tendencia educativa que dice que nosotras somos sujetos pasivos. La defensa personal busca que la mujer sea dueña de su propio cuerpo y de su propia seguridad”, explica. A nivel internacional, la socióloga Jocelyn Hollander difunde desde hace tiempo la idea de que la resistencia de las mujeres puede detener los asaltos machistas y que el entrenamiento en autodefensa mejora la capacidad de las mujeres para resistir, proporcionándoles además un buen chute de autoestima y confianza en sí mismas. “La capacitación en autodefensa desafía la idea de que las mujeres son intrínsecamente vulnerables y necesitan protección de los espectadores, las fuerzas del orden público, las universidades y el estado”, afirma en un ensayo la también profesora de la Universidad de Oregón.
Ante estas evidencias, González no entiende que las administraciones públicas, y más concretamente las que tienen las competencias para prevenir el maltrato machista y atender física y psicológicamente a las víctimas de violencia de género, no ofrezcan esta formación dentro de sus programas y actividades para el colectivo femenino. Una crítica que comparten con él los hombres y mujeres de su equipo -que en el taller ejercen el rol de agresores-. Que también suscriben los funcionarios policiales que colaboran y apoyan esta iniciativa. “Es deleznable que no garanticen estas acciones, que no se conciencie sobre esta realidad -la de las agresiones machistas- desde edades tempranas, que estos temas y esta formación no forme parte del currículum escolar”. Para Tomás Domínguez, secretario regional de la Confederación Española de Policía, “este es un tema que tiene que gustarte porque es muy duro. Se trata de delitos que afectan muchísimo porque en muchos casos, además de las mujeres, están también sus hijos. A eso se suma la impotencia de la falta de medios, materiales y humanos: lo que no puede ser es que tengamos una ratio de un policía para 65 mujeres. Así es imposible protegerlas bien”.
“Yo no pienso que las mujeres seamos débiles”, contaba la jordana Lina Khalifeh, tres veces medalla de oro internacional en taekwondo. “Es más, creo que somos fuertes y podemos convertir el mundo en un lugar mejor, solo que muchas aún no lo saben. Con mi experiencia en artes marciales, decidí empezar a entrenar a mujeres para que aprendieran a defenderse ellas mismas de diferentes tipos de violencia. Empoderarlas para que alcen su voz y se conviertan en líderes, y en personas influyentes que cambian las cosas”. Desde She Fighter, el centro de defensa personal que ha fundado, envía un mensaje poderoso a mujeres y niñas. Como el que mandan, cada vez que hacen un taller, el sensei Martín González y todo su equipo.